La otra economía

Las cooperativas, asociaciones, empresas de inserción y centros especiales de empleo que operan en Cantabria crecen a pasos agigantados, aunque esta otra economía no busca enriquecerse sino integrar a personas excluidas, sean pobres, desempleadas o padezcan alguna discapacidad.
Las mujeres gitanas componen uno de los colectivos con mayores dificultades de acceso al mercado laboral en la región: “Una gitana que va a pedir trabajo está en desventaja con el resto, porque existe rechazo social”, observa el cura de Cueto, Domingo Landeras. Y esta razón les ha llevado a poner en marcha una empresa de limpieza, El Faro, con sede en la casa parroquial. Dos encargadas ‘payas’ con experiencia en el sector se reúnen con el cliente para vencer su recelo inicial y allanar el camino al resto de la plantilla, formada por otras diez operarias.
El año pasado facturaron unos 60.000 euros y cada vez son más los pisos, oficinas, obras, colegios y portales –muchos de ellos en la zona de Valdenoja– que les están confiando su limpieza.
No es la primera vez que la parroquia de Cueto promueve una iniciativa parecida, ya que parte de las limpiadoras proceden de una cooperativa de corte y confección creada en los años setenta y desaparecida hace un lustro por el abaratamiento de la mano de obra en el sector textil que ha impuesto la competencia asiática. Seguramente, tampoco será la última, porque no descartan abrir un servicio de lavandería y otro de catering para los mayores del pueblo.

Un entramado mayor

Limpiezas El Faro forma parte de un entramado mayor, concebido para ayudar a los 8.000 habitantes de Cueto y, sobre todo, a los del poblado gitano-portugués. Está formado por el Centro Social Bellavista, que acoge una guardería y un colegio de primaria y secundaria; talleres ocupacionales, que imparten programas de garantía social; un centro de día y el Hogar San Pablo, destinado a eventos sociales y reuniones. Entre todos, suman casi un centenar de trabajadores, cincuenta de ellos en plantilla y el resto voluntarios.
La ramificación de actividades en torno a la parroquia tiene su origen en el año 1969, con la llegada a Cueto del sacerdote santoñés Julio Blanco. Este cura, del que Landeras dice que “nace uno cada 25 años”, observó las deficiencias que padecía este pueblo de Santander y se propuso afrontarlas. Primero fundó un centro escolar para atender a los niños e, indirectamente, a sus padres, al que pronto se añadieron una guardería y talleres de carpintería y automoción para colocar a los jóvenes que no consiguieran acabar la educación básica.

Poblado chabolista

La aparición de un foco de chabolismo formado por gitanos portugueses en las afueras de Cueto, les impulsó a crear en 1973 la Asociación Antichabolista Serpemar dirigida a erradicar la marginalidad de este asentamiento y favorecer su integración a través de una escuela donde los niños del poblado pudieran permanecer hasta el momento de acceder al colegio público o al centro social.
Con el tiempo y la colaboración del Ayuntamiento de Santander, las chabolas se han ido sustituyendo por viviendas nuevas. De hecho, este año dos familias recibirán una prima para ayudarles a abandonar el barrio. No obstante, algunos matrimonios jóvenes prefieren permanecer en una caravana, cerca de sus padres, a marcharse a un piso.
En el poblado siguen 32 familias gitanas, la mayoría de las cuales se dedican a la recogida de chatarra y cartón o de algas. Otros son feriantes, vendimiadores o transportistas. Su existencia no dista tanto de la de sus antepasados, pero es indudable que la labor de sacerdotes como Julio Blanco o Domingo Landeras ha obrado un cambio.
Patricia San Vicente

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