Marino Berrio abre la primera planta para residuos de electrodomésticos de Cantabria

El reciclaje de electrodomésticos y aparatos electrónicos es una obligación legal desde hace más de una década y su coste va incluido en el precio que el consumidor paga por ellos, aunque lo desconozca. Sin embargo, esta obligación no había provocado hasta ahora la creación en Cantabria de una planta especializada en el reciclaje de este tipo de residuos, los RAEEs, quizá porque los equipos necesarios para su descontaminación y recuperación son caros y la región no genera un volumen suficiente de desechos. El resultado es que los residuos eléctricos y electrónicos producidos aquí debían ser llevados a otras comunidades para ser tratados.
Desde hace unos meses, ese trasiego ya no es necesario. Una empresa chatarrera cántabra, que también es gestora autorizada de residuos peligrosos, Marino Berrio, ha levantado en Astillero una planta para la recuperación de los metales valiosos (aluminio, y cobre) que se encuentran en los electrodomésticos y aparatos electrónicos. La nueva instalación también limpia y prepara la chatarra destinada a las fundiciones.
El resto de las operaciones que comporta el tratamiento de los residuos eléctricos y electrónicos, como el vaciado de los gases de efecto invernadero que se contienen en neveras o pantallas, y otros residuos peligrosos, como condensadores, baterías o pilas, se entregan a plantas de otras comunidades, aunque Marino Berrio no descarta dotarse en un futuro de los equipos necesarios para realizar esa labor y completar el proceso de reciclaje de los RAEEs.
La planta también tiene otra utilidad. Para una empresa dedicada desde su origen a la recuperación de chatarra, la idea de disponer de una instalación donde llevar a cabo los procesos de limpieza y trituración de los metales que adquieren las fundiciones era muy atractiva. Pero aún contando con dos centros que tiene Marino Berrio, uno en Torrelavega y otro en Langreo (Asturias), el volumen de chatarra que manejan no bastaba para la potente inversión que había que realizar. Como el mismo problema se planteaba en otras empresas chatarreras de la región, Marino Berrio se animó a dar el paso y crear una planta que diera servicio a todo el sector.

Instalada en Santal

Tras dos años visitando fabricantes de grandes fragmentadoras –un enorme molino donde se tritura el metal–, la empresa torrelaveguense adquirió en Italia los equipos necesarios para montar la planta de tratamiento de RAEEs, que le costaron más de dos millones de euros. La otra gran inversión, la del suelo donde ubicar la instalación, la tenía resuelta, ya que hace siete años adquirió a orillas de la Ría de Solía, en Astillero, la empresa de mármoles y granitos Santal, con 32.000 metros cuadrados de suelo, de los que la nueva planta ocupa unos 7.000.
Aunque se ha aprovechado una de las naves ya existentes en el complejo, ha sido necesario adaptarla, así como realizar el acondicionamiento de la zona donde se lleva a cabo el tratamiento de residuos (hormigonado e impermeabilización de suelos, decantadores de hidrocarburos, una línea de alta tensión, nuevos transformadores, etc). Unas obras que han elevado la inversión final hasta los cuatro millones y medio de euros.

Chatarras limpias para fundición

A la nueva planta le llegan dos tipos de residuos. Por un lado –mediante acuerdos con las empresas que se encargan del sistema integrado de gestión de residuos (SIGs)– los electrodomésticos y aparatos electrónicos desechados. Proceden de los puntos limpios de toda Cantabria o de la recogida que hacen los propios distribuidores al vender un nuevo frigorífico o televisor. Este tipo de residuo también está llegando desde Asturias, Palencia y Bilbao. De hecho, la planta está pensada para dar servicio a estas zonas, porque las fragmentadoras más cercanas están en Gijón y en San Sebastián.
Los otros residuos que llegan hasta la nueva planta son las chatarras procedentes de vehículos fuera de uso y otros restos metálicos (botes, envases, etc.) y van destinados a las siderúrgicas. Es aquí donde la colaboración con los otros chatarreros se hace visible. Marino Berrio compra a esas empresas la chatarra compactada que, después de su limpieza, para eliminar los plásticos, la tierra o los restos de pintura, tritura y vende a las fundiciones.
Mientras se muelen los restos de chatarra en la fragmentadora se absorben los polvos y humos mediante un filtro de agua. Sobre los restos fragmentados se lleva a cabo una triple selección, eliminando los residuos más volátiles (maderas o plásticos ligeros), y los magnéticos y plásticos más pesados. Por último, se separan los residuos de hierro y los metales más valiosos, como el aluminio o el cobre de los cableados.
Los plásticos y tierras son llevados a un vertedero y los metales se venden a las fundiciones. Aunque son mercados que fluctúan, actualmente se paga a unos cuatro mil euros la tonelada de cobre y a unos mil la de aluminio. El metal menos valiosos es el hierro, que se paga a unos 200 euros la tonelada.
La fragmentadora de Marino Berrio procesa 20 toneladas a la hora, aunque podría llegar al doble de esta cifra con algunos cambios. A pesar de los pocos meses de actividad, la planta opera ya al 50% de su capacidad y trabajo no le va a faltar, porque si en Cantabria se recogieron en 2013 una media de 2,46 kilos de residuos de aparatos eléctricos y electrónicos por habitante, la previsión es que esa cifra vaya en aumento y en el año 2022 se generen en la región 4 kilos por habitante y año, es decir, unas 2.300 toneladas anuales, que deberían pasar por esta planta de tratamiento.

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