Sniace sigue sin empresario

De quién es Sniace? Desde hace unas semanas, si la empresa de Torrelavega tiene algún propietario es la familia Gómez Sáinz, que ha adquirido casi un 25% del capital, una proporción que no ha tenido nadie desde hace más de una década, cuando Mario Conde decidió que Banesto debía desprenderse de las acciones de tan incómoda compañía.
¿Ser el propietario es lo mismo que ser el empresario? Aparentemente, sí, pero la familia Gómez Sáinz parece opinar algo distinto. Hasta el momento, ha asegurado que la suya es una inversión meramente financiera, es decir, que no busca influir en la gestión diaria ni pretende asumir la responsabilidad estratégica de la compañía.
Tampoco la Unión de Bancos Suizos (UBS) que ha adquirido un 6,398% del capital en la revolución bursátil que ha vivido la compañía en septiembre es un accionista dado a actuar como propietario.
Por tanto, Sniace sigue siendo una empresa sin empresario. Es su presidente ejecutivo, Blas Mezquita, quien ejerce como tal y, aunque ha reunido el tercer paquete de acciones de la compañía, su participación es del 0,247%. Mezquita, un ejecutivo, se echó Sniace a las espaldas y si la compañía ha sobrevivido hasta hoy es consecuencia de su exclusiva responsabilidad. Basta recordar que su anterior presidente, Enrique Quiralte, la dio públicamente por muerta después de marcharse desanimado por el poco éxito de sus gestiones.

Accionistas contra la empresa

Desde 1993, Sniace no ha tenido un núcleo accionarial estable. Ni siquiera ha contado con unos inversores significativos. La inmensa mayoría del capital ha estado hasta ahora en manos de especuladores, los que habitualmente aparecen alrededor de las compañías que caen en suspensiones de pagos con la intención de sacar rendimientos que otros valores no pueden dar, aunque sea jugando en el filo de la navaja.
Con la excepción de una papelera vasca y de algunas empresas cántabras que se vieron obligadas a aceptar acciones a cambio de la deuda para que Sniace saliera de la suspensión de pagos, o su ex socio industrial Abengoa, la compañía de Torrelavega sólo ha tenido un accionista significativo, la familia del conocido arquitecto Chueca Goitia, y las relaciones no han podido ser peores. Sniace y su accionista principal han mantenido una guerra insólita. Tan paradójica que los papeles llegaron a estar del todo cambiados. Los trabajadores ejercían como empresa, con una defensa cerrada de la gestión, y el teórico empresario lanzaba las críticas más acerbas. Una situación asumida con asombrosa normalidad en una empresa para la que nunca sirvieron los parámetros de cualquier otra.

Reinvertir plusvalías

La estrategia de los hermanos Gómez Sáinz parece seguir las mismas pautas que han empleado en otras compañías cotizadas. Después de las plusvalías de más de 72 millones de euros obtenidos con la venta de su paquete de Cortefiel a un pool de sociedades de capital riesgo necesitaban encontrar, antes de final de año, otros valores en los que reinvertir para evitar el efecto fiscal. Así, han aumentado su participación en OHL hasta casi el 15% y han adquirido un 24,7% de acciones de Sniace que, al precio medio de los días en que efectuaron las compras puede haberles supuesto unos 35 millones de euros.
La llegada de la familia Gómez Sáinz es posible que no cambie nada en el interior de Sniace, donde ahora se viven tiempos de calma, pero su posición no será fácil, al convertirse en los primeros accionistas de referencia en mucho tiempo.
A falta de empresario, el personal de Sniace ha venido considerando al Gobierno regional como su interlocutor en muchas de sus reivindicaciones y parece inevitable que una parte de esa responsabilidad derivada se traslade a la familia de inversores cántabro-mexicanos, tanto por haber adquirido un paquete de control, como por el hecho de ser empresarios locales, aunque la mayor parte de su actividad se localiza en México, donde tienen varias fábricas de aceite de semillas, y en Madrid, donde opera su inmobiliaria Hidafa.
La familia Gómez Sáinz ha tenido mucho éxito en otras inversiones meramente financieras que ha realizado en España, sobre todo en Cortefiel y en OHL, pero en ambas existía una estructura accionarial muy definida, con accionistas mayoritarios y de larga tradición. En Sniace les resultará mucho más difícil mantenerse al margen.

La nueva Sniace

No obstante, en una compañía que ha superado tantas circunstancias, el panorama aparece ahora bastante despejado. Ni siquiera el hecho de encontrarse aún en una situación patrimonial negativa resulta ya especialmente preocupante. La nueva Sniace apenas tendrá que ver con la que hemos conocido hasta hoy y eso es lo que el mercado valora. Ya hace algún tiempo que dejó de ser definida como una papelera. Es posible que en un futuro próximo ni siquiera pueda ser considerada una empresa química, sino una eléctrica y un fabricante de combustibles. Las producciones tradicionales sólo supondrán una fracción de los ingresos porque, ni todos los parches que se le han puesto hasta ahora ni los que se le puedan poner en el futuro pueden dar viabilidad a un modelo de empresa producto de otra época.
En el último semestre, Sniace ha facturado 38,3 millones de euros y, de nuevo, han sido las plusvalías de las ventas de terrenos las que han permitido obtener beneficios. Aunque la celulosa ha facturado un 28% más, en parte por la subida de precios, el negocio de la fibrana ha caído en el primer semestre del año un 15% y el de la poliamida, un 30%, de forma que su aportación a las ventas ya es de apenas un 4%, menos de lo que suponen los lignosulfonatos, los subproductos obtenidos de los residuos, que generan un 6% de la facturación
Frente a estas dificultades, el biodiésel de origen agrario para mezclar con los combustibles de automoción tiene un mercado más abierto a medida que sube el precio del petróleo. De hecho, la perspectiva de Sniace de levantar plantas en Torrelavega, Zamora y Polonia puede haber suscitado la espectacular carrera bursátil que vive la compañía, pero también la planta eléctrica de ciclo combinado, que se convertirá en la principal fuente de energía de Cantabria, ya que, por capacidad, prácticamente podría satisfacer por sí sola la mitad de las necesidades de la región.

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