Las fábricas que traerá el aire

La búsqueda de nuevas empresas que quieran asentarse en la región ha sido perseguido, con desigual éxito, por los sucesivos responsables de la Consejería de Industria. Por lo general, el político no tiene más herramientas para convencer al empresario que ofrecerle algunas subvenciones (cada vez menos), asegurarle que encontrará paz social o facilitarle un suelo. Pero esas cartas no son muy distintas a las que juega cualquier otra comunidad y eso hace muy difícil ganar la partida, incluso en las épocas en que el empresario está motivado a hacer nuevas inversiones. Cuando, como ahora, prefiere esperar a que el temporal económico amaine, conseguir proyectos es poco menos que imposible… a menos que el inversor no tenga más remedio.
Esa es la estrategia que ha preparado la Consejería cántabra de Industria para adjudicar la explotación de aerogeneradores que probablemente se convocará el próximo mes. Tras el estudio de las diferentes propuestas, a principios del verano podrían adjudicarse los 1.500 megavatios que van a ser concursados de una tacada, el equivalente a una central nuclear.
En cualquier otro sector habría dudas sobre la posibilidad de encontrar tantos licitadores, o de que éstos puedan movilizar más de 2.000 millones de euros en una época de sequía crediticia, pero en este no. Todos los grandes operadores de energías alternativas suspiran por quedárselos, porque no hay que olvidar que se trata de un negocio seguro. La venta de la energía está garantizada, al igual que el precio y el retorno de la inversión es muy rápido, tanto que un parque, por caro que sea, puede amortizarse en menos de diez años.

Adjudicaciones por zonas

No obstante, el Gobierno cántabro va a optar por reducir al máximo el número de concursos y, en lugar de hacerlos parque a parque, licitará seis o siete zonas geográficas completas, en cada una de las cuales habrá alrededor de un centenar de molinos. Así aumentará su capacidad de presión sobre cada uno de los adjudicatarios y les facilitará un volumen de negocio más que suficiente como para exigir que se presenten con un proyecto industrial bajo el brazo. Quien quiera aire en Cantabria tendrá que traer algo más que los molinos. O los fabrica in situ, con la intención de que esas industrias puedan suministrar también a otros, para garantizar su continuidad posterior, o se presentan en alianza con una empresa metalúrgica local que esté dispuesta a crear una línea de componentes para aerogeneradores.
Estas exigencias no son habituales en un concurso, pero el Gobierno sabe que las grandes empresas de energías alternativas no están en condiciones de rechazarlas. El negocio que se les ofrece es muy saneado y, aunque la mayoría de ellas no tiene actividades industriales, buscarlas será el mal menor. Cualquier cantidad que tengan que dedicarle parecerá pequeña para quien está dispuesto a hacer un volumen de inversión individual de unos 300 millones, el promedio de cada zona a concurso.
Una lluvia semejante de millones no solo levanta revuelo entre quienes aspiran a hacerse con un trozo del pastel eólico, sino también entre muchas industrias metalúrgicas de Cantabria, conscientes de que nunca más volverá a pasar por su puerta otro tren semejante.
La propia Sodercan ha creado un grupo de trabajo para canalizar estas expectativas, aunque por el momento se está centrando en las empresas vinculadas al sector del automóvil, las fábricas que más fácilmente podrían producir o mecanizar piezas de aerogeneradores.

Un sector incipiente

Desde el entorno del Gobierno ya se ha avanzado que, a través de esta exigencia industrial, el Plan Eólico generará unos 500 empleos directos y otros mil inducidos, pero la concreciones pueden resultar aventuradas cuando las empresas de energías alternativas que tienen previsto concurrir tienen más dudas sobre los términos del concurso que certidumbres. El Gobierno no ha aclarado, por ejemplo, cómo evitar que varios licitadores se presenten con un proyecto industrial semejante, ya que no tendría sentido el que se creasen tres o cuatro talleres de fabricación de mástiles o las mismas piezas de la barquilla. Tampoco está claro si varios licitadores podrán aliarse en un mismo proyecto o cómo se valorarán las alianzas con empresas ya asentadas cuando no se traduzcan en nuevos empleos sino en conservación de los existentes.
En realidad, la industria eólica ya tiene una cierta presencia en Cantabria. La planta reinosana Cantarey, del grupo Gamesa, fabrica una pieza clave de los molinos, como es el generador, que transforma el movimiento de las aspas en energía; Talleres Martínez funde rotores y la factoría de frenos para automóviles Greyco ha empezado a producir, también, frenos para aerogeneradores.
A partir de esta base, la llegada de nuevos fabricantes y la diversificación de empresas metalúrgicas ya existentes en la región, el Gobierno cree que puede crear un fuerte clúster de empresas de componentes eólicos cuya plataforma de lanzamiento sería el Plan Eólico de Cantabria, que por sí solo les proporcionará trabajo para más de un lustro. Con este mercado semicautivo, las nuevas fábricas tendrían tiempo para consolidarse y, además, podrían participar de la mano de sus mentores –las empresas de energías alternativas– en el equipamiento de los parques que estas multinacionales españolas están haciendo por todo el mundo, ya que se han convertido en líderes internacionales.
El proceso tiene ciertas semejanzas con el que se produjo a raíz de la implantación del ferrocarril en Gran Bretaña, donde una inversión muy fuerte y muy concentrada en el tiempo, como la que ahora se va a producir, motivó el rápido surgimiento de una industria propia que, cuando disminuyeron las necesidades internas, se lanzó a conquistar los mercados internacionales. Pero ahora, los competidores nacionales y extranjeros son bastantes, y tampoco están parados. Consciente de ello, Industria espera que los proyectos vengan acompañados por programas de I+D, pensando sobre todo en la futura explotación de parques eólicos marinos, que es el siguiente reto que los promotores del Plan se han planteado para cuando esté agotada las posibilidad de asentar más molinos en el territorio.

Pequeños, fuera

La estrategia del ‘yo te doy para que tú me des’, no va a ser la única novedad en el Plan Eólico de Cantabria, que cambia muchas cosas con respecto a las estrategias que se han llevado a cabo en otros lugares y en la propia región hasta que la moratoria de 2001 paralizó el desarrollo de la energía eólica nada más iniciarse. Basta la decisión de licitar los concursos por zonas geográficas para dejar fuera de juego a las pequeñas compañías y a los inversores particulares que habían visto en las licencias de parques eólicos un buen negocio, pero no para explotar la energía producida sino para vender la concesión a una gran empresa del sector.
Dentro de cada demarcación, cada adjudicatario podrá proponer el número de parques que estime conveniente hasta alcanzar los 200 o 250 megavatios que corresponderán a la zona (unos cien molinos de gran envergadura) así como el emplazamiento concreto de cada uno de ellos. Eso sí, su propuesta deberá superar un informe de impacto ambiental. También tendrán que llegar a acuerdos con los propietarios de los terrenos donde quieran emplazar los molinos, que en su inmensa mayoría serán juntas vecinales ya que casi todos los montes elegidos son públicos.

Las zonas elegidas

El Plan Eólico quintuplica las expectativas establecidas hace solo una legislatura en el Plan Energético Regional pero para implantar tantos molinos ha sido preciso ampliar las tres áreas geográficas inicialmente previstas. Las ubicaciones las ha buscado un equipo de la Universidad de Cantabria, dirigido por Antonio Cendrero, que ha tratado de aprovechar los principales flujos de aire de la región y, al tiempo, de minimizar el indudable impacto visual que va a tener la masiva instalación de aerogeneradores sobre el paisaje cántabro.
Así se han establecido media docena de zonas de ubicación, situadas todas ellas en las comarcas interiores, ya que era obligado respetar la franja costera protegida por el Plan de Ordenación del Litoral (POL). Las zonas elegidas son el borde sur del pantano del Ebro; el municipio de San Miguel de Aguayo, donde ya se han autorizado algunos de los parques tramitados antes de la moratoria; la Sierra del Escudo; la comarca pasiega, aunque con las cautelas que impone la protección de su paisaje singular; y Soba, donde ya está en funcionamiento el único parque eólico construido hasta ahora en la región, el de Cañoneras.
Se ha preservado expresamente la zona occidental de Cantabria, atendiendo al valor paisajístico de la comarca de Liébana y los Picos de Europa, que no se verán alterados por la presencia de los aerogeneradores.

El papel de la industria local

La posibilidad de hacerse con una parte de esos 1.500 megavatios eólicos en concurso va a atraer a todas las empresas productoras de energía, dado que ya no es posible encontrar en España una oportunidad como la que ofrece Cantabria, donde los nuevos emplazamientos empiezan a agotarse. No obstante, los requisitos industriales que se van a exigir han creado cierta inquietud en el sector y no pocas presiones sobre el entorno del Gobierno.
Pero, si los productores de energías alternativas se juegan mucho, no se juegan menos los industriales de la región, aunque muchos empresarios aún no sean conscientes de ello. Las instituciones parecen dispuestas a ayudarles a aprovechar la oportunidad que pasa por su puerta y para inventariar los recursos que pueden ser reorientados hacia el sector eólico, el ITEC (Instituto de Ingeniería y Tecnología de Cantabria) está realizando un inventario de las empresas locales del metal. El propio Gobierno está sondeando a las más importantes caldererías de la región para conocer su disposición a participar en ese negocio, aunque las respuestas están siendo cautelosas.
La fabricación de torres no es algo que se pueda poner en marcha aprovechando la infraestructura y la maquinaria que ya poseen. Se trata de una producción muy especializada, debido al gran tamaño de las piezas, lo que obliga a crear nuevas plantas, tanto para su fabricación como para el mecanizado. Además, son productos con márgenes de beneficio muy ajustados, por lo que, para que una calderería se lance a levantar unos nuevos talleres, tiene que asegurarse previamente de contar con suficiente carga de trabajo.

Un polígono especializado

El hecho de que no se hayan definido algunas de estas circunstancias no ha impedido que el Ejecutivo cántabro haya dado otros pasos, entre ellos el buscar dónde ubicar algunas de las fabricaciones que propongan las empresas de energía eólica. Para compensar a la Cantabria interior, que soportará el impacto visual de los molinos, el lugar elegido ha sido Mataporquera, donde ya había en marcha un PSIR para la creación de un polígono especializado en energías alternativas.
Aunque la tramitación de ese PSIR lleva ya mucho camino recorrido, existe la intención de ampliar la superficie inicialmente prevista (unos 580.000 m2) para dar cabida a las nuevas plantas de componentes eólicos que puedan surgir. Esa intención tiene el inconveniente de retrasar aún más la iniciativa para la construcción en aquel lugar una fábrica de paneles solares con capital cántabro y chino de la que Cantabria Económica informó en marzo del pasado año. La ampliación del polígono obligaría a tramitar de nuevo el PSIR, lo que demoraría la disponibilidad de suelo para los promotores de esta planta.

Una convocatoria inminente

Sea cual sea la decisión que se tome con el polígono, la puesta en marcha del Plan Eólico es inminente. El decreto con el que se va a levantar la moratoria que pesaba sobre el desarrollo de nuevos parques, podría ser devuelto por el Consejo de Estado en los próximos días despejando el camino hacia la convocatoria del concurso de las zonas eólicas, seguramente en marzo. Tras dos meses de estudio de las diferentes propuestas, la Consejería de Industria confía en que los primeros pasos para el desarrollo sobre el terreno del Plan Eólico pueda darse a comienzos del verano. A medida que pasen los meses, los montes más inhóspitos de la región empezarán a vivir una sorprendente actividad, la que para entonces quizá falte en los valles.

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