El aparato portátil capaz de descubrir los falsos alzheimer

La aplicación de nuevas tecnologías, en especial las informáticas, al campo de la medicina ha dado origen a los avances más espectaculares en el diagnóstico y tratamiento de muchas enfermedades que no tenían explicación o cura. Sin embargo, en España ambas disciplinas han discurrido por caminos paralelos. Al menos, hasta ahora. La prueba está en Neurinc, la primera empresa de neuroingeniería de Cantabria, que nace de la mano de tres ingenieros de la Universidad y dos neurocirujanos de Valdecilla. Después de cinco años de colaboración han conseguido la primera patente, que han sufragado gracias a la ayuda de la Universidad y del Instituto de Formación e Investigación Marqués de Valdecilla (Ifimav). Para hacer el proyecto han contado también con la colaboración de varias empresas. Ya tienen un plan de negocio elaborado por Sodercan para lanzarse al mercado y sólo falta encontrar los socios que aporten el capital.
Alfonso Vázquez Barquero, jefe de Neurocirugía de Valdecilla y uno de los padres de la criatura, explica que tras conseguir la patente de un equipo para medir de manera digital y ambulatoria la presión intracraneal había dos opciones, vender la patente o lanzarse a producir el aparato creando una empresa propia. Ellos se han decantado por la segunda opción. Están convencidos de que el producto tendrá demanda “porque es rentable económicamente para los hospitales” ya que evita la hospitalización y los riesgos que cualquier ingreso hospitalario conllevan.

Materia gris

En esta apuesta hay mucha materia gris. No sólo la que ha hecho falta para desarrollar el software de un dispositivo portátil que permite medir la presión intracraneal, registrar esos valores y compararlos con los parámetros ordinarios, sino porque su empleo sirve, precisamente, para saber si un cerebro pierde irremediablemente su materia gris por culpa del alzheimer o si, por el contrario, el deterioro neurológico que acusa el paciente se debe a una hidrocefalia por presión normal. Una patología que tiene remedio mediante la colocación de una válvula que drena el exceso de líquido cefalorraquídeo, como ha podido comprobarse en el cambio que recientemente ha experimentado la duquesa de Alba, pero que en ocasiones no llega a tratarse, al ser confundida con el alzheimer.
Hasta ahora, explica el neurocirujano Rubén Martín Láez, responsable del grupo de Hidrodinámica de Valdecilla, “aunque estamos en el siglo XXI, seguíamos utilizando aparataje convencional para registrar la presión intracraneal”, lo que implica tener al paciente hospitalizado entre tres y cinco días, conectado a varias máquinas analógicas que toman valores periódicos de la presión en el interior de su cráneo.
Los médicos plantearon la necesidad de disponer de tecnología digital para realizar estos registros a los ingenieros Luciano Alonso, miembro del grupo de Ingeniería de Control de la UC, Fernando Viadero, catedrático de Ingeniería Mecánica y Juan Pérez Oria, catedrático de Ingeniería de Sistemas y Automática, los tres pertenecientes a la Escuela Superior de Ingeniería Industrial y Telecomunicaciones de Cantabria, que se pusieron manos a la obra.
Se trataba de aplicar el conocimiento técnico de los ingenieros al conocimiento del cerebro y su funcionamiento que tienen los neurocirujanos para encontrar nuevas herramientas de diagnóstico capaces de detectar patologías susceptibles de solucionarse con una intervención quirúrgica y que, por tanto, no condenan al paciente a una inevitable y progresiva languidez de su cerebro, como el alzheimer.

De analógico a digital

En el proyecto han invertido cuatro años de trabajo. Inicialmente, los ingenieros trabajaron sobre los equipos de toda la vida, pero aplicando en ellos tecnología digital. Poco a poco el software fue haciéndose más complejo, hasta ayudar al diagnóstico de algunas patologías mediante un sistema inteligente.
Los neurocirujanos seleccionaron los registros que debía medir el aparato y determinaron los valores considerados patológicos. Los ingenieros se encargaron de diseñar un sistema de inteligencia artificial que permite comparar los datos recogidos con los estándares y, a partir de esa comparación, propiciar un diagnóstico. Esta es una de las ventajas del sistema digital frente al analógico, además de la posibilidad de almacenar esa información y poder disponer de ella en cualquier momento.

Directo al cerebro

Aún quedaba una vuelta de tuerca más. Tanto el sistema analógico como el digital requieren mantener al paciente ingresado en el hospital entre tres y cinco días para registrar los valores que se dan en el cerebro, dado que no bastan los datos puntuales y es necesario un seguimiento de su evolución. Entonces empezaron a pensar en la manera de diseñar un pequeño dispositivo que recoja los datos tal como hace el aparato tradicional, pero que pudiese ser llevado encima por el paciente mientras hace vida normal, en lugar de tener que permanecer hospitalizado varios días, como ocurre ahora.
Ya lo han conseguido y el resultado es una pequeña caja de la que sale un cable conectado a un catéter que, tras una incisión transcraneal, se introduce en un área silente del cerebro, el frontal derecho. A través de ese cable se va registrando la presión intracraneal en una tarjeta de memoria similar a la que llevan incorporadas las cámaras fotográficas digitales. El cable se oculta bajo la piel y el paciente lleva el dispositivo consigo colgado como si fuera una cartuchera, lo que no produce molestias ni incomodidades, ya que su tamaño es similar al de una petaca. Mientras continúa su vida habitual, el sistema recoge los valores y es capaz de interpretar si está en determinada actividad o se encuentra en reposo.
La intervención para conectar el cable al cerebro es tan mínimamente invasiva que sólo requiere anestesia local y sedación. Se realiza de manera ambulatoria en el Hospital del Día y, por tanto, no precisa ingreso hospitalario. Prácticamente no presenta ninguna complicación y, al cabo de tres días, el enfermo es visto en la consulta donde se le desconecta el mecanismo portátil y se vuelca la información registrada en un ordenador para su interpretación y diagnóstico.
El doctor Vázquez Barquero compara el aparato con el Holster que se emplea para registrar la actividad eléctrica del corazón, aunque es bastante más complejo que aquel.

En busca del capital

Una vez desarrollado el prototipo y comprobada su eficacia resta producirlo y, para ello, los investigadores deben encontrar los socios que aporten el capital para crear la empresa. Están convencidos de que no solo es viable sino que con una inversión inicial que no sobrepasará los 300.000 euros –la investigación, lo más gravoso, ya está desarrollada– en dos años empezarán a obtenerse beneficios.
Una vez se han adentrado con éxito en el campo de la bioingeniería, el equipo ya está trabajando en otros productos que, hasta no registrar las correspondientes patentes, guardan celosamente en secreto. Son buenos conocedores de las necesidades que tienen los hospitales y de los altos costes de algunas pruebas diagnósticas y están convencidos de que hay todo un mundo de oportunidades en el maridaje entre la medicina y la tecnología.
Africa Fernández

Suscríbete a Cantabria Económica
Ver más

Artículos relacionados

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba
Escucha ahora   

Bloqueador de anuncios detectado

Por favor, considere ayudarnos desactivando su bloqueador de anuncios