‘SIEMPRE HEMOS VENDIDO CONFIANZA’

P.- Comenzó muy joven en un negocio familiar. ¿Se sintió un poco obligado a seguir el camino marcado?
R.- No, siempre me he sentido muy identificado porque quería echar una mano a la familia y porque me gustaba el tipo de negocio. Además, aunque empecé con 15 años, nunca dejé de estudiar. Compaginaba mis estudios con lo que entonces era una pequeña y humilde empresa familiar que había fundado mi padre en 1984. Como anécdota, recuerdo que cuando estaba en 8º de EGB, mis padres me prometieron una moto si aprobaba todo. Nunca fui muy brillante en lo académico pero sí era espabilado y vivo, así que aprobé todas… Lo curioso es que, en lugar de la moto, preferí un ordenador. Aquello marcó un punto de inflexión en mi vida porque ¡sólo tenía 13 años y me quedé sin una Vespino que hasta tenía intermitentes! (rie).

P.- Imagino que no se arrepentirá de aquella decisión…
R.- Siempre he sido una persona inquieta y con mucha ambición personal. Me gusta superarme cada día y para eso me busco muchos retos a corto plazo, y algunos también a largo plazo. Se puede decir que Delnor ha sido mi gran reto profesional. Al principio, solo estábamos mi padre y yo y, con el tiempo, hemos conseguido tener 14 trabajadores y 3 sedes. Somos una empresa de ámbito nacional, formamos parte del ranking de las mil empresas más importantes de la región y nuestra facturación ronda el millón y medio de euros.

P.- ¿Qué recuerda de aquellos tiempos de trabajo con su padre en que sólo vendían fotocopiadoras y máquinas de escribir?
R.- Mi padre, Francisco Noriega, había comenzado en el año 58 como comercial de Olivetti, hasta que en el año 1982 se estableció por su cuenta. Era otra época y no había la diversidad de productos tecnológicos ni la formación que hay ahora, pero sin mi padre nada de esto existiría. Me enseñó lo más importante: honestidad y perseverancia. Debes ser honesto y creer en ti mismo para poder tener capacidad de convicción y, si eres perseverante y trabajador, antes o después consigues tus metas.

P.- El crecimiento de la empresa ha sido consecuencia del paso del tiempo y ¿de qué más?
R.- Ha sido clave ir introduciendo más productos y divisiones. De aquellas primeras fotocopiadoras pasamos a la informática, a las telecomunicaciones, las redes, la seguridad… hasta llegar a crear la empresa de soluciones tecnológicas globales que somos hoy. No obstante, lo que siempre hemos vendido es confianza. Una confianza que te da o te quita el tiempo y la profesionalidad que demuestras en cada uno de tus trabajos.

P.- ¿Cuál ha sido el hito más importante en estas tres décadas?
R.- Lo mejor es que no hemos perdido ese carácter de empresa familiar y que, aunque seamos muchos más trabajadores, nos sentimos como una pequeña familia. En los últimos siete u ocho años la situación del mercado ha sido dura y a todos nos ha tocado, pero podemos decir con orgullo que seguimos siendo los que éramos y que tenemos las mismas condiciones que antes de la crisis. Hablar hoy en día de responsabilidad social corporativa parece un eslogan de moda pero creo firmemente que nuestro principal activo son las personas que trabajan aquí.

P.- Dice que es una persona de retos. ¿Qué otros se ha marcado?
R.- El principal objetivo profesional en mi vida ha sido este negocio y, además de dirigir Delnor Mecanización de Oficinas, tengo otras dos empresas: Delnor SC y Soluciones Alemar, dedicada a la importación y exportación de productos tecnológicos, aunque estamos empezando ahora con otra tipología de productos. La idea surgió en el año 2009 como consecuencia de la búsqueda de una alternativa en las novedades que todavía no han llegado a nuestro país y que podemos comprar directamente en fábrica. Un ejemplo reciente es una impresora de uñas que pinta en ellas el dibujo o fotografía que quieras. Tenemos la distribución exclusiva de esta nueva máquina para España, Portugal, Marruecos y, desde el año pasado, en Miami, ya que queremos apostar por este mercado donde la imagen tiene tanto impacto y desde donde también podemos llegar al mundo latino.

P.- ¿Cosecha éxitos en España una impresora de uñas?
R.- Aquí cuesta un poco más, porque el mundo de la estética está muy tocado por la crisis. Además, no existe el culto a la uña que hay en otras latitudes. Hay países donde les encanta ponerse en la uña la foto del perro o del niño o llevarlas a juego con un bolso estampado de Louis Vuitton pero aquí se considera muy atrevido. No obstante, es una oportunidad de negocio porque es la única máquina de estas características que hay en el sector y el que da primero da dos veces.

P.- Con el triunfo del online y del llamado trabajo en la nube, las empresas cada vez necesitan menos hardware. ¿Cómo han notado ustedes ese cambio?
R.- En los últimos años hemos asistido a una auténtica revolución tecnológica. Me parece bien y es inevitable. En lo que voy a ser rebelde y poco convencional es en reconocer, al contrario de los que piensan que la tecnología trae mucho bien y grandes oportunidades de negocio, que cada vez nos hace menos humanos y más esclavos.

P.- No me espera esa respuesta de un tecnólogo como usted…
R- Soy, y siempre he sido, un poco atípico, porque no sigo las modas y tampoco necesito reafirmarme en los demás. Si digo que cada vez somos menos libres es porque cuando empecé, a finales de los ochenta, cuando uno llamaba a una empresa informática asumía que le atenderían en cuanto encontraran un rato, en dos o tres días. Ahora, sin embargo, con el correo electrónico, el móvil y el wasap, la gente llama a las diez y se enfada si antes de las once no ha obtenido una solución a su problema.

P.- ¿Cómo es Alejandro Noriega cuando no está en Delnor?
R.- Estoy casado y tengo dos hijos, así que lo que más me gusta es estar con la familia. Como mi trabajo me obliga a viajar mucho y a asistir a continuas reuniones, cuando llega el fin de semana aprovecho para desconectar. También tengo muchas aficiones… soy gastrónomo, catador de vino y de quesos azules, sommelier (fue finalista de la ‘Nariz de Oro’) y, aunque ahora ya no lo practique, me encanta el rugby, porque he sido jugador durante 15 años.

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