El mar por dentro y por fuera

Las obras de reforma han durado cerca de cuatro años y han dado lugar a un Museo completamente distinto, aunque el material expositivo más importante sea el ya existente, de gran valor. El edificio original, a pesar de no contar con más de 20 años se encontraba en una situación de franco deterioro y nunca consiguió el encanto de su humilde predecesor de la Cuesta del Gas, quizá por la frialdad de sus salas.
Ahora, con tres veces más de espacio y un marco interior mucho más sugestivo, el Museo renace y vuelve a encontrarse en condiciones de competir con los de otras ciudades que, a pesar de llegar mucho más tarde al mundo de biología marina, adelantaron a Santander con espectaculares acuarios y llamativos museos.
Santander tenía que conservar su cualidad de Museo del Cantábrico, lo que implica ser el referente principal de toda la Cornisa, y se ha procedido a una reforma a fondo, realizada en cuatro etapas. En la primera se redistribuyó el interior de las plantas y el sótano, se sustituyeron los sistemas de seguridad, el aire acondicionado y la red eléctrica. A continuación se acometió la renovación de las fachadas del edificio y la construcción de un segundo inmueble adjunto, además de una cafetería panorámica sobre el edificio antiguo.
Las últimas fases han sido la ejecución de los acuarios, que inicialmente no estaban previstos –algo que sorprende a la vista de las tendencias museísticas modernas– y la urbanización del entorno.
Todo ello ha supuesto una inversión superior a los 12 millones de euros (unos 2.200 millones de pesetas), aportados en su totalidad por la Consejería de Cultura.
La filosofía de la reforma ha sido la de mostrar toda la complejidad de la realidad marina del Cantábrico y las distintas formas de relación con el mar del hombre que ha vivido en estas riberas desde sus orígenes. Ese acercamiento desde distintas perspectivas se plasma en una demostración de la naturaleza, la etnografía, la historia e, incluso, de las tecnologías relacionadas con el medio marino, de una forma que despierte la curiosidad del visitante.

Los acuarios

El proyecto museográfico, que ha sido realizado por la empresa cántabra Gestión Cultural dirigida por Fernando Francés, parte de un audiovisual que incita al visitante a reflexionar sobre la importancia histórica y biológica que ha tenido el mar en la vida del hombre y destaca algunos de los contenidos que luego encontrará expuestos. El esqueleto de ballena característico del Museo anterior (un enorme rorcual común hembra) continuará presidiendo la entrada. Como contrapunto, la restaurada Fragata de Náutica construida en el siglo XIX, señala la sección de Historia Marítima.
La planta inferior estará dedicada a la vida en la mar, representada por una gran cueva submarina desde cuyas oberturas pueden contemplarse distintos ambientes marinos en 21 grandes acuarios que ocupan una superficie de 875 metros cuadrados, en los que se incluyen un pasillo de observación, los servicios de aclimatación y cuarentena y los sistemas de captación de agua del mar.
Además de la belleza que tiene la exhibición de la fauna en un marco espectacular, que será el principal atractivo popular del Museo, los acuarios pretenden ofrecer una imagen viva de la biodiversidad de especies y ambientes del Mar Cantábrico y las adaptaciones morfológicas de los organismos marinos para sobrevivir en ese medio.
En su recorrido, el visitante tiene la sensación de sumergirse en las aguas del Cantábrico, desde las orillas hasta los fondos costeros a los que sólo llega la penumbra. Por el pasillo de salida de los acuarios se emerge por los acantilados donde anidan aves marinas, para acceder de nuevo a la planta sótano.
Cada uno de los ambientes marinos está representado con sus propias especies, aunque algunas han de mostrarse aisladas por su especial comportamiento o por requisitos particulares, como ocurre con el pulpo, los caballitos de mar o los peces globo.

Maquetas y escenografías

Además de los fondos tradicionales y de los acuarios, el museo va a contar con 66 maquetas nuevas y modelos de barcos y diez nuevas escenografías realizadas por Gestión Cultural, en las que se recrea, entre otros, el laboratorio de un buque oceanográfico, el escueto interior de un pesquero, una cantina, una batería de cañones, el despacho de un armador ilustrado.
La empresa adjudicataria, que ha contado con el Premio Nacional de Diseño Dani Freixes, ha hecho mucho hincapié en las nuevas tecnologías y se presentan en formato audiovisual muchos de los contenidos, además de una veintena de dioramas o representaciones en tres dimensiones en los que, entre otras escenas, se muestran un puerto romano, la pesca con artes y aparejos, la caza de la ballena o un astillero de ribera.

La pesca

Parte de la planta baja y las plantas primera y segunda estarán dedicadas a los pescadores y las pesquerías. En las distintas salas se podrá conocer mejor el oficio, sus barcos, las peculiares formas de organización y vida, así como las modalidades de venta o la industria conservera.
Desde la Prehistoria las gentes del litoral han aprovechado para su alimentación los animales marinos que hallaron a su alcance, la más obvia, la captura de mariscos y peces, aprovechando el ritmo de las mareas, pero también se representan en el Museo trampas y nasas que se emplearon desde la antigüedad.
El empeño por obtener un mayor rendimiento del mar, la experiencia y el ingenio llevaron a la construcción de embarcaciones, aparejos y redes y a una mejora de las técnicas. Uno de los hitos de las pesquerías cántabras fue la captura de las ballenas, primero cerca de la costa (siglo XII) y, a medida que escaseaban, desplazándose hasta aguas de Terranova (siglo XVI) donde llegaron a establecer factorías temporales.
Las comunidades de pescadores siempre estuvieron muy cohesionadas, debido al riesgo de la profesión. Ello ha propiciado unos modos de vida, costumbres y creencias peculiares, que han distinguido a los hombres y mujeres de este gremio.
Durante mucho tiempo, la pesca únicamente tuvo como fin el autoconsumo, hasta que llegaron las economías de trueque, que permitían intercambiar los peces por otros productos y, finalmente, la venta por dinero. En cualquier caso, hasta épocas muy recientes, la inexistencia de comunicaciones sólo permitió el consumo de pescado en el ámbito costero. Este inconveniente y la dificultad para preservarlo permitió desarrollar varias técnicas de conserva, desde el secado y la salazón medievales al escabechado, que empezó a utilizarse en el siglo XVI.
La tercera sección del Museo se denomina El Cantábrico y la Mar en la Historia y presenta la articulación del litoral en función de las actividades económicas relacionadas con el mar, desde el comercio a las expediciones científicas o la guerra en el mar.
La primera parte refleja los cambios habidos desde que los romanos utilizaron la vía marítima para la consolidación de su imperio, lo que proporcionó la primera estructuración de la fachada atlántica europea.

La tecnología naval más avanzada

El hundimiento del Imperio Romano dio lugar a un decaimiento de la actividad marítima y los puertos de la Cornisa Cantábrica no volvieron a recuperarse hasta el año 1000, y lo consiguieron en parte gracias a unos estatutos privilegiados denominados fueros.
A finales de la Edad Media los hombres del Cantábrico disponían ya de barcos y conocimientos como para ponerse al frente de las expediciones y descubrimientos geográficos del Renacimiento.
El Museo muestra cómo a partir de ese momento salen de los astilleros locales los mejores barcos de la Corona de España, con los que esta aseguró el control, la protección y la explotación de las grandes rutas marítimas que comunicaban la metrópoli con los extensos dominios del Nuevo Mundo y el Pacífico.
La guerra sobre el mar cuenta con un apartado propio en el Museo donde se muestran las armadas, fortificaciones y cañones que durante siglos defendieron los intereses del imperio español frente a las frecuentes agresiones de otras potencias, corsarios y piratas.
En la planta tercera se encuentra la sección titulada “Vanguardia Tecnológica frente a la Mar”, referida a la construcción naval que permitió adentrarse en un medio tan hostil para el hombre como el marino.
Los artesanos de la madera del Cantábrico tuvieron una notable influencia en el desarrollo de la navegación en los siglos XVI y XVII, cuando sus naos y galeones alcanzaron un alto grado de perfección. También se perfeccionaron en el Cantábrico los avances de la Edad Media en instrumentos y procedimientos para orientarse en la mar, como las cartas marítimas o los aparatos de observación astronómica de reflexión, el sextante o el cronómetro, que permitía el cálculo de la longitud. Todo ello forma parte, ahora de la historia representada en el Museo junto con las muestras de biología que le dieron prestigio.

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