Robots que ordeñan

El proceso de robotización avanza imparable en todas las áreas industriales, pero también es posible aplicarlo a tareas donde la mano del hombre parecía insustituible. Así ocurre en las explotaciones de ganado vacuno, donde la antiquísima práctica del ordeño hace tiempo que se apoya en máquinas semiautomáticas que alivian al ganadero en uno de los trabajos que más tiempo le demandan.
Faltaba, sin embargo, dar el salto hacia la completa automatización de esta tarea, algo que se logró a principios de la década de los noventa, cuando la firma holandesa Lely creó el primer robot de ordeño capaz de realizar por sí solo todo el proceso.
Aunque su implantación no ha sido fácil, al chocar con hábitos de trabajo fuertemente arraigados, en las granjas españolas ya operan 150 máquinas de este tipo, y en Navarra el 12% de la producción lechera se extrae con robots de ordeño. En Cantabria, tan sólo una explotación ha automatizado totalmente su sistema de ordeño, pero las amplias posibilidades que ofrece esta tecnología han animado a una conocida familia de ganaderos de la región, los Entrecanales, a abrir una franquicia de la firma holandesa. Con sede en el Polígono de Barros –Los Corrales de Buelna–, los promotores de este ‘Lely Center’ aspiran a convencer a los ganaderos cántabros de la rentabilidad y mejora de la calidad de vida que puede depararles el uso de este robot.

Adiós a las salas de ordeño

El robot hace innecesarias las sala de ordeño. Apenas necesita un hueco de cinco metros de largo, dos de altura y metro y medio de ancho, lo que supone que el box de ordeño puede situarse en cualquier pasillo de la estabulación, siempre que sea un lugar tranquilo, bien ventilado y de fácil acceso para el ganado, ya que es imprescindible que las vacas acudan por su propia iniciativa. No es tan difícil. El reclamo del alimento, que le proporciona la propia máquina en función de sus necesidades –cada animal es identificado de forma automática por un aparato electrónico que lleva colgado del cuello– y la necesidad fisiológica de ser ordeñada, al menos dos veces al día, convierten a la vaca en colaboradora activa del sistema.
Más compleja es la colocación automática de las pezoneras, ya que el brazo del robot debe saber interpretar las diferencias de altura entre cada res y adecuarse a los movimientos que la vaca puede efectuar dentro del box. Lely ha tratado de evitar que la vaca se sienta aprisionada dentro del robot y el diseño le proporciona un margen de libertad de movimientos para disminuir su estrés. Como es obvio, esto complica extraordinariamente la inserción automática de las pezoneras. La solución de los ingenieros de Lely se basa en una báscula, que calcula el centro de gravedad de la vaca, combinada con un curioso sistema de triple lectura por láser que localiza la situación de la ubre y dirige el brazo articulado del robot a la posición exacta de los pezones de la vaca en ese momento.
La técnica de ordeño es otra de las características innovadoras de la máquina. Con la información acumulada en cada sesión de ordeño de la vaca (velocidad, volumen de producción o tiempos muertos), el sistema decide el ritmo de la pulsación en cada ubre, por lo que realiza un auténtico ordeño a la medida de cada res.
El multifacético aparato también aporta sustanciales mejoras en la calidad de la leche, ya que permite detectar enfermedades como la mamitis –por la mayor o menor conductividad de la leche–, o la presencia de sangre, causada por alguna herida en la ubre, e, incluso, realizar un recuento de células somáticas, algo que hasta ahora sólo podía realizarse en laboratorio.

Tercer ordeño

La máquina se puede programar para que separe la leche de las vacas que estén siendo tratadas con antibióticos, una vez identificadas a través del collar electrónico. Esta leche se desvía a tanques auxiliares, evitando mezclas erróneas que pueden suponerle al ganadero la pérdida de miles de litros.
No obstante, el principal atractivo del robot está en el ahorro de mano de obra que propicia, especialmente ahora que el progresivo abandono del medio rural cántabro ha reducido las posibilidades de encontrar trabajadores.
Un solo robot es capaz de ordeñar 65 o 70 vacas hasta tres veces al día, lo que equivale a unos 650.000 litros de leche al año. Los fabricantes añaden al ahorro de costes la rentabilidad de ese tercer ordeño, muy difícil de lograr por otros medios, y que puede suponer para el ganadero un aumento en su producción de entre un 5% y un 20%.

Supervivencia

Las herramientas automatizadas pueden ser decisivas para que las nuevas generaciones no den la espalda al campo y quizá sean las únicas capaces de asegurar la supervivencia de una parte de las 2.300 explotaciones lecheras que aún quedan en Cantabria. De ellas, unas 300, titulares de más de 400.000 kilos de cuota, responden al perfil al que mejor se adapta el robot de ordeño de Lely, cuyo precio se sitúa en torno a los 132.000 euros (unos 22 millones de pesetas).
El elevado coste que tienen estos equipos puede resultar disuasorio para muchos ganaderos, que, no obstante, pueden acudir a dos vías de subvención previstas por la Administración regional: los planes de mejora para la modernización de explotaciones agrarias –con ayudas que oscilan entre el 40 y el 50% de la inversión, dependiendo de que se trate o no de zonas desfavorecidas–, y las subvenciones previstas para el fomento de la utilización de nuevas tecnologías en maquinaria y equipos agrarios. Unas ayudas con las que se intenta contribuir a la profesionalización del sector y frenar el masivo abandono de las explotaciones agrarias que ensombrecen el futuro del sector ganadero en Cantabria.

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