El desembarco de las casas de Bolsa
En Cantabria siempre se ha jugado a la Bolsa más que en cualquier otra ciudad de tamaño semejante, quizá porque llevados de la mano del Banco Santander los ahorradores se convirtieron en inversores mucho antes que en otros lugares. Con la popularización nacional de la Bolsa que se ha producido desde 1995, las distancias se han reducido pero en sus carteras de patrimonio, los cántabros mantienen la tendencia a introducir un porcentaje de renta variable superior al de otros inversores.
La posibilidad de operar en Bolsa en tiempo real ha excitado esta afición, como comprobaron algunas casas de valores. Un grupo de universitarios que, con Ignacio Martínez al frente, montó su pequeña sala de operaciones en Santander hace algunos años pronto percibió el atractivo que tenía para el público la posibilidad de operar intradía, comprando y vendiendo en cuanto podían hacerse efectivas las primeras plusvalías. La sociedad catalana de valores Gaesco aprovechó la brecha que habían abierto en el mercado local y llegó a un acuerdo con este despacho que ahora ha optado por otra sociedad de valores, la madrileña Benito y Monjardín.
Con unos días de diferencia desembarcaba en Santander otra casa de Bolsa muy conocida, Beta Capital, fundada por el actual presidente del BBVA, Francisco González. Beta, que cuenta con varios socios locales, también tratará de abrirse camino en el mercado de particulares especialmente interesados en los productos bursátiles.
Arma de doble filo
Todos ellos son conscientes de las dificultades para ganar cuota en un mercado muy fidelizado y en un momento en que la Bolsa ha causado más quebrantos que satisfacciones, pero insisten en que la Bolsa es un negocio a medio y largo plazo y su rentabilidad histórica es mucho mayor que la de cualquier otro producto financiero. También saben que el inversor difícilmente se conforma con las modestas rentabilidades de la renta fija cuando ha estado acostumbrado a obtener un 30% de rendimiento en los últimos años y, por ese motivo, antes o después volverá a la Bolsa.
Pero es un arma de doble filo. Por una parte, la clientela tiene la necesidad de recuperar lo que ha perdido en los últimos meses, sobre todo los inversores en valores tecnológicos, y eso provoca una gran presión sobre los brokers que sí pueden ofrecerle una atención personalizada y una gestión profesional, pero que difícilmente pueden garantizarle que conseguirá su objetivo.
Los representantes de las sociedades de Bolsa se han esforzado en hacer comprender a su clientela que la inversión en valores puede seguir siendo un buen negocio, pero que han de tener calma y admitir rendimientos algo más modestos.
Enfrentados a los índices
A pesar de la sofisticación con que se elaboran las cestas de inversiones y los fondos, los gestores profesionales en la mayoría de los casos no pueden alcanzar rendimientos como los que tuvo el Ibex en años anteriores y eso también pone nerviosos a algunos inversores. La explicación es meramente técnica. El Ibex es poco representativo del conjunto de la Bolsa española (hay muchos más valores que han mejorado su cotización desde enero que valores en pérdidas y, sin embargo el Ibex está en número rojos); además, está desequilibrado por el peso de unos pocos valores (sobre todo por el grupo Telefónica y los dos grandes bancos). Como un fondo de inversión no puede darle la réplica, con una cesta de valores y proporciones idénticas, porque sobrepasaría los niveles de concentración que por ley ha de cumplir, difícilmente puede alcanzar los rendimientos del índice selectivo en momentos, como los de los últimos años, en que las telecomunicaciones tiraban alocadamente del mercado.
Definir las estrategias
Javier Requena, de Benito y Monjardín reconoce la que la ausencia de estrategias del cliente es el principal problema para el gestor: “A menudo se van cambiando las estrategias a cada momento, lo que produce inconsistencia tras inconsistencia”. Una vez marcada una pauta coherente en el tiempo, es imprescindible definir su perfil como inversor (su tolerancia al riesgo, las necesidades de liquidez que pueda tener y su situación fiscal, dado que una parte significativa de la rentabilidad puede provenir no de los rendimientos financieros, sino de las desgravaciones). Con esta plantilla se define un perfil de riesgo para el cliente: conservador, equilibrado o agresivo.
La bolsa es arriesgada en el corto plazo, pero no en el largo, y para demostrarlo, las casas de Bolsa echan mano de las estadísticas. Desde 1940, todos los quinquenios han tenido un saldo positivo y en los últimos 75 años, mientras que los bonos del tesoro norteamericanos han deparado un rendimiento medio del 3,8% (apenas para salvar la inflación media que ha sido del 3,1%), las acciones de las grandes compañías han tenido una revalorización anual media del 11% (13,5% en España) y las acciones de las compañías pequeñas del 12,4% (14% en España). En este sentido, sostienen que es posible elegir una cartera de inversiones con menor riesgo y mayor rentabilidad que la mera inversión en bonos que, como ya comprobaron los inversores españoles, a corto plazo también puede dar pérdidas.
Desde diciembre de 1991, el Ibex 35 español ha ganado un 275% sin incluir dividendos ni ampliaciones, lo que supone una media anual del 15,2%, a pesar de que, como es obvio, la trayectoria del último año sea desanimante para los inversores.