Lo que se va a encontrar el nuevo Gobierno

En la política regional tienen más peso las personas que las ideas y en ese sentido, se trata de un cambio histórico. Personas como José Luis Gil, cuyo nombre equivalía ya a Consejería de Medio Ambiente, desaparecen del panorama político regional. Probablemente deje, incluso, su escaño de diputado y no será el único. Fuera del Gobierno, el PP tendrá muchas dificultades para retener algunos de sus hombres históricos, que no tienen especial interés en seguir la política como simples espectadores desde el Parlamento o como concejales de la oposición después de haber ocupado alcaldías durante décadas. El propio José Joaquín Martínez Sieso podría buscar un acomodo político en Madrid, a sabiendas de que la gestión interna de un partido sin poder es mucho más difícil, sobre todo si empiezan a polarizarse sobre su persona supuestas culpas de no haber ganado o no haber sabido pactar, que obviamente no tiene.
El Gobierno de Martínez Sieso puso toda la carne en el asador para ganar las elecciones y a lo largo de la campaña mejoró sustancialmente sus perspectivas iniciales de voto, pero eso no fue bastante para conseguir la mayoría absoluta. Revilla, el mismo que le hizo presidente por ocho años, tenía ya decidido que en esta ocasión le tocaba a él ocupar el puesto y, a su vez, el PSOE le devolvía a los populares la finta que estos le hicieron en 1991 con la UPCA. Mientras les tranquilizaban sobre sus intenciones de no pactar con los regionalistas, los socialistas estaban negociando con ellos un acuerdo tan rápido y de gestión tan sorprendentemente sencilla (en la primera reunión quedó casi todo decidido) que el PP no tuvo tiempo de reaccionar.
Las presiones que por vía indirecta realizó sobre el líder del PRC para intentar que diese marcha atrás no tuvieron ningún resultado: “No saben la presión que soy yo capaz de aguantar”, ha manifestado más tarde el propio Revilla, quien además se curó en salud revelando que uno de sus diputados había sido tocado. Una afirmación poco afortunada, al poner en entredicho la honestidad de sus ahora rivales políticos, pero que quizá pueda entenderse en el líder de un partido que sufrió en sus carnes el transfuguismo durante varias legislaturas.

Continuismo forzado

Los cambios en las personas serán más significativos que en las políticas. En realidad, la gestión de una comunidad autónoma como Cantabria sólo podrá ser continuista y así se desprende del discurso de investidura de Revilla. Ni siquiera en las consejerías gobernadas por el PSOE se podrán hacer políticas muy diferentes a las que se hacían. Incluso en los conciertos educativos, los socialistas van a tener que caminar por el filo de la navaja. Si se dejan llevar por la ideología y por la presión de los sindicatos más próximos, tendrían que reducir los conciertos con centros privados, pero ese es un camino demasiado arriesgado y lo más probable es que se mantengan los realizados, con una cierta tendencia a la baja a medida que se amortizan módulos de colegios que pierden alumnado.

Arcas vacías

El nuevo Gobierno no tendrá fácil el aterrizaje, sobre todo los consejeros nombrados por el PSOE que se van a encontrar con equipos de funcionarios completamente desconocidos para ellos y un estado inicial de mutua desconfianza. Pero el principal problema será el económico. El Gabinete de Martínez Sieso quemó casi todas las municiones presupuestarias en el primer cuatrimestre del año, dado que el objetivo prioritario para este año era ganar las elecciones. Y algunos ex consejeros se han dado una enorme prisa en acabar con lo poco que quedaba en el mes que han permanecido en funciones, una vez conocido que no seguirían.
Un caso semejante se vivió a finales de 1990 en el plazo que medió entre la presentación de la moción de censura contra Hormaechea y su sustanciación en la Cámara, cuando el polémico expresidente dedicó dos consejos de Gobierno a aprobar gastos por importe de más de 6.500 millones de pesetas.
En cualquier caso, la situación actual de las arcas regionales es incomparablemente mejor, porque el endeudamiento es muy reducido, lo que no quiere decir que el nuevo Gabinete tenga mucho más margen de maniobra, dado que la Ley de Estabilidad Presupuestaria impide contratar nueva deuda.
Dado que habrá muy poco que gastar en estos seis meses, el Gobierno tendrá más tiempo para pensar, pero no demasiado, porque a finales de agosto ha de tener preelaborados los presupuestos de 2004 y la escasa cautela de Revilla que prometió para septiembre un nuevo POL obligará a acelerar al máximo su elaboración que, en ningún caso podrá estar concluida para esa fecha. Basta recordar que Gil tardó doce años en llevarlo al Parlamento y aseguraba que para mejorar la rudimentaria cartografía empleada harían falta al menos tres años más.

Control del gasto sanitario

Angel Agudo, el nuevo consejero de Economía, conoce bien un departamento que ha controlado durante muchos años desde la oposición, pero es muy difícil a día de hoy saber con exactitud cuál es el gasto en sanidad, una competencia que Cantabria acaba de estrenar y que consume la mitad del presupuesto regional. Cualquier error en esta materia puede resultar muy grave y los precedentes del Gobierno anterior son preocupantes. El nivel de gasto ha aumentado sustancialmente en un solo año con respecto al que tenía el Estado, sin que se hayan incorporado nuevas prestaciones.
El Gobierno entrante tendrá que encontrar la solución para frenar el gasto sanitario, que a pesar de todos los intentos de control está creciendo en la región a ritmos superiores al 10% y la vicepresidenta Dolores Gorostiaga ya ha anunciado que renuncia a establecer nuevos copagos, lo que indica que la solución no podrá llegar por la vía de los ingresos, sino por el control de los gastos.
No será sencillo. El anterior consejero de Sanidad, Jaime del Barrio, ha recurrido con generosidad a lo que se conoce como peonadas para hacer frente a las listas de espera. Con la extensión de estos pagos extrasalariales a médicos y enfermeras por extender su jornada, se reconcilió con la clase médica, al aumentar sensiblemente sus ingresos, pero no ha resuelto los problemas de la lista de espera. Los datos oficiales del Ministerio de Sanidad indican que la espera a una intervención quirúrgica era en diciembre de 2002 algo mayor de la que había cuando el propio Ministerio gestionaba la sanidad cántabra.
Si la nueva consejera Charo Quintana opta por retirar las peonadas o incluso por reducirlas y buscar otro sistema, es posible que se encuentre con una rebelión interna de los sanitarios, traducida en tensiones y un nuevo aumento de la lista de espera, por lo que la decisión no será sencilla.

Concertación más difícil

En el resto de la Administración pública el nuevo Gobierno también puede tener problemas. Basta recordar lo ocurrido en 1991. Cuando el Gobierno de Gestión llevaba sólo tres meses en el cargo, CC OO anunció una huelga de funcionarios para reclamar un complemento de homogeneización. Apurado por unas elecciones inminentes, el Gobierno presidido por Jaime Blanco, accedió a reconocer esa demanda, que suponía un montante económico no desmesurado –aproximadamente cien millones de pesetas– pero no era fácil de asumir con los presupuestos cerrados y en el estado de quiebra financiera que dejó el anterior presidente. Dos meses después volvía al Gobierno Juan Hormaechea y decidió no pagar la homogeneización aprobada, a pesar de lo cual los sindicatos sólo hicieron un pequeño amago de reclamación y, después de fracasar, optaron por olvidarse del asunto durante mucho tiempo, una actitud muy distinta a la que habían mantenido anteriormente.
Con este precedente también cabría suponer que al nuevo consejero de Industria socialista, Miguel Angel Pesquera puede resultarle más difícil mantener las políticas de concertación que a sus predecesores del PP, por paradójico que pueda parecer, dado que previsiblemente los sindicatos elevarán su nivel de demandas.
Pesquera tendrá otra tarea complicada en Sodercan, donde tendrá que decidir cómo dar el carpetazo a una decena larga de inversiones históricas fallidas y cómo reorientar la empresa, cuyas tareas se solapan con la propia Consejería y, en su papel de sociedad de capital riesgo, con la recién creada Cantabria Capital.

Tres graves problemas en Medio Ambiente

En cualquier caso, muchos menos problemas de los que va a encontrar el nuevo consejero de Medio Ambiente, el catedrático José Ortega Valcárcel, a la hora de reconducir la Empresa Regional de Residuos, auténtico agujero negro del Gobierno, que ha servido para casi todo, menos para aquello para lo que fue creada. En teoría, iba a ser la herramienta para cobrar con más agilidad las tasas de basura a los ayuntamientos morosos y acabar así con el déficit sempiterno de este servicio público regional. En la práctica, desde que existe no sólo no se ha reducido el déficit en la gestión de basuras, sino que se ha duplicado.
Ortega recibe, además, dos herencias envenenadas: la obligación de empezar el cobro del canon por depuración de residuos, que Gil estableció hace más de dos años pero que nunca se ha atrevido a cobrar, a sabiendas de lo impopular que resultará, y el desabastecimiento de agua a la zona oriental de la región, que volverá a producirse este verano, porque la Consejería de Obras Públicas sigue sin resolverlo. Hay que recordar que todo el ciclo del agua pasa ahora a estar incluido en Medio Ambiente.
El nuevo Gobierno va a tener proporcionalmente menos dinero que los precedentes, dado que las ayudas comunitarias están descendiendo muy deprisa, pero no se puede olvidar que ya encuentra hechas muchas de las inversiones en infraestructuras, como la renovación de las carreteras regionales, que ha consumido cada año una parte significativa del capítulo de inversiones, o la de los puertos pesqueros. Al mismo tiempo, se va a ahorrar el enorme gasto de construir una nueva sede, lo que indica que tendrá un margen de maniobra notable, probablemente más que el Gobierno anterior y que ahora debiera traducirse en una mayor generosidad al financiar los equipamientos municipales, los hermanos pobres del entramado administrativo.
El horizonte económico no es demasiado bueno y va a estar penalizado por la brusca caída en el empleo del sector de la construcción que se ha producido tras las elecciones. En los meses previos se había llegado a cotas históricas de actividad, con trabajos a tres turnos, incluso los festivos, para acabar a tiempo las numerosas obras que debían inaugurarse antes del 25-M. Toda la excitación anterior se ha convertido en inactividad posterior, dado que el sector inmobiliario no ha podido recoger todo este personal que ahora queda excedente, como consecuencia de la fuerte caída que se ha producido desde comienzos de año en el inicio de nuevas viviendas. Es posible que a corto plazo las contrataciones de la temporada turística disimulen el problema, pero el próximo otoño será irremediable una fuerte caída del empleo. Será el primer revés del Gobierno, aunque poca responsabilidad haya tenido en ello.

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