Sniace: punto final a dos años de silencio

El futuro de la fábrica se juega este mes y en su liquidación están interesados desde los especuladores de suelo a quienes pretenden reabrirla con las mismas actividades

Sniace sigue sin tener un destino dos años después de su cierre. Es cierto que algo tendrá que ocurrir el próximo 20 de abril, cuando se sustancien las propuestas de compra, si es que las hay, pero sorprende que en todo este tiempo no haya habido movilizaciones en las calles, reclamaciones públicas de los sindicatos o llamadas de atención de los políticos (desde el Gobierno a la oposición), a pesar de que nadie sabe si la planta volverá a abrir, si lo hará con las actividades que tenía o con otras o, simplemente, si alguien se quedará con los activos para convertirlos en chatarra. No parece la misma empresa que llenaba páginas y páginas en los años 90, cuando Sniace y Torrelavega parecían una sola cosa y la población aguantaba con enorme estoicismo los cortes diarios de carreteras en la entrada a la ciudad.


Puede que aquello acabase en hartazgo, pero no es fácil entender que, a día de hoy, el futuro de Sniace y de sus cerca de 400 empleos suscite tan poca preocupación. O que los administradores judiciales se hayan tomado tanto tiempo para valorar los activos de la empresa, preparar la liquidación y atender a posibles compradores, si hace unos meses supuestamente había una docena de pretendientes. Quizá no sea tan sorprendente la parsimonia si se tiene en cuenta que el juez estableció una remuneración de 60.000 euros al mes para cada uno de los administradores que nombró.

La cruel diferencia entre las generosísimas remuneraciones que determinan los juzgados para quienes gestionan las crisis de las grandes empresas (que, en teoría, defienden los intereses de los acreedores) y lo que finalmente reciben los acreedores es una de las paradojas que no han cambiado con las reformas de la Ley Concursal. Tampoco el escasísimo porcentaje de éxito. Si la mortandad de las empresas concursadas se acerca al 90% es evidente que el sistema sigue siendo un fracaso. No se logra mejorar la gestión que venía haciendo el empresario, ni se salva la empresa ni se garantizan los intereses de los acreedores.

El 20 de abril, en cualquier caso, finaliza el plazo para presentar ofertas. Para entonces tendrán que sustanciarse algunas de las que se han conocido hasta ahora: la encabeza por un grupo de pequeños accionistas; la del propio expresidente Blas Mezquita, la de una empresa de paneles solares, la del inversor Clemente Fernández con los hermanos Amodio (dueños de OHL), la de Textil Béjar, una fábrica de drones… Y otras de las que nunca se ha sabido.

Sniace siempre ha sido una empresa atípica, pero en este proceso de cierre y liquidación se han amontonado las circunstancias paradójicas. Además de las relatadas, he aquí algunas otras que pueden influir en la venta:

Sniace tiene una macrodepuradora que podría haber sustituido la de Vuelta Ostrera, al menos temporalmente, pero nadie parece acordarse de ella. ¿Por qué nunca se ha valorado esta posibilidad?

Cuando se construyó, la compañía fue forzada a dimensionar la planta muy por encima de sus necesidades, que podrían quedar cubiertas con la tercera parte de capacidad. Obviamente, si la fábrica está cerrada, las posibilidades de depurar lo de otras plantas industriales o residuos líquidos urbanos son aún mayores y, visto los grandes problemas para encontrar un emplazamiento que sustituya a la EDAR de Vuelta Ostrera, parece lógico pensar en una solución que ya existe. Se añade la ventaja de que, al estar en el último tramo del río, a una cota apenas superior a la del mar (las mareas llegan casi hasta allí) no requeriría los procesos de impulsión de los vertidos que se necesitarían en otros emplazamientos propuestos.

Las ventajas son evidentes pero es cierto que la planta requeriría una adecuación para tratar los vertidos urbanos. No obstante, no es un proceso complejo ni demasiado caro y los ingresos por su alquiler a la Administración pública para estas tareas hubiesen sido vitales para la continuidad de la empresa.

La fábrica está parada pero hay 60 personas que siguen trabajando, ¡y cobran! En el cierre anterior, el del concurso de acreedores, Blas Mezquita procedió a parar la actividad de una forma radical, lo que provocó que muchas tuberías quedasen inutilizadas por los restos de pasta adheridos a sus paredes interiores, y se produjesen muchos robos de cableados eléctricos y equipamiento de pequeño tamaño que costó mucho dinero reponer. Esta vez se procedió a un cierre perfectamente ordenado que duró varias semanas, lo que resultó costoso, pero hace mucho más sencilla la reapertura si un día alguien se decide a acometerla.

También se dejó un amplio equipo de mantenimiento  (incluso un bombero) para que la planta no se deteriorase. Pese al aspecto exterior achacoso que tienen algunas instalaciones, el corazón de la fábrica había sido renovado durante el mandato de Gema Díaz Real, gracias a las sucesivas ampliaciones de capital, y se había actualizado la maquinaria.

Eso no evitará que si entre los potenciales compradores que se presenten a la liquidación hay alguno que intente continuar la misma actividad, tenga que invertir más de 100 millones de euros en la puesta en marcha, porque se trata de un entramado fabril muy amplio y complejo.

Dentro del equipo que sigue en la factoría están la mayoría de los ingenieros. ¿Por qué continúan si no se produce nada?

Sniace tiene varios activos estratégicos que no suelen ser suficientemente valorados. Uno de ellos son las licencias, que a día de hoy serían muy difíciles de conseguir para la instalación de estas fabricaciones en toda la UE. El segundo es disponer de buena parte de la materia prima (la madera), con muchos montes propios y consorciados de eucaliptos, en un entorno de apenas 25 kilómetros. El tercero es el capital humano. Si la fábrica se desprendía de estos ingenieros, resultaría muy difícil reemplazarlos en el momento de la reapertura, porque el mercado no ofrece ese perfil.

No es fácil que la fábrica de Torrelavega recupere los 400 trabajadores que tenía, aunque el adjudicatario decidiese continuar con las mismas actividades.

¿Cómo se pueden seguir pagando las nóminas mes a mes si no hay ingresos? La fábrica no pudo asumir la enorme factura eléctrica en el momento en que el concesionario de la cogeneración renunció inesperadamente a continuar, pero estaba entrando dinero en caja, y aún después de parar pudo vender partidas de celulosa, que estaban ya preparadas. Esos ingresos y los deparados por las talas de arbolados, que han continuado, han permitido seguir abonando los salarios.

¿Por qué se siguen haciendo plantaciones de eucaliptos? Dentro de esta misma estrategia, la dirección decidió conservar las líneas de investigación que estaba desarrollando en nuevas especies de eucalipto, más resistentes a las plagas, y en los cultivos, para no perder esta inversión. Esa mejora genética puede ser uno de los puntales de su competitividad futura, si el comprador de las instalaciones continúa la actividad anterior.

¿Si toda la estrategia de la fábrica en este tiempo ha estado dirigida a seguir en la misma actividad después de la liquidación, por qué los potenciales compradores se plantean actividades muy distintas? No resulta fácil saberlo, porque en ese caso estarían pagando por equipos que se verían obligados a achatarrar, pero lo cierto es que casi nada de lo que hay tendría utilidad, por ejemplo, para planta de placas solares, la intención de uno de los supuestos interesados. La gigantesca dimensión de Sniace tampoco tienen nada que ver con lo que necesitaría la fábrica de mascarillas que decia querer levantar allí el fondo ICW, propietario de Textil Béjar.

La fábrica ocupa un amplísimo espacio estratégico y ese es el principal atractivo para algunos interesados

¿Tantos interesados puede tener la fábrica? A pesar de todos los nombres que se han mencionado en estos dos años y los muy variados destinos que valoraba cada uno, lo probable es que no sean tantos. Hasta estas últimas semanas eran muy pocos los que se habían tomado la molestia de visitar las instalaciones para conocer de verdad lo que hay dentro y sus posibilidades futuras. No obstante, los 700.000 metros cuadrados de superficie con calificación industrial, en un entorno estratégico, con autovías, ferrocarril, un curso de agua y energía abundante tienen un valor incuestionable.

No se puede descartar que uno de los candidatos a la compra sea el propio Gobierno regional, que ya se ha quedado con las parcelas contiguas de Papelera del Besaya, y podría acometer en el lugar un gran polígono industrial, olvidándose de emplazamientos de mucho más complejo desarrollo, como Las Excavadas.

¿Y qué posibilidades reales tiene de reabrir como una especie de Sniace II? En principio, no es nada descartable, porque la suma de factores favorables mencionados (licencias, montes, equipo humano, suelo…) forman un cóctel muy atractivo para hacer… lo que hacía. No hay que olvidar la fuerte demanda de celulosa que viven los mercados mundiales y, sobre todo, de fibras cortas para toallitas biodegradables, esas en la que la última Sniace había puesto toda su confianza.

Cuando la fábrica cerró, estaba a punto de recibir una importante inyección de dinero, con la llegada de un nuevo accionista, y preparaba su salida en la bolsa de Nueva York, donde también podía atraer capital. Si esa muerte en la orilla ya resultó desanimante, más frustrante aún fue ver cómo, unas pocas semanas después, con la pandemia, la celulosa se convertía en un material codiciado, porque el mundo demandaba de repente miles de millones de mascarillas desechables para evitar los contagios.

Sniace perdió esa oportunidad histórica, pero aún está en condiciones de subirse al carro, porque el mercado internacional se ha hecho mucho más receptivo a las fibras naturales y a las recicladas, una actividad complementaria que la factoría podría incorporar con relativa facilidad.

El mundo ha cambiado mucho tras la pandemia y algunos productores de viscosa están empleando nuevas tecnologías limpias para producir en circuito cerrado una fibra parecida llamada Lyocell, que la nueva Sniace podría incorporar. Requiere menos procesamiento químico y, al recuperar todo el agua empleada, evita tener que desprenderse de aguas residuales cargadas de químicos, como ocurre con la viscosa. La producción de Lyocell funciona en continuo y en circuito cerrado, por lo que esos productos contaminantes se reaprovechan una y otra vez.

Además, muchas empresas occidentales están sustituyendo proveedores asiáticos por otros europeos, para repartir los riesgos logísticos ahora que han sido conscientes de su importancia.

¿Volverá a tener 400 trabajadores? Los administradores tendrán que buscar, en primer lugar, la venta de toda la unidad industrial y, en segundo término, el proyecto que tenga el impacto social y económico más positivo para el entorno. En función de quién se presente o a quién elijan, las circunstancias pueden ser muy distintas. Es muy probable que acudan fondos internacionales, que buscan altas rentabilidades. Incluso algunos cuyo interés último puede ser dejar pasar un cierto tiempo y trocear los activos para venderlos por separado, una operación meramente especulativa. Otros, en cambio, pueden llegar con el interés por una actividad industrial (la misma, incluso, que se llevaba a cabo) aunque no será fácil que recuperen los 400 trabajadores que tenía la planta, aquejada tradicionalmente de una baja productividad.

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