Los socialistas dan una vuelta de tuerca al Gobierno

Esta vez no había expectación. Si hace cuatro años en el discurso de investidura aún se mantenía la incertidumbre sobre lo que podría ocurrir –no es la primera vez que en Cantabria se vive un cambio de alianzas de última hora– en esta ocasión todo resultaba muy previsible y, por tanto, menos excitante. El PP tampoco tuvo la tentación, como la vez pasada, de pedir una repetición de las elecciones, con lo que hubo una sorpresa menos.
En realidad todo estaba perfectamente dibujado desde la noche de las elecciones, por mucho que el PSOE intentase una estrategia de ambivalencia, con la amenaza poco creíble de irse a la oposición si no mantenía la cuota de poder anterior. Aunque alguno de los dirigentes del PRC estaba dispuesto a aceptar el órdago, exigiendo que su ganancia en escaños tuviese reflejo en una ganancia en poder, Revilla no estaba por la labor de entrar en conflictos con unos aliados que le han resultado cómodos y dio por buenas las condiciones anteriores.
El resultado va a ser un Gobierno muy semejante en el banquillo regionalista y con bastantes cambios en el socialista, que afectarán a las consejerías más polémicas y a aquellos que, como el de Medio Ambiente, creen que la labor política es ingrata y prefieren la tranquilidad de la docencia.
Gorostiaga utilizará el cambio de Gobierno para dar contenido a su Consejería, ya que la situación de la vicepresidenta en la anterior legislatura ha resultado paradójica. Su Departamento tenía muy pocas competencias (únicamente sobre Mujer, Juventud y relaciones con Europa) y, aunque su gran papel era el de coordinadora de las consejerías, lo cierto es que la iniciativa política de cada una de ellas ha dependido del criterio personal de sus titulares. Incluso en asuntos de especial trascendencia, todos ellos han tenido un amplio margen de maniobra.
La vicepresidenta regional tiene como fijos a Rosa Eva Díez, un comodín para cubrir cualquiera de los cargos, como se ha visto tras su paso por Educación, y Angel Agudo, uno de los pocos consejeros con auténtico perfil político que, además, le ha proporcionado una legislatura muy cómoda en el terreno económico.
Los socialistas han sacado conclusiones de los malos resultados electorales y quieren acercarse al partido y a la calle. Por una parte, creen que quizá hayan pecado de un cierto ensimismamiento y de falta de contactos más directos con la gente. Por otra, son conscientes de que las medidas aparentemente más rentables desde el punto de vista electoral, como el reparto de subvenciones o el esfuerzo para garantizar a los ahorradores de la cooperativa de Monte al menos el 80% de las cantidades depositadas, no tienen el retorno previsto. En el caso concreto de Monte, ni un voto más.

Recuperar la iniciativa

Pero su auténtico problema es la incapacidad para llevar la iniciativa política en el día a día y para eso buscan consejeros con un perfil menos independiente. Como le ha ocurrido al PSOE nacional desde la salida de Guerra, nunca ha sido dueño de la agenda de los temas de debate diario, ni en la oposición ni en el Gobierno, y estar permanentemente a la defensiva provoca demasiado desgaste ante la opinión pública y desafección de los propios. En el caso concreto de los socialistas cántabros, la pérdida de la iniciativa es menos achacable a la oposición del PP o al escaso feeling con los medios de comunicación que a la desbordante personalidad de su aliado, el líder regionalista y presidente del Gobierno, que tapa a quien esté a su lado, y para ese problema no van a tener una solución fácil.

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