La población se desplaza y el comercio lo intenta

Dos son compañía y tres, ya se sabe, multitud. Por eso el local que Telepizza tenía en la calle Castilla ha hecho las maletas y busca nueva ubicación en otras zonas de Santander, sobre todo en aquellas que han incrementado considerablemente su número de residentes (Valdenoja, Cueto, Peñacastillo…) Pero, la firma no lo tiene nada fácil. El diseño arquitectónico de las áreas de expansión de la ciudad se basa en colonias residenciales con bajos diáfanos, donde no es posible abrir establecimientos comerciales.
Con los dos restaurantes que Telepizza tiene en Vargas y Lope de Vega es suficiente para cubrir la demanda de la zona centro de Santander, tanto en la venta dentro del local como a domicilio. Al menos así lo han considerado los responsables de la firma que a finales del pasado año decidieron cerrar la tienda de la calle Castilla dado que, aseguran, no era necesario mantener tres restaurantes en un espacio tan reducido para seguir dando un buen servicio.

Movimiento de población

La postura que ha tomado la cadena de comida a domicilio no responde a un cambio en los gustos culinarios de los santanderinos, sino a los movimientos de población que se han producido en la capital cántabra en los últimos años. Una parte de los residentes ha dejado el casco urbano y ha pasado a ocupar otras áreas, como la de Los Castros, Valdenoja, La Pereda, Monte o Peñacastillo, que han experimentado un enorme crecimiento, sobre todo la ladera norte de la Vaguada de Las Llamas, donde se han construido 6.000 viviendas, y en el llamado Sector 4.
Los residentes en estas nuevas zonas responden, además, a un perfil que encaja mejor con el cliente de Telepizza, ya que se trata de matrimonios jóvenes con hijos en edad escolar, una tipología que cada vez se da menos en las calles céntricas de Santander.

Las ciudades cambian con el tiempo

Con el pasaje de Tetuán –cuyo nombre oficial fue el de Túnel de Puertochico– se inició en 1991 uno de los cambios más sustanciales que ha vivido el desarrollo urbano de Santander. La conexión entre las dos laderas de la ciudad se hacía más practicable y ya no era necesario salvar las pronunciadas pendientes de la capital, lo que trajo consigo un cambio en el concepto del núcleo urbano. La colonización de Valdenoja, en la zona noroeste del Sardinero, ya se había iniciado pero fue a partir de ese momento cuando muchos habitantes del centro y otros llegados de fuera pensaron en El Sardinero como una alternativa real para fijar su residencia. Zonas que antes parecían mucho más alejadas se antojaban más asequibles, gracias a la construcción del túnel y con el cambio del Plan General en 1986, gran parte del suelo rústico de Cueto y Monte se convirtió en urbanizable. Fue el pistoletazo de salida. Cueto y Monte pronto comenzaron a llenarse de edificios residenciales, aunque los promotores eludieron los viejos topónimos por otros más comerciales, como Valdenoja (originalmente, esta denominación era exclusiva de la finca del Faro) o La Pereda.
La gente empezó a vivir en otras zonas pero el comercio siguió en el mismo sitio. Además, los nuevos emplazamientos de viviendas coincidieron con la aparición de las grandes superficies comerciales, como Valle Real o el Corte Inglés, que evitaban el engorroso trance de encontrar aparcamiento o las obras que durante años complicaron el tráfico en el centro de la ciudad.

Edificios sin bajos comerciales

Tampoco hubiera sido fácil el reasentamiento del comercio. Quienes concibieron el diseño arquitectónico de las nuevas zonas residenciales de la ciudad no debían de ignorar el papel que juegan los bajos comerciales como dinamizadores de la vida urbana, pero optaron por el concepto introducido por Le Corbusier de evitar que los edificios interrumpan la vista de la ciudad para el viandante y decidieron que la mayoría de los bajos fuesen diáfanos. Una fórmula que en ciudades con grandes pendientes tampoco facilita ver más allá del primer edificio y multiplica las corrientes de aire, al hacer un efecto túnel que hace los bajos muy poco confortables. Pero, sobre todo, que impide que los edificios tengan cualquier otro uso que el residencial.
El resultado es que los pobladores de estas nuevas áreas se ven obligados a depender del automóvil (varios por familia) para hacer la compra en las zonas comerciales de El Alisal o El Sardinero.
Las escasas zonas con bajos cerrados tampoco han tenido éxito comercial hasta ahora, a falta de la suficiente masa crítica para conseguirlo, si bien en los últimos meses se han acelerado los asentamientos de pequeñas tiendas. Pero no han llegado las franquicias, que siempre esperan a una segunda oleada, excepto en los centros comerciales, donde no dudan en ser las primeras.
Tampoco lo tendrán fácil para encontrar donde instalarse y un ejemplo está en los más de dos años que lleva Mercadona buscando un emplazamiento adecuado a sus necesidades en la ladera norte de la Vaguada de Las Llamas.
Algo más sencillo, pero no mucho, será encontrar lo que desea Telepizza, porque sus necesidades de espacio son menores. La cadena de comida rápida llegó a Cantabria en octubre de 1989 como franquicia y así continuó hasta hace dos años, cuando adquirió todos los restaurantes franquiciados que había en la región, a excepción de los de Laredo y Castro Urdiales. El de la calle Castilla –un Pizza World que la cadena absorbió hace años– ya ha hecho las maletas para buscar alojamiento al otro lado del Túnel de Tetuán.

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