Los magnates y los medios

Los medios de comunicación españoles son ruinosos desde que un fenómeno llamado Internet irrumpió en nuestras vidas y empezó a ofrecer gratuitamente lo mismo que se vendía en los kioskos. Lo sorprendente es que quienes lo ofrecían gratis eran los mismos que salían directamente perjudicados, los propios periódicos. Esa paradoja no ha llegado a resolverse en España pero sí parecía superada en Estados Unidos, que casi siempre se pone como ejemplo de las salidas que puede tener tan azarosa situación. En EE UU los principales medios cobran ya por sus contenidos en la red y los demás o han desaparecido o han empezado a ser subvencionados por el Estado, lo que ha dado lugar a una nueva situación de equilibrio aparentemente estable. Pero, ¿lo es?

La realidad es que los principales medios norteamericanos se sostienen porque han pasado a manos de multimillonarios deseosos de poder, de reconocimiento o, en el mejor de los casos, de prestar un servicio público. Gentes que no han forjado sus fortunas en la prensa, como ocurría con los propietarios tradicionales, sino que han llegado a ella para quedársela por muy poco dinero y convencidos de que podrían repetir los éxitos que han tenido con sus otras actividades.

Muchos de los que pensaban así han salido ya escaldados y han tenido que cerrar definitivamente los periódicos y revistas que compraron, pero quedan los más vistosos, los que han convertido los medios de comunicación norteamericanos en un coto cerrado de magnates cuyas intenciones de servicio público pueden resultar discutibles. Jeff Bezos, fundador de Amazon, se hizo con el histórico y prestigioso ‘The Washington Post’, y aunque muestre las mejores intenciones de devolverle su esplendor económico, puede que se canse de que el presidente Trump ataque a Amazon a través de Twitter, para desquitarse por lo que el Post publica sobre él.

Laurene Powell Jobs, viuda del cofundador de Apple, Steve Jobs, adquirió una participación mayoritaria en ‘The Atlantic’, y Michael R. Bloomberg es propietario de ‘Businessweek’ y de la agencia Bloomberg News. En la transacción más reciente, Marc Benioff, el fundador de la compañía de software Salesforce, compró la revista Time por 190 millones de dólares en efectivo.

En muy poco tiempo, casi todos los grandes medios norteamericanos han pasado a manos de las grandes fortunas

Otros multimillonarios estadounidenses se han convertido en dueños de los principales diarios que se editan en Minneapolis, Las Vegas, Los Ángeles y Boston, y anteriormente se habían hecho con el control de empresas periodísticas más pequeñas, como ‘The Village Voice’, ‘The New Republic’ y ‘Gothamist’.

Casi todos ellos están haciendo esfuerzos generosos por salvar estos medios, que no siempre tienen resultados, como ocurrió con las inversiones de otro cofundador de Facebook, Cris Hughes, que se hizo con ‘The New Republic’ hace seis años y que finalmente ha vendido. Eso no impide plantearse el hecho de que en muy poco tiempo los medios de comunicación que generan más opinión de Estados Unidos hayan quedado en manos de los propietarios de las mayores compañías del país, y nada impide que pueden tener la tentación de poner esa fuerza mediática a su servicio, creando un oligopolio tan importante o más como el que hace casi un siglo se vio obligado a disolver Roosevelt cuando los magnates del petróleo, el acero y los ferrocarriles hacían y deshacían en la política del país, con sus gigantescas corporaciones.

‘The New York Times’ se preguntaba hace unas semanas si la “salvación” de los medios es tan desinteresada y tan comprensiva con la independencia de las redacciones como parece. Hasta ahora lo está siendo pero es cuestión de tiempo que los magnates se harten de perder dinero o, simplemente, caigan en la tentación de utilizarlos. Y no se puede olvidar lo que ocurrió hace un siglo con hombres como William Randolph Hearst, Joseph Pulitzer y Henry Luce, que construyeron imperios editoriales y los utilizaron para intimidar a los rivales, propugnar causas en favor de sus intereses y saldar cuentas.

El problema es que los medios de casi todo el mundo han dejado de tener la oportunidad de escoger, porque su negocio tradicional se agota y el nuevo (el de Internet) no genera los suficientes recursos como para mantenerlo. O viene un rico a salvarles o cerrarán en breve. Y en España da la sensación de que ni siquiera existe la opción del magnate.

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