Nada es como parece

EFICACIA O CACHÉ.– Ronaldinho o Fernando Alonso eran los iconos más deseados por los publicistas en 2006, pero las cosas cambian muy deprisa, incluso para los que siguen en la cumbre de los éxitos deportivos. En el barómetro publicitario del 2007, sorprendentemente, les adelantan en eficacia comercial Alfredo Landa y Antonio Resines, algo insólito si se tiene en cuenta las diferencias de cotización de unos y otros. El caché, como se ve, no siempre está ajustado a la rentabilidad.

LOS GALÁCTICOS VENDÍAN MÁS.– Los nombres, en cualquier caso, pueden más que los resultados. El Real Madrid gana la Liga, después de cuatro años de sequía de títulos y, sin embargo, se ha visto forzado a rebajar el precio de la publicidad de sus camisetas. Frente a los 22 millones de euros por temporada que pagaba BenQ, el nuevo espónsor, la empresa de apuestas por Internet Bwin aportará a las arcas del club sólo 15. La paradoja tiene explicación. Además de que los malos resultados de los años anteriores, que le han hecho perder cotización, la marcha de Ronaldo, Roberto Carlos y Beckham hará que se resienta la proyección mediática del Madrid en el extranjero. Algunas figuras, por lo que se ve, venden más que los títulos.

CAMBIAN LOS NOMBRES.– El nombre más repetido entre los recién nacidos británicos en el último año no es John o Henry, sino Mohammed. Eso no quiere decir que en las islas haya ya más parejas musulmanas en edad de procrear que nativas, sino que es producto de la enorme preferencia que tiene el nombre del profeta Mahoma entre los padres de esta religión, pero no deja de ser un síntoma del peso que ha adquirido la inmigración en todas las sociedades desarrolladas.
LA BANCA, CADA VEZ EN MENOS MANOS.– La Bolsa es un mercado muy popular en el que participan millones de españoles de poderes adquisitivos muy distintos. Pero unos más que otros. Tanto que el control de los grandes bancos españoles ha quedado en manos de sólo 5.000 personas, que reúnen más del 65% del capital. El papel de los otros cuatro millones de accionistas es cada día más testimonial. La concentración de la propiedad se da en todas las compañías cotizadas, pero en los bancos están propiciadas conscientemente por sus consejos, al buscar aliados en las grandes fortunas, para evitar opas hostiles.

ACABA UNA APROPIACION INDEBIDA.– En España, un número desconocido pero muy importante de seguros de vida se quedan sin cobrar, simplemente porque los herederos del fallecido desconocen su existencia y las compañías no están obligadas a comunicárselo. Ahora, por primera vez, se establece un registro público donde los familiares de quien ha fallecido podrán saber si tenía uno o varios seguros de este tipo y reclamarlos, algo que parece de sentido común –aunque el PP sorprendentemente votase en contra–, ya que las aseguradoras se han estado apropiando durante décadas de patrimonios ajenos con absoluta impunidad.

EL FIN DE UNA TESIS DEMOGRAFICA.– España ha roto una correlación demográfica histórica. Por primera vez, un país envejece y gana población al mismo tiempo. La razón de que ocurra algo tan contradictorio es compleja. Por una parte, la llegada de inmigrantes aumenta el censo, pero dado que llegan relativamente jóvenes, eso debiera contribuir a un cambio en la tendencia de envejecimiento. Sin embargo, no sucede así, porque se está produciendo otra circunstancia simultáneamente: el rápido alargamiento de la esperanza de vida de los españoles. La Seguridad Social tiene pagar a los pensionistas cada vez más años, hasta el punto que prácticamente se ha diluido el descenso del gasto que se debía producir al entrar en la edad de jubilación los nacidos entre 1936 y 1939, los años de la Guerra Civil, cuando cayó bruscamente la natalidad.

DECISIONES CONTRADICTORIAS.– Las políticas de privacidad y de seguridad chocan cada día. Después de los atentados de radicales islamistas, muchos países exigen que las compañías telefónicas guarden al menos dos años los registros de todas las llamadas realizadas por sus clientes, pero ahora la UE acaba de forzar al buscador más popular de Internet, Google, a destruir a los 18 meses todos los datos que acumula sobre las páginas que visitan sus usuarios, al sostener que pueden ser utilizados para identificar sus opiniones políticas, religiosas o sexuales. Hay razones de sobra para justificar cada una de estas dos medidas por separado, pero al juntarlas resultan incongruentes: o se prima la seguridad conservando los datos o se prima la privacidad, destruyéndolos. Y el auténtico problema no es tanto la existencia de esos datos de los clientes, sino cómo controlar su posible uso privado.

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