Un crédito sin avales

Facilitar a una mujer de Bangladesh la compra de una máquina de coser que le permita mantener a su familia, o ayudar, en una sociedad industrializada, a una parada de larga duración a poner en marcha un proyecto de autoempleo, son situaciones con un nexo común. La historia del microcrédito no tiene más de un cuarto de siglo, pero ese espacio de tiempo ha servido para demostrar cómo un sencillo mecanismo financiero, pensado para crear modestas iniciativas empresariales en el Tercer Mundo, puede tener también aplicación en los países más desarrollados.
El microcrédito trata de impulsar el autoempleo poniendo a disposición de personas con dificultades de inserción laboral préstamos de pequeña cuantía, sin necesidad de avales ni garantías, para financiar los primeros pasos de una iniciativa empresarial. Inmigrantes, mujeres desempleadas, parados de larga duración, hogares monoparentales, mayores de 45 años y discapacitados, son los principales destinatarios de varios programas de microcréditos, un sistema que se ha introducido en España hace dos años, de la mano del Instituto de la Mujer.
No obstante, hay que reconocer que en Cantabria esta línea de financiación no arroja todavía resultados demasiado halagüeños, quizá porque la condición de partida para que el préstamo se efectúe, es que exista una buena idea de negocio o, al menos, un proyecto que resulte factible, y eso no es tan sencillo.

Plan de empresa

La línea de microcréditos del Instituto de la Mujer es fruto de un convenio entre esta entidad, varias organizaciones de empresarias que actúan como oficinas gestoras del programa, y La Caixa, que ha destinado para este fin una línea de crédito de seis millones de euros.
El programa cuenta también con financiación del Fondo Social Europeo y va dirigido a mujeres que quieran iniciar una actividad empresarial o la hayan iniciado en los doce meses anteriores a solicitar el préstamo. Aunque para su concesión no se exigen los avales o garantías que acompañan a cualquier otro crédito, es necesario presentar un plan de empresa que obtenga el visto bueno de alguna de las organizaciones de empresarias participantes en el programa.
Los microcréditos han desvelado en el Tercer Mundo que ofrecen un nivel de garantía semejante al de un crédito convencional, dado que no sólo son eficaces para promover el autoempleo en personas que de otra forma no tendrían oportunidad de tener ingresos, sino que, a pesar de estar basado en la confianza, tienen una morosidad muy baja, dado que el perceptor se siente especialmente implicado en el éxito de su iniciativa.

15.000 euros como máximo

A veces, el principal obstáculo para quien no tiene experiencia en el campo de los negocios es dar forma a su idea. En España, los interesados pueden contar con el asesoramiento de las Cámaras de Comercio y de las organizaciones de mujeres empresarias, que son también las encargadas de analizar técnicamente el plan de empresa para comprobar su viabilidad. Su visto bueno abre el camino hacia la formalización del microcrédito en la entidad financiera, aunque es ésta la que finalmente decide sobre la concesión o denegación del préstamo. Una vez concedido, un consultor lleva a cabo el seguimiento de la marcha del negocio.
El importe máximo de esta peculiar línea de financiación es de 15.000 euros (dos millones y medio de pesetas) con un plazo de amortización de cinco años y un tipo de interés fijo del 5% durante toda la vida de la operación. Este pequeño préstamo permite afrontar los gastos iniciales –pago de alquileres, licencias, compra de primeras mercancías, etc.– que requiere la puesta en marcha de iniciativas modestas de autoempleo y comprobar, al menos, si, confrontada con el mercado, esa iniciativa puede prosperar.
Esta modalidad financiera es una de las vertientes de un programa mucho más amplio de apoyo empresarial a las mujeres, en el que destaca la colaboración de la Cámara de Comercio de Torrelavega.
Aunque sean cifras relativamente modestas, las iniciativas que ha tutelado la Cámara torrelaveguense son las que más empleo han generado de todas las adscritas al proyecto a lo largo del país en el 2003. Los 32 empleos creados en la capital del Besaya por las 55 empresas formadas al amparo de este Programa de Apoyo a la Mujer, superan los conseguidos en lugares mucho más poblados, lo que dice mucho del dinamismo de Torrelavega y de la idoneidad de este tipo de programas para la población femenina de pequeñas y medianas ciudades.
Ninguna de estas iniciativas empresariales es fruto, sin embargo, de los microcréditos del Instituto de la Mujer. Una gestión algo compleja y la tardanza en dar respuesta a las peticiones que se han llegado a formalizar, han hecho desistir a las dos personas que optaron por esta línea de financiación. Un hecho que debería impulsar al Instituto de la Mujer a reflexionar sobre el modo de poner en práctica su programa.

También el ICO

La utilidad de los microcréditos para estimular el autoempleo entre sectores socialmente desfavorecidos ha sido explorada por otros organismos públicos con más éxito en nuestra comunidad.
Es el caso del Instituto de Crédito Oficial (ICO), que puso en marcha en septiembre de 2002 una línea de microcréditos dotada con 18 millones de euros para que parados o inmigrantes pudiesen crear su propio puesto de trabajo, con un importe máximo de 25.000 euros por proyecto (algo más de cuatro millones de pesetas). En el tiempo transcurrido desde su creación, estos microcréditos han financiado más de cien pequeñas empresas en España, de las que al menos nueve se han creado en Cantabria.
Los proyectos que se han materializado abarcan sectores tan variados como una tienda de alimentación, un establecimiento de tatuajes, una carpintería, una mercería con servicio de arreglo de ropa a domicilio o una tienda de artesanía africana.
Para gestionar este programa, el ICO se ha apoyado en los departamentos de Bienestar Social de los Gobiernos autonómicos, que son los que mejor conocen las circunstancias personales y sociales del promotor de la iniciativa. Tras la labor de asesoramiento, el plan de empresa es analizado por las agencias de desarrollo local o por organismos de la propia administración regional. Organizaciones sin ánimo de lucro, como los seniors reunidos en Secot, juegan también un papel muy activo a la hora de orientar a los nuevos emprendedores.
El informe de cualquiera de estos organismos avalando la viabilidad del proyecto, allana el camino de las peticiones de crédito ante las entidades bancarias que colaboran con este programa.
A pesar de que los resultados son todavía bastante parcos, tanto esta iniciativa, como la impulsada por el Instituto de la Mujer, demuestran que, a través del microcrédito se pueden abrir oportunidades de trabajo y promoción social, y que una buena idea de negocio puede encontrar respaldo, aunque quien la proponga pertenezca a alguno de los grupos que, en principio, parecían condenados a no tener acceso nunca a una financiación convencional.

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