La Universidad de Cantabria quiere capitalizar la investigación
Acorde, la primera iniciativa empresarial (spin-off) nacida en la Universidad de Cantabria, ya tiene 43 empleados en plantilla y previsiones de crecimiento a medio plazo. Los locales universitarios del Centro de Desarrollo Tecnológico (CDTUC) donde se instaló en un principio se le han quedado pequeños y tan pronto como el Parque Científico y Tecnológico de Cantabria esté listo, ese será su nuevo destino.
Acorde fue la primera en el tiempo pero, tras ella, vinieron otras empresas que ya caminan solas como Erzia Technologies, Semicrol o Innova Consulting y otras que todavía lo hacen de la mano de la Universidad como Inesco Ingenieros, Transmodalbots, Telnos o Gesinte. Pronto, pasarán a ser media docena porque arrancará su actividad una nueva spin-off de ingeniería química que quiere proporcionar soluciones limpias y sostenibles para las empresas basándose en una tecnología de membranas.
Como ella, las cinco que hoy están en activo comenzaron con una idea de negocio clara pero muy embrionaria, que ha evolucionado tan rápido como su propia tecnología. “Obligadas como están a moverse en un mercado cambiante, hacen de todo, desde colaborar con empresas cántabras hasta participar en proyectos europeos”, explica el director de la Fundación Leonardo Torres Quevedo, Jorge Medina. En común tienen el haber logrado dar el salto desde la investigación universitaria hasta el mundo empresarial ya sea como Telnos, con la fabricación de un aforador de tráfico o como Gesinte, con el desarrollo de una herramienta que detecta, de forma dinámica y a través de la web, atractivos artísticos y hoteleros en el Camino de Santiago o en otros itinerarios.
Y es que, de entre todas las vías que existen para ahondar en la relación universidad-empresa, la creación de estas spin-off supone la materialización más directa de la trasferencia tecnológica ya que permite capitalizar los recursos empleados en la investigación académica. Eso es lo que las convierte en objeto de interés para ambas partes, pero también lo que hace surgir la disyuntiva sobre su financiación. El vicerrector de Investigación de la Universidad de Cantabria, José Carlos Gómez Sal, piensa que “debería ser normal que la Universidad participara como un socio más dentro de una empresa ya que sus conocimientos son objeto de explotación comercial”, aunque lo cierto es que todavía son pocas las que se atreven a entrar en este terreno.
Tras este interés por financiar nuevas empresas está otro, aún mayor, por conseguir que sus beneficios reviertan sobre la Universidad a través de unos cauces de distribución del dinero que beneficien tanto a las investigaciones con gran aplicación productiva como a otras que carecen de utilidad empresarial o deben desarrollarse para poder tenerla en un futuro. La ventaja de la participación económica en las spin-off, por tanto, es que sus posibles ganancias no sólo vayan a parar a los responsables de la empresa sino a toda la comunidad académica. Así, “un investigador en humanidades estará interesado en que otro de ingeniería genere recursos económicos que luego van a llegarle por esa redistribución”, explica el rector de la Universidad de Cantabria, Federico Gutiérrez-Solana.
Entre las cinco a las que más contratan
La creación de spin-off es una de las formas que existen para medir el conocimiento que la universidad transfiere a la sociedad pero no es el único indicador para averiguar si la relación entre ambas está funcionando.
Como punto de partida, el vicerrector Gómez Sal dice que “a la universidad no se le puede exigir la misma productividad que a una empresa, porque su labor se limita a incrementar el conocimiento y a poner los medios necesarios para transferirlo”. A lo que sí está obligada, señala, es a no guardárselo para sí y transmitirlo para mejorar la calidad de vida y el desarrollo tecnológico de la sociedad que es, destaca, “quien debe recogerlo y hacerlo productivo”. Al respecto, el rector, Federico Gutiérrez-Solana reflexiona que “sería triste considerar a la universidad un simple almacén de conocimiento con el único reflejo que le da el brillo de sus publicaciones en foros científicos”.
Para hacer llegar al mundo empresarial todo el conocimiento que generan sus 125 grupos de investigación, la Universidad dispone de varios instrumentos de gestión como la Oficina de Transferencia de Resultados de la Investigación (OTRI) o la Fundación Leonardo Torres Quevedo que integra, a su vez, el CDTUC y el Servicio de Caracterización de Materiales (SERCAMAT), que presta servicio a las industrias. Los proyectos pueden tramitarse por una u otra vía aunque la OTRI se ha especializado en convenios institucionales mientras que la Fundación lo ha hecho en contratos con empresas.
Un baremo para medir el conocimiento que genera la universidad es el número de proyectos en los que participa. Este aspecto, unido a la financiación obtenida para llevarlos a cabo, sitúan a la institución académica cántabra entre las cinco primeras del ranking nacional de investigación universitaria.
El director de la OTRI, José María Desiré, insiste en que la cantidad de proyectos y su cuantía económica sólo constituye una parte de la relación universidad-empresa –otras formas son las mencionadas spin-off o las patentes– pero reconoce que, en esta parcela, “la Universidad de Cantabria es un modelo en términos relativos y absolutos” ya que, sin dejar de ser la universidad de una región pequeña, factura más que universidades mucho más grandes por trabajos relacionados con transferencia de tecnología.
La explicación a tan alto porcentaje de contratos tiene que ver con la tradición de las ingenierías en la región: “Una universidad politécnica siempre tendrá más transferencia tecnológica que una clásica porque la demanda empresarial se vuelca más en las ingenierías por definición”, resume Desiré. No obstante, el rector Gutiérrez-Solana precisa que hoy “más que politécnica es generalista y también están viviendo un auge investigador el campo científico y humanístico”.
Ingenierías, las más potentes
El 64% del dinero obtenido para financiar la actividad investigadora gestionada por la OTRI se destina a proyectos de ingeniería, el 13% a estudios relacionados con las ciencias médicas y biológicas y el 12% a las ciencias básicas. Mucho más limitados son los recursos económicos que van a parar a los investigadores en ciencias sociales y humanidades.
El colectivo investigador más numeroso es el de ingenieros, con casi medio centenar de equipos. Por eso, parece lógico que sean los que desarrollan una mayor cantidad de iniciativas (1.274) y los que han contado en el ultimo quinquenio con más presupuesto, unos 55 millones de euros.
Desiré destaca la calidad de todos los grupos de investigación y, especialmente, el de dos grupos de ingeniería civil: el de hidráulica ambiental, con investigaciones ligadas a procesos litorales o fluviales, y el de construcción, que elabora novedosos proyectos basados en realidad virtual, monitorización de estructuras y desarrollo de herramientas de apoyo a procesos constructivos.
También tienen una gran actividad los equipos de química ambiental y los de Tecnologías de la Información, dentro de las ingenierías.
En realidad, no existe una división clara entre ingenierías y ciencias experimentales por lo que se forman grupos mixtos que comparten investigadores de ambas áreas.
Tras la ingeniería, los proyectos más abundantes y favorecidos por la financiación privada se encuentran en el campo de las ciencias médicas y biológicas. 25 grupos han recibido 11,3 millones de euros durante el último lustro para llevar a cabo 214 investigaciones. Pese a que en estas disciplinas no existe tanta masa crítica, el director de la OTRI también encuentra “grupos muy sólidos”, vinculados al Hospital Marqués de Valdecilla, a través del IFIMAV, así como en biotecnología y farmacología.
Las ciencias básicas –física y matemáticas– tienen menos proyectos (156) y grupos (18). En Ciencias Sociales hay 23 equipos investigadores y en Humanidades una docena, que firmaron 75 proyectos.
La tradición explica la preponderancia de las ciencias, y la novedad justifica la menor presencia de las letras. José María Desiré lo justifica en que “la investigación universitaria tarda mucho en dar sus frutos y estas disciplinas partían de cero”. No obstante, está creciendo la demanda de proyectos en el área de Ciencias Sociales y, en concreto, en ciencias económicas.
En general, la oferta universitaria se corresponde con la demanda empresarial, aunque hay intención de fomentar campos que aún no tienen una presencia relevante pero cuentan con un mercado potencial, como la tecnología de los alimentos.
La OTRI ha recibido y canalizado cerca de 85 millones de euros para desarrollar la mayoría de estos proyectos. Otros 17 millones han sido gestionados por la Fundación Leonardo Torres Quevedo, vinculada a la Universidad.
Más investigación ‘contratada’ que ‘reglada’
Al contrario que en otras universidades, en la de Cantabria hay más proyectos financiados por empresas y Administraciones que por organismos públicos de investigación.
No siempre ha sido así, pero es una constante desde hace tres años, en buena parte por la cantidad de encargos que llegan desde el Gobierno regional y, en menor medida, por el creciente interés de las empresas en la innovación.
Desiré reconoce que el déficit de innovación en Cantabria era mayor que en otras comunidades y, por tanto, “al partir desde más abajo, el ritmo de crecimiento ha sido más alto”.
Federico Gutiérrez-Solana da una explicación aún más sencilla al crecimiento de los contratos de investigación: “Las empresas e instituciones han empezado a conocer el servicio que la Universidad puede ofrecerles y, tras la primera experiencia suelen repetir y generar nuevas iniciativas”, dice. En este sentido, Gutiérrez-Solana considera fundamental el conocimiento entre ambas partes ya que, en ocasiones, los empresarios tienen una idea un tanto obsoleta de la Universidad, una institución que ha cambiado mucho en los últimos tiempos y que poco tiene que ver con la que ellos recuerdan.
Ejemplo de empresas que han descubierto esas capacidades reales que la Universidad de Cantabria puede aportarles son Malla Talud que, en colaboración con grupos de investigación, ha ido perfeccionando sistemas de contención de muros de obra hasta llegar a patentarlos y exportarlos fuera de nuestras fronteras o TIFSA, una empresa foránea que lleva colaborando desde el 1998 con un grupo de investigación de materiales y ha conseguido grandes avances en el análisis de fatiga –resistencia, deterioro– en las vías de ferrocarril.
Empresas de procedencia regional
Alrededor de un 56% de las entidades que han contratado investigaciones en la Universidad de Cantabria son cántabras. El peso porcentual de las empresas autóctonas ha ido creciendo paulatinamente y el rector subraya el hecho de que cerca de un 60% de la investigación surja de la relación con empresas regionales como una clave para entender a la Universidad de Cantabria como “exponente del desarrollo regional”.
Al menos la mitad de las empresas que financian la investigación de la universidad son privadas, más aún en los proyectos gestionados a través de la Fundación Torres Quevedo, donde la preponderancia de la empresa sobre el sector público es absoluta. Eso también ocurre entre las entidades foráneas, ya que fueron empresas privadas las que estuvieron detrás de tres cuartas partes de los proyectos de investigación.
La Administración ocupa un segundo plano aunque puede apreciarse un aumento de los contratos del Gobierno central en materia de ingeniería civil y comunicaciones y de las consejerías del Ejecutivo regional.
Tanto a nivel regional como nacional, el mayor esfuerzo de los últimos años se ha centrado en el fomento de la I+D en la pequeña y mediana empresa. En Cantabria, la convocatoria pública Invesnova, propuesta por la Universidad a Sodercan para potenciar una relación hasta entonces un tanto infructuosa, ha marcado, para Federico Gutiérrez-Solana, “un punto de inflexión”. Y es que el programa, en el que han participado 36 empresas con 79 proyectos desde su inicio en el año 2002, supone un 10% de toda la actividad contractual generada entre la Universidad y las empresas de Cantabria. Aunque, lo más importante para el rector no son las cifras sino el haber servido de catalizador para nuevas iniciativas “que ya no esperan el apoyo del Gobierno regional porque se han dado cuenta, por sí mismas, del valor que tiene trabajar conjuntamente con la Universidad”.
Asociarse con empresas
Con el balance que arrojan estos datos, parece claro que la Universidad tiene bien definidos los cauces para que los investigadores colaboren con las empresas. Sin embargo, “queda mucho por hacer en la transferencia de tecnología y en la innovación”, asume el vicerrector de Investigación. José Carlos Gómez Sal considera que la Universidad de Cantabria necesita buscar “los auténticos organismos” de transferencia de conocimientos a la sociedad y al mundo de la empresa, porque se le están planteando una serie de interrogantes que otras universidades europeas ya tienen resueltos como la participación económica en el desarrollo de spin-off o de tecnologías específicas en asociación con empresas.
Jorge Medina apunta que, de alguna manera, esta implicación económica ya ha comenzado porque está participando, junto a otras 16 universidades españolas, en un fondo de capital semilla para la creación de empresas spin-off y está previsto que muy pronto deje de hacerlo colectivamente y empiece a promoverlas de forma independiente a través de una iniciativa para la formación empresarial de investigadores.
La diferencia del nuevo curso de creación de empresas promovido por la Fundación Leonardo Torres Quevedo es que se dirige a jóvenes investigadores y va a centrarse en la creación de spin-off universitarias. El objetivo es ahondar en la normativa específica que ampara a estas empresas, aunque se trate de unas reglas que “anquilosan al investigador y le obligan a optar por el campo universitario o por el empresarial, que se consideran incompatibles entre sí”, lamenta Medina.
Un buen punto de partida para animar al mundo universitario a emprender es incentivar la participación del profesorado como motor de generación de conocimiento y de transferencia. “El docente debería realizar parte de su actividad pensando en posibles aplicaciones que puedan ser de utilidad para la sociedad desde una perspectiva productiva”, dice el rector.
El director de la OTRI señala que la Universidad sólo puede sumarse a las políticas de innovación y colaboración empresarial que comenzaron a irrumpir en nuestro país en la década de los noventa si sigue dotándose de laboratorios y tecnologías para prestar servicio a las pymes que no pueden disponer de ellos. La Universidad ya lo hace desde el LAICIN, el departamento que se encarga de fabricar materiales para las empresas con un nivel de calidad óptimo y un precio más asequible de lo que les supondría adaptar su tecnología.
Las vías para que el conocimiento de la Universidad se plasme en el mundo real de la empresa son muchas, pero hay algo que todos recalcan: no hay posibilidad alguna de transferir conocimientos si no se siguen formando investigadores. Tan obvio como eso.