TIRSO: Los hierros se convierten en un mecano
Si hay un mercado aparentemente maduro, es el de la venta de hierros. Sin embargo, la imaginación ha empezado a cambiar un negocio que hasta ahora se limitaba a distribuir el producto. Hierros Tirso, quizá por ser el último en entrar en este mercado, ya que tradicionalmente era una empresa de recuperación de metales, ha buscado la forma de ir más lejos y en los últimos tres años ha emprendido un programa de inversiones en el que ya ha gastado 400 millones de pesetas, con el objetivo de dar valor al producto. El resultado ha sido un rápido crecimiento de las ventas, que en el 2001 alcanzaron los 2.099 millones de pesetas y en este ejercicio, a pesar del parón que la coyuntura internacional causó en el primer trimestre, ya han recuperado la senda de crecimiento.
La empresa de La Reyerta no sólo fue la primera del sector en Cantabria en certificarse con la ISO 9000 sino que también fue pionera en la introducción de líneas de corte de productos largos y planos, para entregarlos en las medidas o en las formas que necesita el comprador.
El último paso ha sido la compra de una granalladora de grandes prestaciones, capaz de desoxidar y pintar automáticamente chapas y pequeñas estructuras para entregarlas listas para montar. En unos pocos meses, esta línea de producto será completada con un gran taladro destinado a facilitar aún más las tareas de transformado de perfiles.
“En el futuro todo irá atornillado”
El objetivo es que grandes estructuras (por ejemplo, las de una nave industrial) salgan prácticamente ultimadas de las instalaciones de Tirso, para evitar los imponderables de la construcción al aire libre. Las piezas llegan al destino y un pabellón industrial puede ser montado con tornillería como un gran mecano en poco más de una semana. Un sistema que, a su vez, facilita el desmontaje si con el tiempo resulta necesario su traslado o reforma. “En el futuro, todo irá atornillado. Por rapidez, calidad y costos, cada vez se construirá más en el taller y menos en la obra”, sostiene Roberto González, que con su hermano Javier está al frente de Hierros Tirso desde 1985.
Las antiguas naves de Alcosant
Los dos hermanos han apurado al máximo las posibilidades de la finca (15.600 m2) y han alquilado las antiguas naves de Alcosant, hoy derribadas, aunque la permanencia de la fachada haga pensar otra cosa. En ese solar de 9.000 m2, totalmente cerrado, se ha ubicado la recuperación de metales, para evitar el contacto físico con su otra división, la actividad de almacenamiento y transformación de hierros nuevos, que ocupa once naves con 7.300 m2 construidos y donde nueve grúas-puente permiten manejar los productos siderúrgicos planos y largos, o los corrugados y mallazos que se venden para la construcción.
El gran proyecto de Tirso, en cualquier caso, está por llevarse a cabo. Los dos hermanos son conscientes de que el crecimiento de la empresa exige salir del ámbito urbano y su deseo es poder adquirir nada menos que 50.000 metros cuadrados en un polígono industrial próximo a la ciudad para construir unos pabellones de almacenamiento y fabricación de piezas más holgados, además de disponer de una reserva de suelo para futuras ampliaciones. Un proyecto que podría llegar a exigir una inversión de mil millones de pesetas y que de alguna forma está condicionado a conseguir el suelo suficiente.
Ventas fuera de la región
La expansión del negocio, cuyas ventas vienen creciendo a un ritmo anual superior al 20% es consecuencia, según los hermanos González, de la captación de mercados fuera de la región (sobre todo en el País Vasco, lo que puede parecer una paradoja, ya que allí se encuentran los grandes fabricantes) y por la filosofía de servicio: “El negocio se dirige hacia la transformación, y por eso queremos aportar cada vez más valor añadido. Por otra parte, toda la plantilla tiene muy claro que vivimos del cliente y hay que dar servicio a cualquier hora. Quizá por eso hemos dinamizado un poco el mercado”, dice Javier González.
Una de las aplicaciones prácticas de esta teoría del servicio se puede observar en varias fábricas cántabras a las que Tirso no sólo suministra los hierros, sino que gestiona los stocks de los almacenes, de forma que el cliente se libera de tareas que no son propiamente de producción.
El otro punto de apoyo en la filosofía de funcionamiento es la política laboral, donde la relación es muy directa y fluida. “Los trabajadores son el gran activo de esta empresa. Hemos conseguido un gran equipo”, asegura satisfecho Javier González. En la actualidad la plantilla es de 50 personas.
Filial en Canarias
Hierros Tirso acaba de abrir una delegación en Tenerife, con unas expectativas muy altas, sobre todo en los productos destinados a la construcción, un sector que en aquella isla mantiene un ritmo espectacular. En el primer ejercicio ya está previsto facturar 400 millones de pesetas.
La vinculación de Tirso con Canarias tiene ya casi 30 años, desde que el fundador de la empresa, Tirso González, conoció la isla y comenzó a negociar con efectos navales. Con la apertura de estos almacenes ha dado un salto cualitativo y poco a poco se impondrá la misma filosofía que aplica la matriz de añadir valor al producto con procesos de transformación.