JUAN MANUEL ELIZALDE, PRESIDENTE DE LAS ACADEMIAS DE IDIOMAS

P.– Los españoles por fin parece que empezamos a considerar el valor que tienen los idiomas y el número de jóvenes que estudian en el extranjero crece muy deprisa. ¿Es por convencimiento o por necesidad?
JOSE MANUEL ELIZALDE.– Antes era un valor añadido, una ventaja a la hora de encontrar un puesto de trabajo, pero ahora se ha convertido en una necesidad.

P.– ¿Y es imprescindible salir al extranjero para aprender una lengua?
R.– La forma de afianzar una lengua, por mucho que la hayas estudiado aquí, es saliendo fuera. Los españoles somos muy vergonzosos practicando un idioma con otros compañeros. Además, viajar a otro país supone integrarse en una cultura en la que hay que desenvolverse en un lenguaje que no es el propio.

P.– En este tipo de viajes se corre el riesgo de que los alumnos se junten con otros españoles, en lugar de practicar con los nativos.
R.– Depende de cuáles sean los objetivos del estudiante. Si alguien no quiere encontrarse con gente de su país, podemos enviarle a una granja en medio de Oregón. Pero, a cualquier lugar al que vaya, la presión del idioma es muy fuerte y poder hablar con otros compatriotas se convierte en una válvula de escape.
P.– Cada día hay más oferta de cursos de idiomas en el extranjero ¿Cómo elegir?
R.– Lo mejor es acudir a un profesional en busca de asesoramiento. Desde Aseproce buscamos lo que mejor se adapte al alumno, ya sea un niño o un adulto, para que sus expectativas se cumplan. Asesoramos en destino, en precio y en alojamiento. Nosotros nos dedicamos exclusivamente a esto, porque no somos un escuela que, para sacar un dinero extra en el verano, ofrece viajes al extranjero, como ocurre con muchos colegios.

P.– ¿No se puede evitar?
R.– El problema es que no hay una regulación del sector. De hecho, mi principal objetivo como presidente es conseguirlo. Hay una norma de calidad europea que intentaremos que se imponga también en España.

P.– ¿Qué diferencia hay entre el viaje programado para que un muchacho aprenda un idioma y el que se diseña para un adulto?
R.– A los jóvenes se les suelen ofrecer paquetes cerrados que incluyen todo. En el caso de los adultos, las escuelas tienen sus responsables y nosotros sólo actuamos de intermediarios. Somos interlocutores antes, durante y después.

P.– Antes, quien deseaba aprender inglés iba a Inglaterra. Luego se puso de moda Irlanda y ahora hay una enorme variedad de destinos. ¿Se pueden aprender idiomas en cualquier país?
R.– Nosotros los ofrecemos en China, Japón, Arabia Saudí, Egipto… incluso, con yoga en la India, porque ahora se combinan cursos de idiomas con actividades concretas: inglés y fútbol, francés con programas de cocina en Francia…

P.– Parece una agencia de viajes más que una escuela de idiomas.
R.- De hecho, dentro del sistema fiscal así figuramos. Somos agencias de viajes de cursos en el extranjero.

P.– Una vez llegado al destino, ¿cómo se debe actuar?
R.- A los jóvenes se les va a buscar al aeropuerto y a los adultos sólo si lo han contratado. El primer día se hace una prueba de nivel y a partir de ahí todo está organizado: cursos por las mañanas y actividades por las tardes.

P.– ¿Es mejor una residencia para alojarse o convivir con una familia?
R.– Con la familia es más fácil practicar el idioma. La residencia enriquece culturalmente, porque a ella acuden personas de otros países.

P.– ¿Un mes es suficiente?
R.– Depende del nivel del que se parta. Cuanto menor sea, menos se va a poder practicar. La media es de cuatro a seis semanas, pero hay gente que se va hasta un año.

P.– Y todo esto, en dinero, ¿cuánto supone?
R.– Un mes, con clases y alojamiento incluido sale entre 1.800 y 2.100 euros. Aunque este importe varía dependiendo del país y de la duración de la estancia. Así, algunos destinos tan alejados como Nueva Zelanda y Australia pueden salir más baratos que Londres o Irlanda para quien pretenda estar más de diez semanas.

P.– El inglés, ¿sigue siendo el idioma más solicitado?
R.– Sí, porque aún no se domina. España es, junto a Grecia y Portugal, el país que menos conocimientos de inglés tiene.

P.– ¿No nos atrevemos aún con otros idiomas?
R.– Una vez que se conoce el inglés, la gente prueba con el alemán y el francés. Ahora comienza a haber solicitudes de chino y japonés. Hace poco enviamos a un chico a estudiar árabe en El Cairo.

P.- El Ministerio de Cultura ha ofertado 55.000 becas de 1.600 euros cada una para estudiar un curso en el extranjero. ¿Esta iniciativa puede impulsar las salidas de los muchachos españoles al exterior?
R.– La idea es muy buena, porque está dirigida a alumnos becados, por lo que el público objetivo es el adecuado. Pero el dinero que se ofrece es muy escaso para destinos como Londres y muy insuficiente para otros más lejanos.

P.– ¿Entonces?
R.– Lo mejor hubiera sido sacar menos becas y dotarlas adecuadamente o dar dos dotaciones distintas, dependiendo del lugar al que se vaya. Además, está mal gestionado: los plazos van con retraso y cuando salga el listado de becados, apenas tendrán quince días para contratar un curso. Y quizá para esa fecha ya no haya ni cursos, ni vuelos.

P.– El Gobierno de Cantabria también ofrece ayudas.
R.– No, lo que hace es vender cursos de viajes, como nosotros y eso es competencia desleal.

P.– ¿Piensan denunciarlo?
R.– Nuestros abogados están trabajando en ello.

P.– ¿Qué opinión le merece el Proyecto Comillas?
R.– Un interrogante. Más que una escuela para estudiar español, va a ser un centro para que estudiosos del español profundicen en nuestro idioma. Pero todo lo que sea invertir en cultura, bienvenido sea.

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