Los países también se deprimen
Los empresarios chilenos han pagado una campaña de publicidad para sacar al país del pesimismo, con un mensaje muy sencillo, una mano con el pulgar hacia arriba y el lema Tú ves lo que quieres ver. Piensa en positivo. Y es que el 58% de los ciudadanos de aquel país piensa que la situación económica es muy mala, algo que parece abiertamente contradictorio con unos índices de crecimiento actual superiores al 4,5%.
¿Están equivocados los chilenos o están errados los cálculos económicos? Probablemente ninguno de los dos. El ciudadano tiene una especial sensibilidad para detectar cuando las cosas van bien y cuando, a pesar de todos los mensajes oficiales, no van tan bien, pero sí es cierto que en ocasiones esta percepción se ve ligeramente distorsionada por olas de optimismo o de pesimismo, que se suceden sin una explicación aparente. Ese estado de ánimo al final acaba por tener una repercusión económica muy importante, dado que induce al consumo o lo retrae y, con ello, provoca una concatenación de acontecimientos.
Todos estos movimientos de opinión no son tan aleatorios como puede suponerse. En Chile, los ciudadanos estaban acostumbrados a tasas de crecimiento del 7% y crecer el 4,5% no satisface a nadie, sobre todo porque ha dado lugar a la aparición de un desempleo de 500.000 personas al que la población ya no estaba acostumbrada. Esa circunstancia se ha convertido en un auténtico boquete bajo la línea de flotación de la autoconfianza familiar y de nada ha servido que el presidente Lagos haya aparecido por televisión para asegurar que no se ha hundido el mundo y Chile sigue teniendo una de las economías más saneadas.
En Cantabria vivimos una situación con ciertas semejanzas. Allá donde acude el presidente propone hacer oídos sordos a los cantos de los pesimistas, porque en realidad, Cantabria va muy bien. Martínez Sieso pone especial empeño en enviar este mensaje a los empresarios que, a pesar de votar mayoritariamente al PP, no acaban de sintonizar con las tesis gubernamentales sobre la evolución regional, quizá porque ellos tienen una información demasiado directa de la realidad económica (la de su empresa, la de su sector, y la de la mayoría de sus proveedores y clientes) como para ser influidos.
Cantabria padece desde hace al menos dos décadas una situación parecida a la que ahora atraviesa Chile. Hay un sentimiento generalizado, que no entiende de ideologías, de que las cosas no andan demasiado bien y cuando una idea se estaciona durante tanto tiempo y en tantas personas, algún fondo de verdad debe tener. Quizá sea cierto, como piensan los empresarios chilenos, que un estado de opinión negativo acaba por empeorar aún más el problema y es necesario cambiarlo, pero aquí ya hemos gastado demasiado dinero en publicidad y autombombo y la enfermedad no se cura.