¡Cuánto hemos cambiado!

Recuerdo bien el primer número de Cantabria Económica y aún mejor el momento en el que apareció. Eran días complicados, difíciles de olvidar para quienes ya entonces nos dedicábamos a la actividad política y aspirábamos a situar a nuestra región entre las más prósperas de España. No creo que fuéramos muchos los que nos atrevíamos a soñar con ese objetivo, hoy al alcance de la mano, en aquellos días del otoño de 1991.

La vida política nos deparaba situaciones tan truculentas como esperpénticas, con graves repercusiones en la actividad económica. Las escisiones y reconciliaciones en el seno de la fuerza política mayoritaria en aquel momento, antecesora del partido actualmente en la oposición regional, nos abocaban un día sí y otro también a un futuro plagado de incertidumbres.

Habíamos dejado atrás la expectativa de normalizar la vida política regional, tras una legislatura regida por el despilfarro y los escándalos. La esperanza de cambio que había traído consigo el llamado Gobierno de Gestión se vio pronto truncada por la reconciliación en las filas de la derecha regional. A pesar de sus innumerables promesas en contra, el Partido Popular volvió a pactar con la extinta UPCA de Juan Hormaechea para que todo siguiera igual. Y consiguieron que todo fuera a peor.

La crisis económica comenzaba a vislumbrarse en el panorama nacional. Obviamente y como también sucede ahora, Cantabria no podía ser ajena a sus consecuencias. Pero en aquella ocasión, a diferencia de hoy, tampoco tuvo la más mínima oportunidad de reducir su impacto. Todo lo contrario, aquella crisis fue especialmente brutal para los intereses cántabros, agravada por la zozobra política a la que nos condujo un Gobierno estrafalario, ineficaz, inoperante y dividido.

He relatado muchas veces cómo fueron aquellos días en los que Cantabria estuvo en manos de unos gestores que parecían ajenos a la realidad y al interés general: obras públicas paralizadas por toda la región, empresas al borde de la ruina por los impagos de la Administración Regional, suspensiones de pagos, cierres, despidos… La economía en caída libre, sin que nadie le pusiera remedio.

No me gusta demasiado mirar atrás y mucho menos para rememorar un pasado de tan infausta memoria. Pero no podemos olvidar, ni dejar de aprender de nuestros errores.

El Gobierno de Cantabria lo ha tenido claro desde que, a tenor de los resultados de las elecciones de 1995, asumió como prioridad un cambio radical de rumbo. Yo mismo he participado muy activamente en ese cambio, que condicionó el pacto de gobierno entre mi partido, el PRC, y el Partido Popular, precisamente con el objetivo de normalizar la vida política y regenerar la actividad pública.

Han pasado 14 años y los aciertos de ayer son la base de la mayoría de los éxitos que hemos alcanzado en este tiempo como Comunidad Autónoma. Hemos dejado de ser el escándalo nacional para convertirnos en Cantabria Infinita, un territorio estable desde el punto de vista político, con una Administración respetuosa con la legalidad y comprometida con su obligación de generar estabilidad y seguridad, dos premisas básicas para el crecimiento económico y social.

La tarea no fue fácil, especialmente en los primeros años, cuando todo, hasta lo más elemental, estaba por hacer. Nunca olvidaré aquellos primeros días en la antigua sede gubernamental de la calle Casimiro Sáinz, a la que llegué recién nombrado vicepresidente y consejero de Obras Públicas en el verano de 1995, para encontrarme con un panorama realmente desolador. No había ni un proyecto sobre la mesa, tampoco presupuesto, sólo una larga lista de acreedores ansiosos por cobrar y un sinfín de problemas a falta de solución.

Aunque siempre he sido una persona tenaz a la hora de afrontar cualquier reto, debo confesar que hubo momentos en que me sentí abrumado por la magnitud de la labor que tenía por delante. Pero también era consciente de lo mucho que representaba para Cantabria el éxito de aquel Gobierno, en un momento en el que se cuestionaba incluso nuestra capacidad para conducirnos como Autonomía.

Y el objetivo se cumplió. Entre 1995 y 1999, Cantabria dejó definitivamente atrás la improvisación, las ocurrencias y los escándalos políticos para conducirse con rigor, seriedad y responsabilidad.

Superada aquella etapa de anormalidad, hemos sido capaces de construir uno de los periodos más prósperos de nuestra historia, en el que Cantabria ha crecido más y mejor que la media española y ha avanzado con paso firme hacia la plena convergencia con las regiones más ricas de Europa.

Y aún hoy, a pesar de la terrible recesión mundial que estamos padeciendo, seguimos instalados en esa senda. Aunque el panorama que tenemos ante nosotros no resulta precisamente alentador, ya no nos pasa lo que en 1991, porque contamos con un Gobierno sólido y solvente, capaz de garantizar la estabilidad y la seguridad que requiere el desarrollo económico y de adoptar las medidas necesarias para minimizar el impacto de la crisis.

Mes a mes, en sus 18 años de vida, Cantabria Económica ha dado fiel cuenta de la inmensa transformación que hemos vivido. En sus páginas hemos encontrado siempre el reflejo de los problemas y las soluciones adoptadas en cada momento, de los aciertos y, también, de los errores cometidos; en definitiva, la memoria de casi dos décadas decisivas en el devenir de nuestra Comunidad Autónoma.

Mi felicitación por ello a todos los profesionales que lo han hecho posible. Y un mensaje de aliento para que, fieles a su compromiso informativo con los cántabros, sigan mirando siempre hacia delante, porque sin duda lo mejor está todavía por llegar.

Miguel Ángel Revilla Roiz,
Presidente de Cantabria

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