Un ‘Fab Lab’ para hacer prototipos a bajo coste en Santander

Todos los desarrollos tecnológicos han partido de una idea que pudo someterse a prueba y triunfar. Lo que nunca sabremos es cuántos proyectos se han quedado en el camino por no tener siquiera la oportunidad de contrastarse con la realidad.
Para evitar que eso ocurra y que cualquiera que desee fabricar un prototipo para testar su idea pueda hacerlo, han surgido los Fab Lab, una red de laboratorios, en muchos casos privados, que funcionan como una comunidad de conocimientos y de equipamiento técnico para materializarlos.
Este proyecto, nacido en 2001 en el MIT (Instituto Tecnológico de Masachusets) y se ha ido extendiendo por muchas ciudades del mundo. A Santander ha llegado gracias a la iniciativa de un físico francés, Laurent Brunel. A él se han unido un grupo de profesionales de diferentes áreas (matemáticos, ingenieros en telecomunicaciones, arquitectos, diseñadores y economistas) que participaron en la última edición del Team Street, un foro de creatividad e innovación organizado por la Agencia de Desarrollo Local de Santander, que también ha facilitado el local del Mercado de México en el que el Fab Lab ha abierto sus puertas.

La fabricación al alcance de todos

La elaboración de un prototipo suele ser un proceso caro, al alcance solo de laboratorios universitarios o de grandes empresas con departamentos de I+D, pero la fabricación digital ha venido a revolucionar la forma de pasar desde la teoría de unos planos a la producción industrial. Hoy ya existen los medios, como cortadoras láser, impresoras 3D o fresadoras controladas por ordenador que fabrican objetos individualmente y el objetivo que persiguen los Fab Lab es poner esta instrumentación a disposición de quien lo desee.
Los impulsores del que se ha abierto en Santander no están construyendo por sí mismos, y sin ayudas públicas, parte del equipamiento con el que va a estar dotado, como las impresoras en 3D.
El inspirador de este proyecto, Laurent Brunel, ha sido investigador en empresas francesas de cosmética. De esa experiencia y del convencimiento de la utilidad de los Fab Labs, surge su iniciativa, que ya ha tenido antecedentes en otras ciudades españolas. De hecho en Barcelona se encuentra el mayor de Europa, especialmente orientado al diseño arquitectónico y del que han salido proyectos como las casas solares o la posibilidad de que cualquiera pueda diseñar y fabricar sus propios muebles.

Una instalación abierta

Para acceder al Fab Lab santanderino se fijará una cuota anual de unos 120 euros al año, una cantidad bastante menor que la que se cobra en otras ciudades españolas.
No obstante, en países como Francia, donde los Fab Lab se consideran un servicio público y están subvencionados, los precios rondan los 30 euros al año. De instalaciones del país vecino han salido ya proyectos con un potencial desarrollo industrial, como un robot desbrozador pensado para abaratar los costes de la mano de obra en la agricultora ecológica, o una impresora en 3 D que se pliega y puede trasladarse en una caja. Este tipo de máquina es la herramienta perfecta para los objetivos que persigue un Fab Lab, ya que permite convertir cualquier diseño, por complicada que sea su geometría, en un prototipo físico y cada vez es posible hacerlo en más materiales, y no solo en plástico.
Además, en el laboratorio santanderino también se podrán desarrollar proyectos relacionados con la electrónica, como los basados en Arduino, un hardware libre consistente en una placa y un microcontrolador de muy bajo coste que se ha demostrado muy útil para la domótica. Arduino permite automatizar procesos rutinarios de nuestros hogares de forma muy económica pero sus posibilidades llegan hasta la robótica, los pequeños drones o los vehículos conducidos a distancia.
También se ha extendido su uso en instalaciones artísticas, en las que es preciso diseñar un sistema que controle los efectos de luz y sonido o que interactúe con el espectador.
Todo ello cabe en este Fab Lab santanderino, en el que, además de facilitar el uso del equipamiento técnico, se podrá contar con el asesoramiento de los fundadores, un grupo auténticamente multidisciplinar. Esta puesta en común de habilidades es otra de las claves del funcionamiento de este centro porque, como señala Brunel, “el conocimiento que tienes en pocos años estará obsoleto; hoy en día es imposible avanzar solo y lo que cuenta es ser reactivo”.
No se excluyen proyectos destinados a ser patentados, en cuyo caso se aplica un protocolo que asegure el secreto de la investigación.

Democratizar la investigación

El laboratorio puede servir a las empresas ya instaladas que pueden disponer de él a un precio muy inferior al que les costaría uno propio pero el objetivo último de Brunel es la democratización de procesos de investigación que hasta ahora estaban recluidos en laboratorios profesionales o precisaban de una costosa infraestructura.
El abaratamiento de los medios técnicos necesarios y las inmensas posibilidades que abren las máquinas de fabricación digital lo hacen ya factible y todos podemos ser potenciales usuarios. Basta con tener una idea.

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