Mare quiere convertir los residuos agroalimentarios en biogás

La culminación de cualquier proceso de reciclaje sería que desapareciese la noción de residuos y en su lugar se hablase de materias primas susceptibles de ser aprovechadas para otros fines. Ese objetivo está a punto de cumplirse, al menos en lo que tiene que ver con los desechos de la industria agroalimentaria, un residuo que por su alta carga orgánica se convierte en uno de los más potencialmente contaminantes y que, por tanto, tiene unos elevados costes de gestión para las empresas.
La compañía pública Mare ha encontrado en el proyecto europeo Life ECOdigestión, que dirige en Cantabria Mónica Mallavia, una vía para cerrar ese círculo virtuoso, convirtiendo los residuos de la industria agroalimentaria cántabra en biogás. Y no como se genera habitualmente en los vertederos sino empleándolos directamente para alimentar los digestores de fangos en las plantas depuradoras de aguas residuales (EDAR) de la región.
Junto a sus otros dos socios en este proyecto, Aguas de Valencia y Egevasa, Mare ha diseñado una planta piloto y un programa informático para automatizar la dosificación de esos residuos en los digestores, que ya se está probando en la comunidad valenciana. Faltaba incorporar a las empresas agroalimentarias de Cantabria al proyecto, y Mare ha firmado un acuerdo con algunas de las más importantes de la región para estudiar la posibilidad de aplicar aquí esa nueva tecnología.

Más biogás y mejoras en el saneamiento

A pesar de la sustancial mejora que ha experimentado Cantabria en materia de saneamiento de aguas residuales, algunos de esos residuos, como los lácteos, las salmueras de las salazones y otros derivados de la industria agroalimentaria continuan planteando problemas en las redes de saneamiento por su elevada carga orgánica. Por otro lado, cerca de un 70% de los costes de funcionamiento de las EDAR son consecuencia de su alto consumo energético. De ahí el doble objetivo de disminuir esa carga contaminante y aumentar, a la vez, el autoabastecimiento energético de las plantas depuradoras, mediante el incremento de la generación de biogás.
Dos objetivos a los que da respuesta, simultáneamente, la tecnología en la que trabajan, desde 2014, las tres entidades asociadas.
La codigestión anaerobia consiste en el tratamiento conjunto de residuos orgánicos diferentes para conseguir recuperación de la energía más eficiente. La complejidad de su aplicación a escala real hace necesario el estudio del uso de diferentes tipos de sustratos y el control de la dosificación.
Las tres entidades que llevan a cabo este proyecto han desarrollado un control automatizado de esa dosificación de residuos en los digestores anaerobios de las EDAR. De esta forma se consigue un incremento de la producción de biogás de hasta un 20%, ya que se puede dosificar la mezcla más adecuada de residuos en cada momento.
Además, se aumenta hasta casi un 80% la proporción de metano, lo que permite una mayor generación de energía con la misma cantidad de biogás.
Otra ventaja añadida es la reducción del consumo del cloruro férrico que se utiliza para estabilizar el fango en los digestores. Y ese menor contenido de metal en el fango digerido favorece la reutilización de los lodos como fertilizante agrícola.
Para cerrar el círculo, esa mayor producción de biogás aumenta la capacidad de autosuministro de energía de las depuradoras, que así pueden generar una mayor cantidad de energía eléctrica y térmica en los motores que se requieren para la cogeneración.

Una tecnología fácil de aplicar

Uno de los grandes atractivos de esta nueva tecnología es que resulta muy fácil de aplicar en las EDAR que cuenten con digestión anaerobia de fangos. En el caso de Cantabria se podría implantar en las cuatro más grandes de la región: la de San Román, en el área de la bahía de Santander; la de San Pantaleón, en las marismas de Santoña; la de Castro Urdiales y la de Vuelta Ostrera, o en la que en su momento la sustituya.
Otra ventaja es que se podrá hacer sin ningún coste añadido, porque no haría falta construir nuevos digestores, sino aprovechar al máximo la capacidad de los existentes, que en estos momentos se encuentran a menos de la mitad de sus posibilidades.

Empresas agroalimentarias

En Valencia ya se están llevando a cabo pruebas para estudiar el rendimiento de las diferentes mezclas de sustratos en los digestores de la planta piloto, utilizando residuos orgánicos como cáscaras de naranjas o los restos de la uva empleada en la producción de vino. Esta planta piloto no se va a desplazar a Cantabria, algo que no tendría sentido dado el gran tamaño de los digestores. Mare simplemente aprovechará los laboratorios de Aguas de Valencia para hacer estas pruebas. La empresa pública cántabra va a enviar muestras de los residuos orgánicos aportados por las empresas cántabras que se han interesado por el proyecto y así se podrá calcular la proporción óptima, según el tipo de residuo, que se debe mezclar en los digestores de las EDAR con el fango procedente de la depuración de las aguas residuales.
Al proyecto se han sumado empresas del sector lácteo, como Andros La Serna y Andía Lácteos, la conservera Consorcio, la firma de productos congelados Froxá, y Quesería La Fuente. Una buena muestra del tipo de residuos agroalimentarios más habituales en la región.
El acuerdo con Mare, que se prolongara durante un año, tiene como fin estudiar la viabilidad técnica y económica de utilizar esos residuos, para los que esta nueva tecnología puede encontrar un aprovechamiento inesperado, y no solo por transformarlos en un recurso, también por su aportación a la lucha contra el cambio climático, al favorecer el empleo del biogás como alternativa a los combustibles fósiles.

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