Ropa deportiva con marchamo cántabro

Una de las referencias comunes para todo el mundo del deporte en Cantabria es el establecimiento que Alfredo Martínez regenta desde hace veinte años en Santander. Por su tienda, El Mercadillo, han pasado miles de escolares y deportistas cántabros para aprovisionarse de zapatillas, camisetas o chandals, atraídos por los imbatibles precios de este local. Pero más allá de su faceta de vendedor, Alfredo Martínez es un mecenas del deporte base, al que ha donado infinidad de artículos, y es el creador de un premio a los valores humanos en este campo.
Sin embargo, se puede ser muy popular como comerciante y, a la vez, prácticamente desconocido en una faceta que va mucho más allá. Desde principios de los años noventa, Martínez posee una fábrica textil en Solsona (Lérida), junto con otro socio, donde produce ropa deportiva y da empleo a más de un centenar de personas; además, cuenta con dos talleres en Mataró, la cuna del textil en España, y otro más en Barcelona. Una apuesta que contrasta con el hundimiento que ha sufrido este sector como consecuencia de la importación de ropa de países asiáticos.

Multinacionales y marcas blancas

Frente a lo que ha ocurrido con la mayoría de los industriales nacionales, los negocios impulsados por este empresario de Guarnizo no sólo han aguantado la arrolladora competencia que llega de Asia, sino que han conseguido hacerse un hueco en un sector dominado por las grandes marcas, fabricando para estas multinacionales.
Aunque nunca se ha sabido, dado que una de las condiciones para convertirse en proveedor de estas firmas es la discreción, la empresa catalana de Alfredo Martínez ya produjo en los años 90 las equipaciones de clubs de fútbol tan importantes como el Barcelona, el Athletic de Bilbao o el Betis, oficialmente vestidos por Kappa.
Esta actividad como suministrador de grandes firmas se ha potenciado con el tiempo y en la actualidad, además de los productos de su propia marca –Martin Cuest–, sus talleres llegan a elaborar 400.000 equipaciones al año para alguna de esas multinacionales. Buena parte de lo que fabrica va destinado a firmas de Francia y Alemania, y entre sus clientes españoles están grandes cadenas de hipermercados y supermercados para los que hace marca blanca.
De sus talleres también salen uniformes para organismos públicos y prendas destinadas a puntos de venta turísticos. En Cantabria, por ejemplo, viste a las azafatas de El Soplao, y entre su clientela institucional se encuentran ayuntamientos de toda España.
La decisión de fabricar en Cataluña fue tomada tras haberlo intentado en Cantabria. Después de tener un éxito arrollador con la venta de zapatillas y ropa deportiva que importaba de Miami a los que aplicaba márgenes muy reducidos, Alfredo Martínez se planteó a comienzos de los años 90 la creación de una marca propia. El primer intento fue montar un taller en la calle General Dávila, en Santander, donde trabajaban ocho personas. Sin embargo, la necesidad de viajar continuamente a Cataluña para ver muestrarios y adquirir tejidos, le convenció de que el lugar idóneo para crear una fábrica textil era aquella comunidad. Allí cuenta con un socio industrial que aportó la planta y la maquinaria, mientras que él se encargó de buscar clientes por toda Europa, además de financiar el proceso de fabricación en un sector como en el de la confección, donde los trabajos y los aprovisionamientos se pagan al día.

La llamada del mercado ruso

La trayectoria de este empresario cántabro está a punto de dar un nuevo salto cualitativo gracias al interés de un grupo de inversores rusos y españoles por los productos que fabrica. La firma Bussines Club European, con sedes en Madrid y Barcelona, pretende comercializar en Rusia todo tipo de prendas y equipamiento deportivo con el marchamo del ‘made in Spain’ y ha llegado a un acuerdo con Alfredo Martínez para que sea el suministrador de este material. El contrato incluye equipos y accesorios para muchas disciplinas deportivas y no sólo ropa, por lo que Martínez ha recurrido a sus vínculos con otro fabricante español de artículos deportivos, la empresa navarra Ranking, para hacer frente a unos pedidos que podrían llegar a llenar 30 contenedores. Un volumen espectacular de mercancía si se tiene en cuenta que en un solo contenedor caben, por ejemplo, 8.000 pares de calzado.
Una de las bazas del empresario cántabro para que esta operación haya llegado a buen puerto es su profundo conocimiento de Rusia, un país al que viaja con frecuencia por motivos de negocio y en el que se ha aventurado más allá de los circuitos turísticos, visitando lugares para los que se requiere una autorización oficial.
Entre otros resultados prácticos, sus frecuentes visitas a una clínica rusa que estudia los problemas físicos que impiden apoyar correctamente el pie al caminar le han servido para añadir a su establecimiento un departamento de parafarmacia, dotado con equipos para analizar las necesidades de calzado de cada usuario y capaz de diseñar zapatillas técnicas adaptadas a las deficiencias que se quieren corregir.

Un papel no reconocido

Alfredo Martínez también ha sido el introductor de la marca italiana Slam en España y esa circunstancia ha propiciado que actuase como mediador en el acuerdo entre el Racing y la firma que ahora le suministra las equipaciones deportivas. Slam estaba centrada en los deportes náuticos y para vencer su reticencia a ampliar su gama de productos hacia el fútbol, el empresario cántabro buscó más clientes que le compensasen económicamente a la marca, ya que el acuerdo con el Racing podía darle visibilidad pública pero no rendimiento económico, al estar planteado en términos muy favorables para el club de fútbol. El papel de intermediario no le ha reportado a Martínez ni beneficio económico ni reconocimiento, ya que el club no le incluyó en la foto del acuerdo con la marca italiana, lo que para él supuso una fuerte decepción.
A Alfredo Martínez tampoco le importa ‘mojarse’ a la hora de calificar la gestión de los políticos, algo inusual en un empresario, aunque eso sí, lo hace de forma elogiosa. Del consejero de Cultura y Turismo destaca su perfil de hombre culto y trabajador; del alcalde de Santander, su excelente preparación y su juventud; y al consejero de la Presidencia le sitúa en la categoría de las personas tan inteligentes que eligen pasar desapercibidas.
Son las opiniones de un empresario polifacético –es un gran conocedor de la pintura del siglo XIX y en su colección particular posee varias obras de Riancho y de Salces–, que no quiere desvincularse totalmente de sus orígenes y continúa acudiendo los sábados al mercadillo de Santoña. Su impulso empresarial le ha llevado desde la venta ambulante por los pueblos de Cantabria a convertirse en suministrador de grandes marcas internacionales de ropa deportiva y está a punto de dar el salto hacia la venta a gran escala en un mercado tan gigantesco como el ruso.
Jesús Polvorinos

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