Calor en invierno y frío en verano

Nos preocupa cuando queremos comprar o alquilar una vivienda. También cuando sufrimos una ola de calor o bajan tanto las temperaturas que retomamos el espíritu casero olvidado en vacaciones. Y es que sentirse “como en casa” tiene mucho que ver con elegir un buen sistema de calefacción capaz de conjugar ventajas técnicas y económicas. Y nos apura especialmente en otoño, al menos en Cantabria, cuando se producen más de la mitad de las solicitudes de instalación de calefacciones. Un problema para los instaladores de sistemas de calefacción central, que se ven desbordados, y para los clientes, que acaban por sufrir los trabajos en mitad del invierno, cuando menos confortable resulta la obra.
La calidad de vida en los países situados más al norte que el nuestro se mide por las calefacciones centrales instaladas. En España ese ratio no nos dejaría en un buen lugar, pero las condiciones climáticas son distintas. Además de la zona en que se encuentra la vivienda, al elegir un sistema de calefacción hay que valorar las necesidades de quienes la habiten –especialmente las horas que permanecen en casa–, las posibilidades de suministro de la energía elegida, las obras que conlleva la instalación, la tarifa que mejor se adapte a los hábitos de consumo, el mantenimiento que pueda necesitar la calefacción elegida o su limpieza desde el punto de vista ecológico y de seguridad.

Las ventajas de la energía eléctrica

Una idea extendida es que resulta caro usar energía eléctrica para lograr la temperatura ideal en el hogar. Sin embargo, la opción eléctrica ha cobrado fuerza por razones de limpieza, seguridad y también de economía, ya que se puede ahorrar hasta un 55% del consumo con las tarifas nocturnas y no precisa ni mantenimiento ni grandes obras para su instalación. La limpieza no es gran problema porque no produce gases ni olores y este sistema no tiene riesgo de explosión ni apenas incidencias en el suministro.
Quien se decida por este tipo de energía puede elegir aparatos de calefacción directa, que no necesitan obra, como los convectores, o las placas radiantes, un poco más grandes y caras, pero que consiguen un calor uniforme. Otras soluciones serían los radiadores de aceite, también conocidos como calefacción por emisores térmicos, radiadores de cuarzo que giran para orientar el calor, turboconvectores capaces de calentar al instante con un mínimo consumo de energía o acumuladores de calor.
Estos últimos permiten aprovechar las mejores tarifas de la electricidad, al consumir de noche y calentar todo el día. Como el resto de las soluciones eléctricas, se caracterizan por su limpieza, seguridad, uso sencillo, rendimiento elevado, fácil instalación y escaso mantenimiento. En su contra, solamente tienen el precio, especialmente cuando se debe reformar la instalación eléctrica de una vivienda antigua, y una peor regulación que provoca que parte del calor almacenado se descargue sin intervención del usuario.

Combustibles

El gas natural es otra de las opciones más populares para la calefacción, debido a su comodidad, ahorro y propiedades no contaminantes. Frente al gas natural, el propano presenta más problemas de instalación y almacenamiento pero tiene una mayor potencia calorífica y un costo ligeramente inferior.
Además de la comodidad, economía o espacio disponible, el mantenimiento resulta fundamental para mejorar el funcionamiento y la duración de un sistema de calefacción. El corazón de la instalación suele ser la caldera que debe limpiarse de forma periódica para prevenir averías. Lo mismo ocurre con los radiadores, que deben ser purgados cada temporada antes de ser usados. El quemador también juega un papel clave y debe cuidarse de acuerdo al mantenimiento señalado por el fabricante.
La decisión más significativa que debe tomar el usuario del gas es el tipo de caldera que utilizará. De acuerdo con su circuito de combustión pueden ser calderas abiertas de tiro natural (atmosféricas) o estancas, de tiro forzado. Está última ofrece mayor seguridad porque puede instalarse tapada u ocultada incluso dentro de un armario, donde sigue siendo segura al no existir comunicación entre el circuito de combustión y la atmósfera del local donde se encuentra. Eso no debe invitar a pensar que se puede eludir el cumplimiento de las normas de seguridad y mantenimiento de la caldera.

Sin instalación

Para calentar el hogar, hay otros aparatos que cumplen con su función sin necesidad de realizar ninguna obra. Son equipos eléctricos que pueden resultar muy prácticos como los termoventiladores, los infrarrojos y los radiadores de termofluidos. Los termoventiladores o calefactores, emiten aire caliente a través de una resistencia eléctrica y difunden el calor por medio de un ventilador. Pequeños y regulables, el ruido que emiten limita su uso al baño o las habitaciones desocupadas. Por su parte, los infrarrojos emiten calor por radiación, de forma intensa e instantánea. Como los anteriores, sólo sirven en situaciones concretas y estancias pequeñas, tienen un alto consumo y no caldean el ambiente de forma homogénea.
Los radiadores de termofluidos contienen en su interior aceite, un buen conductor térmico y, al contrario que los infrarrojos, pueden utilizarse junto a niños ya que no entrañan peligro de quemaduras.

Aire acondicionado y calefacción, todo en uno

Los tradicionales radiadores no son la única alternativa para mantener el calor en invierno. Una reforma integral de la vivienda puede ser el momento para instalar un sistema de calefacción radial, con calefactores integrados en el suelo, en el techo o en las paredes. Con este método, el aire se calienta por contacto y se consigue una temperatura constante y homogénea.
La principal ventaja de este tipo de calor es su utilidad en verano ya que los sistemas de suelo radiante también pueden utilizarse con el efecto contrario, y refrescar el ambiente haciendo que circule agua fresca y no agua caliente. El suelo radiante también permite dirigir el calor al interior del espacio que se quiere calentar, de modo que otro aspecto positivo es el ahorro, que puede superar el 60% en edificios de muchas alturas.
No puede olvidarse que, junto al sistema convencional de aire acondicionado, basado en un líquido refrigerante que produce aire frío dentro de la casa y expulsa el calor fuera, existen aparatos con bomba de calor que, gracias a un circuito reversible, sirven también como calefacción en invierno. Son capaces de evitar corrientes de aire, apenas necesitan mantenimiento, alcanzan un gran rendimiento y son silenciosos, aunque, en algunos casos, el nivel de ruido del ventilador puede resultar molesto.
Más económicos de lo que se suele pensar, su consumo es mucho menor que el de un microondas o un lavaplatos.

Más energía de la que consume

La bomba de calor, además de incorporar en un mismo equipo el aire acondicionado y la calefacción, tiene otra gran ventaja, que puede aportar entre dos y tres veces más energía de la que necesita. Por tanto, consume menos que otros sistemas de calefacción y su coste para el usuario es también más reducido.
Un equipo de bomba de calor cuesta aproximadamente un 20% más que un aparato de aire acondicionado convencional que exclusivamente ofrece frío, pero, como vemos, añade muchas ventajas y su instalación es sencilla. En los únicos lugares donde no es recomendable es en las zonas con clima invernal especialmente adverso o con temperaturas exteriores extremadamente bajas.
La instalación del aire acondicionado o la bomba de calor exige optar entre un equipo de conductos o un split, compuesto por una unidad exterior y una o varias interiores con equipos portátiles, de ventana, murales, de suelo, de techo o de cassette, según las necesidades de cada uno.
El equipo compacto de conductos se basa en una sola unidad exterior que a través de conducciones interiores abastece todas las estancias que dispongan de una rejilla en la pared o de un difusor instalado en el falso techo.
Una de las principales incorporaciones de los últimos años al mundo del aire acondicionado y las bombas de calor es la tecnología inverter que permite mantener la temperatura seleccionada de forma constante y consumir sólo la energía necesaria. Así se optimiza el consumo ahorrando hasta un 25% con respecto a los sistemas tradicionales.
Con esta tecnología se consigue la temperatura deseada de forma rápida, se alarga la vida del aparato, ya que se evitan los continuos arranques, y se mejora la eficiencia tanto de la bomba de calor como del aire acondicionado.

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