La historia de la banca española estará en Solares

Fueron poderosos, administraron gigantescos patrimonios y con sus operaciones decidieron los destinos económicos de sus países pero no pudieron imaginar que el legado documental de esas trayectorias iba a descansar en Solares, junto a otros muchos, a disposición de historiadores y economistas.
El Santander, abrumado por las dimensiones de su archivo, optó por ponerlo en manos de la Universidad de Cantabria a través de una fundación conjunta poco después de celebrar su 150 aniversario. Así podría ser de utilidad para los estudiosos. Pero a este legado del Banco se le han ido sumando muchos otros a lo largo de su trayectoria y hoy esos papeles prácticamente son la historia de todo un sector.
Tras la construcción del CPD de Solares se pensó en aprovechar la amplia superficie disponible para dotar al archivo de un edificio que le diese visibilidad. Se trata de un inmueble de dos plantas diseñado por los arquitectos Gonzalo Echenique y Francisco Fariña, autores del resto del complejo y también de la Ciudad Financiera del Banco Santander, en Boadilla del Monte.
Los autores han buscado que este edificio de 1.649 metros cuadrados tenga una unidad estética con los del CPD y su estructura es de hormigón con detalles del acero corten que el CPD utilizan en las características chimeneas por las que se evacúa el enorme calor producido por la batería de servidores en red.
El archivo ha costado 1,4 millones de euros y en él se almacenarán 17.000 documentos propios y ajenos de gran valor que ha atesorado el Banco, el más antiguo de ellos de 1565. Buena parte proceden de las 33 entidades adquiridas por el Santander a lo largo de su historia, especialmente de los bancos Central e Hispano Americano. También están los del último gran banco regional catalán: el Banco Hispano-Colonial.
Entre la documentación completa de bancos extranjeros se encuentra la del Hogar Argentino, Banco Mercantil de Rosario, Banco Comercial e Industrial de Córdoba, el First National of Puerto Rico o el Bank of América. El edificio también dispondrá de una biblioteca de temas histórico-financieros.
El Archivo Histórico Banco Santander ya ha sido el primero de esta índole accesible a través de la Red. De hecho, la documentación de la banca española que ahora se podrá consultar también físicamente, ya estaba digitalizada gracias al trabajo de un equipo de la Universidad de Cantabria. Entre esos documentos están los del Banco de Torrelavega, desde 1920 hasta su absorción definitiva en 1942; los del Banco Mercantil; o los procedentes de la Banca Soler y Torra Hermanos, con la que Emilio Botín Sanz de Sautuola consiguió abrirse camino en Cataluña cuando los bancos españoles no estaban autorizados a operar más allá de sus fronteras provinciales.

La expansión del Santander

El Banco Santander, origen y leit motiv del archivo había nacido en 1857 pero no era el primer banco de la provincia ni lo fue durante mucho tiempo. Tras el período expansivo de la Primera Guerra Mundial, el Santander comenzó a mostrar un mayor dinamismo financiero de la mano de Emilio Botín López, nombrado presidente de la entidad en 1920. Su mandato (1920-1923) trajo una serie de cambios positivos en la marcha de la entidad. En primer lugar, el cargo dejó de ser rotatorio, como venía ocurriendo desde su fundación, lo que penalizaba la operatividad del negocio; en segundo lugar, se produjo una ampliación de capital a 10 millones de pesetas de la época, al tiempo que se iniciaba una decidida política de reservas, que pasaron de los 3,2 millones de 1920 a los 8,8 millones de 1935.
También en estos años comienza una verdadera política de expansión de sucursales: en 1921 el Santander suscribió la mitad del capital del nuevo Banco de Torrelavega, contando desde entonces con una entidad filial presente en la capital del Besaya, Cabezón de la Sal y Molledo-Portolín. En 1923 se inauguraron las primeras sucursales propiamente dichas en El Astillero, Santoña, Sarón, Potes, San Vicente de la Barquera, Reinosa, Ampuero y Comillas.
Si bien con notable retraso con respecto a su competidor el Banco Mercantil, la extensión de la red operativa del banco cobró un considerable vigor a partir de ese año. En 1935 disponía de 16 sucursales en la provincia y una en Riaño (León).
La crisis de los años 30 golpeó con fuerza a la entidad, al igual que a sus competidoras, tanto las regionales como a las sucursales del Banco Español de Crédito, Banco Hispano-Americano y Banco de Bilbao que ya estaban asentadas en Santander. En esa época entra como consejero Emilio Botín Sanz Sautuola, que alcanzaría la dirección general en 1934.
Después de unos años difíciles de guerra y posguerra, con Emilio Botín Sanz de Sautuola en la presidencia y Pablo Tarrero en la dirección general, el Banco inicia su expansión por Hispanoamérica. La corresponsalía recíproca con el Trust Company of Cuba inicia en 1947 la presencia del Santander en el ámbito iberoamericano. Tres años después abre representaciones en México, Argentina y Venezuela.
Estos negocios comienzan a cobrar tal importancia para el banco que en 1955 se crea un Departamento Iberoamericano. En 1964 el Santander decide establecerse en Buenos Aires y poco después en Panamá. En 1976 absorbe el First National Bank of Puerto Rico para convertirlo en Banco Santander-Puerto Rico. Poco a poco va extendiendo su presencia en la zona: Santo Domingo, Costa Rica, El Salvador (1977); Guatemala (1978); Miami (1979); Nassau, Sao Paulo, Uruguay y Chile (1982), aunque algunas de esas experiencias resultaron amargas por la crisis política y económica en que se vieron sumidos esos países. Eso no impidió que el Santander volviera más tarde y con más fuerza.
Paralelamente a este proceso, comienza a abrir representaciones en Europa, que secundan la establecida en Londres en 1957: París abre en 1972 y Frankfurt en 1973.
En 1985 las acciones del banco empiezan a cotizar en el parqué londinense. Fuera de Europa, la creación de Bankinter con el Bank of America es un hito para la entidad que le hace posible estar presente en el mercado norteamericano.
En 1986 la presidencia pasa a Emilio Botín y García de los Ríos. Había sido nombrado consejero en 1960, pasando cuatro años después a formar parte de la Comisión Ejecutiva. En 1967 accedió al cargo de director general y con la designación como consejero delegado en 1977 se confirmaba su previsible ascenso a la presidencia, que se conviertía así en una tradición familiar.
Pasada la crisis bancaria de los setenta y primeros ochenta, que el banco sorteó liberándose de la cartera industrial acumulada a lo largo de los años de proteccionismo franquista, la segunda mitad de los ochenta resultó un período abiertamente expansivo, que consolidó al Santander como uno de los primeros establecimientos del país. En 1987 el banco constituía con la Metropolitan Life una sociedad conjunta para operar en el campo de los seguros, abría una oficina de representación en Tokio y comenzaba a cotizar en Wall Street.
Pero el momento en el que el Santander se desmarca definitivamente como uno de los dos gigantes bancarios de la economía financiera del país viene tras la crisis económica desatada en 1992. Intervenido Banesto por el Banco de España, su posterior subasta celebrada en 1994 otorgó a la entidad dirigida por Emilio Botín el control del 48,1% del capital. Una OPA le proporcionó en 1998 el resto.
En el torbellino de opas y fusiones que vivió la banca en los 80 para afrontar los retos que suponía la creación de un espacio económico europeo, el Santander buscó la alianza del Central Hispano, anunciada en enero de 1999. Nacía el Banco Santander Central Hispano (BSCH), el segundo banco europeo por capitalización bursátil tras el Deutsche Bank. El mismo año consolidó importantes alianzas con otros bancos europeos: con el grupo Champalimaud para adquirir los bancos Totta & Açores y Crédito Predial Portugués y con el Royal Bank of Scotland en apoyo a su OPA sobre el Natwest. El año 2000 se hizo con el banco brasileño Banespa y reforzó sus lazos con la francesa Société Générale, con participaciones cruzadas.
Unos años antes se había iniciado un segundo período de intensa expansión en Iberoamérica que le permitió desarrollar el negocio en Argentina, Brasil, Colombia, México, Perú y Venezuela, al tiempo que daba un nuevo impulso a los ya existentes en Chile, Puerto Rico y Uruguay. A partir del año 2000 se incorporan al Grupo, Banespa en Brasil, Grupo Serfín en México y Banco Santiago en Chile. Con ello se afianza como primera franquicia financiera en Latinoamérica.
En 2003, el Grupo constituye Santander Consumer, al integrar la alemana CC-Bank, la italiana Finconsumo, Hispamer en España y otras sociedades del Grupo.
El Banco ya hacía más de una década que había concentrado todos sus servicios centrales en Madrid, pero en 2004 volvió a reagruparlos en una nueva sede corporativa, la Ciudad Santander, en Boadilla del Monte, en la que hoy trabajan 6.800 profesionales. Ese mismo año tuvo lugar otro hito relevante: la incorporación al Grupo de Abbey, sexto banco del Reino Unido.
En 2007 el Santander celebró su 150 aniversario siendo el duodécimo banco del mundo por capitalización bursátil, el séptimo por beneficios y la entidad con la mayor red de distribución minorista del mundo occidental: 10.852 oficinas. Ese año, adquiere con Royal Bank of Scotland y Fortis la sociedad ABN Amro, con la que se adjudica Banco Real en Brasil, doblando así su presencia en ese país, y un año después aprovecha el hundimiento de muchos bancos internacionales por la crisis para incorporar el Alliance & Leicester y el Bradford & Bingley, con lo que alcanza la cifra de 1.300 oficinas en Reino Unido y se convierte en el tercer banco del país por depósitos.
Con 8.876 millones de euros de beneficio, ya era el tercer banco del mundo por resultados. Luego, cuando la fortísima crisis española redujo sensiblemente las ganancias, el banco prefirió optar por el crecimiento orgánico, lo que no le impidió adquirir en 2009 el resto del capital de Sovereign o el tercer banco de Polonia, el Bank Zachodni.

Banesto

Tan importantes como los documentos del Santander son los del Banco Español de Crédito. El mayor banco español durante mucho tiempo acabó como tal en 2013 cuando toda su estructura fue definitivamente integrada en el Santander. Había sido constituido en 1902 sobre la base de la Sociedad General de Crédito Mobiliario Español, nacida en 1856 de la mano de los financieros franceses Isaac y Émile Péreire y su célebre Crédit Mobilier, que había revolucionado las finanzas francesas con su capitalismo popular. Por primera vez reunieron los grandes capitales y los más pequeños para invertir en compañías de todo tipo: ferrocarriles, aseguradoras, líneas trasatlánticas o infraestructuras urbanas.
En España, la filial de los Péreire continuó su política de inversiones. No obstante, la relajación de los lazos con la sociedad matriz francesa y el debilitamiento de sus negocios ferroviarios terminaron por lastrar la marcha del Crédito Mobiliario, que en 1882 ya abordó un primer intento por reconvertir y ampliar su actividad crediticia a través de la constitución del Banco Español de Crédito. El crash bursátil de ese año frustró el proyecto, que pudo hacerse realidad en 1902, una vez cerrado el agitado período que condujo a la pérdida de las colonias de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. El peso de los inversores franceses iba a seguir siendo fundamental, ya que el 40% quedaba en manos de la entidad de negocios francesa Paribas.
La convivencia entre los intereses franceses y españoles no fue siempre fácil. El debate sobre la política de creación de sucursales —y, por tanto, sobre el modelo de negocio bancario a desarrollar— enfrentó en el seno de Banesto a un grupo de accionistas españoles con los defensores de la tesis de Paribas, lo que motivó en 1906 la dimisión del presidente Cayetano Sánchez Bustillo, que sería sustituido por Manuel González-Longoria. El enfrentamiento se cerraba con una victoria provisional de la postura francesa y hasta 1910, Banesto tan sólo crearía cinco sucursales, la de París, abierta desde la constitución del banco, y las de La Carolina, Linares, Jaén y Almería, plazas todas ellas ligadas a las minas de capital galo.
La muerte de González-Longoria en 1912 abrió la puerta a Manuel García Prieto (1859-1938), prohombre del Partido Liberal español y decidido partidario de una orientación más independiente de la entidad bancaria, auxiliado en la vicepresidencia por su hombre de confianza, José Gómez-Acebo Cortina (1860-1932). Dada la intensa actividad política de García Prieto, que formó gobierno en 1917, Gómez-Acebo pasaría a ocupar la presidencia ese mismo año. Desde su creación, y durante todo el período de la Restauración, el Banco Español de Crédito mantuvo fuertes vínculos con el Partido Liberal, integrando entre sus mayores accionistas a cuatro destacadas familias del liberalismo español, los Martínez Campos, los Gómez-Acebo, los Garnica y los Argüelles.
Las circunstancias de la Gran Guerra fueron determinantes, pues la depreciación del franco redujo drásticamente la presencia de accionistas franceses. La nueva senda de Banesto como entidad gestionada por y para los intereses de sus inversores españoles parecía simbolizarse en la inauguración por el rey Alfonso XIII de su nueva sede en la calle de Alcalá el 6 de mayo de 1922.
De forma paralela se produjo su expansión territorial sobre la base de un aumento de los recursos propios, que eran de 50 millones de pesetas en 1919. Con ello se abordó la apertura de sucursales y la adquisición de otras entidades, como el Banco Comercial de Valencia (1927), el de Burgos (1928), el de Oviedo (1920) o el Gijonés de Crédito (1932).
Con esta nueva estructura para la captación de pasivo, su orientación como banco mixto se vio reforzada, dedicando crecientes recursos a la promoción de nuevas empresas.
En ello coincidió con el nacionalismo económico de corte estatalista que alcanzó un particular desarrollo durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera (1923-1930) gracias a la iniciativa de su ministro de Hacienda, José Calvo Sotelo. Así cabe explicar la participación de Banesto en la constitución de la Compañía Arrendataria del Monopolio de Petróleos (CAMPSA), pese a la animadversión del gobierno del dictador hacia los hombres del banco, muy vinculados al régimen anterior. Tanto fue así que el ex presidente de la entidad, Manuel García Prieto, fue confinado por la dictadura en la isla de Fuerteventura en 1924 debido a un artículo con su firma aparecido en La Actualidad Financiera.
Cuando en noviembre de 1932 falleció el presidente José Gómez-Acebo, Banesto era líder absoluto en el mercado bancario nacional: 399 sucursales contra las 143 del segundo posicionado, el Banco Hispano-Americano. En el grupo de los Cinco Grandes estaban Español de Crédito, Central, Hispano, Bilbao y Vizcaya.
En 1932 llegó a la presidencia del consejo una figura central en la historia de la entidad: Pablo Garnica Echevarría (1876-1959). Al igual que los dos presidentes anteriores, era una figura destacada del Partido Liberal, al que representó en varias legislaturas como diputado y como ministro.
El cargo de consejero delegado sería desempeñado por uno de sus más estrechos colaboradores: el soriano Epifanio Ridruejo Botija (1899-1986). El tándem Garnica-Ridruejo enfrentó las difíciles circunstancias de la Guerra Civil, cuando Banesto quedó dividido en dos entidades que tributaban reconocimiento a cada uno de los bandos en liza.
Concluida la guerra y restaurada la unidad monetaria y de negocio, Banesto pasó a ser pieza esencial en el statu quo bancario, que garantizaba una estructura estable del sistema financiero español a cambio de severas cortapisas a las entidades de crédito en la apertura de sucursales y operaciones societarias, ademas de supeditarse a los intereses y política económica del nuevo Estado Nacional. Gracias a ello, Banesto consolidó su posición como uno de los Cinco Grandes bancos españoles, que posteriormente se convertirían en Siete con la incorporación del Popular y el Santander. En consonancia con el programa de industrialización promovido y tutelado por el franquismo desde los principios del intervencionismo y la autarquía, Banesto fortaleció considerablemente su cartera industrial.
Al finalizar la presidencia de Pablo Garnica en 1959 el Banco Español de Crédito era líder del sistema bancario español.

Los traspiés de Banesto

Las dos décadas siguientes transcurrieron con cierta placidez en el negocio bancario pero con mucho menor dinamismo, circunstancia aprovechada por sus más directos competidores. No obstante, Banesto realizó operaciones societarias de cierta relevancia, como la adquisición del Banco Coca en 1978 o el Garriga Nogués (1986), que acabaron por causarle serios problemas para la entidad cuando el ciclo económico cambió y la crisis del petróleo llegó a España. En 1986 se vio obligado a presentar una cuenta de resultados con beneficio cero, lo que testimoniaba las dificultades que venía atravesando.
La necesaria apertura de la economía española ante los desafíos de su integración en la CEE iba forzosamente a cambiar el somnoliento ambiente del negocio bancario, basado en la preservación de un statu quo inalterable y poco competitivo y una de las primeras señales fue la fracasada opa hostil que en 1986 lanzó el Banco de Bilbao sobre Banesto, aprovechando su delicada situación.
Para protegerse, Banesto y el Central iniciaron un intento de fusión en el invierno de 1988-89 que no terminó de materializarse por diferencias de criterio y con Mario Conde a las riendas de la entidad, quien había desembarcado en Banesto junto a su socio Juan Abelló en los momentos más difíciles de la opa lanzada por el Bilbao.
El ascenso de Mario Conde a la presidencia coincidió con un momento especialmente brillante para la economía española como consecuencia del acceso del país a la CEE y la entrada de capitales extranjeros, por lo que los nubarrones que se cernían sobre el Banco Español de Crédito parecían haberse evaporado tan sólo dos años después.
En realidad, tanto Banesto como Central habían salido debilitados de la frustrada operación pero la entidad presidida por Conde optaba por continuar su negocio en solitario. Durante estos años de euforia económica el Banco protagonizó una cuestionable y desordenada expansión, aceptando clientes de alto riesgo, optando por inversiones poco afortunadas y elevando el coste financiero de su pasivo muy por encima del de sus competidores. Cuando en 1991 el ciclo económico cambió, los problemas en Banesto reaparecieron con virulencia y la salida a bolsa de su Corporación Industrial, que se vio frustrada por el desplome bursátil que siguió al desencadenamiento de la Primera Guerra del Golfo, acabó por delatar su debilidad.
El Banco de España urgió a Banesto a un decidido incremento de sus recursos propios. Los problemas surgidos en esta operación y las irregularidades contables que detectaron los inspectores del Banco de España llevaron al Gobernador a decidir su intervención y la sustitución de todos los consejeros el 28 de diciembre de 1993 por el riesgo sistémico que implicaba para todo el sector bancario. Al frente del nuevo consejo fue nombrando Alfredo Sáenz, cuyo prestigio se había fraguado en el saneamiento de Banca Catalana.
El agujero patrimonial de la entidad ascendía a 245.000 millones de pesetas y el plan de saneamiento de Sáenz implicó una reducción de capital—que se saldó con una minusvalía para los accionistas de 320.000 millones de pesetas—y la toma de posición del Fondo de Garantía de Depósitos por valor de 285.000 millones de pesetas.

La compra por el Santander

En la primavera de 1994 estuvieron listas para ser ofrecidas al sector privado en pública subasta las 450 millones de acciones de Banesto propiedad del Fondo de Garantía de Depósitos. El Banco Santander ofreció 762 pesetas por acción frente a las 667 del Bilbao y las 566 de Argentaria. La operación le costó al banco presidido por Emilio Botín 313.458 millones de pesetas pero acercaba a la entidad cántabra al tamaño requerido para afianzarse en el marco de la próxima Unión Monetaria Europea.
En efecto, con la incorporación del Español de Crédito las cifras del Santander dieron un salto espectacular, ya que supuso un incremento del activo del 40%, en tanto el número de empleados pasaba de algo más de 12.000 a 29.000 y la red de sucursales crecía en casi 2.400 oficinas. No obstante, algunos indicadores, como los de rentabilidad, eficiencia, morosidad y solvencia se resintieron. Junto con su matriz, se incorporaron el Grupo Santander filiales como Bandesco, el Banco de Vitoria, el de Albacete o el Peninsular, cuya licencia fue aprovechada para crear Openbank, entidad especializada en banca telefónica, primero, y electrónica después.
Al frente de Banesto fue ratificado Alfredo Sáenz, quien dispuso la venta de una gran parte de la cartera industrial, así como de sus participaciones en medios de comunicación y en entidades extranjeras, con la excepción del banco portugués Totta & Açores, estratégico para la expansión del Santander en el país vecino.
Durante los siguientes cuatro años, el equipo de Alfredo Sáenz logró revertir la situación de Banesto, recuperando en un solo ejercicio todos los depósitos retirados a raíz de la intervención y reduciendo la morosidad. En 1998 el balance del Grupo crecía un 20% y el beneficio neto se multiplicaba por dos: la etapa de saneamiento había concluido, lo que decidió al Santander a lanzar una OPA sobre el resto del capital de la entidad, aunque siguió conservando su autonomía dentro del Grupo.
Tras la incorporación de Alfredo Sáenz al Santander como consejero delegado en febrero de 2002, la presidencia de Banesto recayó en Ana Patricia Botín, formada en J.P. Morgan y en diversas filiales del Santander, que marcó una especial orientación del negocio hacia las pequeñas y medianas empresas.
La marcha de Ana Patricia Botín en noviembre de 2010 para dirigir la división británica del Santander dio paso en la presidencia a Antonio Basagoiti, consejero del Santander, pero este cambio, en plena crisis financiera y económica, no pudo obviar la necesitad de urgentes procesos de redimensionamiento en el sector y el Santander optó por la liquidación de Banesto y su integración total en el Grupo.

El Central y el Hispano

La tercera pata del gran archivo del Santander procede del Central Hispano, dos marcas históricas que en su recorrido recogieron otra buena parte del sistema bancario español.
La creación del Hispano corrió a cargo de un grupo de capitales retornados al país tras la pérdida de las colonias españolas en 1898, reunidos por el empresario vizcaíno Antonio Basagoiti Arteta y las familias Zaldo e Ibáñez, que habían hecho fortuna en Hispanoamérica. Su intención era crear una entidad financiera privada con vocación nacional, ya que hasta entonces sólo el Banco de España tenía sucursales en todo el territorio.
A finales del año 1913 BHA sufrió una crisis de confianza motivada por la rumoreada presencia comercial que el banco tenía en México, entonces azotado por la inestabilidad política. La crisis se resolvió con la intervención del Banco de España, que actuó por primera vez como prestamista de última instancia. Del proceso se consolidó una política gestora conservadora que previno una excesiva implicación durante la Primera Guerra Mundial, a diferencia de otras entidades.
La crisis industrial de finales de los años 70 y principios de los 80 afectó severamente a la cartera industrial que habían acumulado los bancos. En 1984 la mala situación que atravesaba el Hispano era tal que el entonces presidente, Claudio Boada, se vio forzado a no repartir dividendos. El Banco de España supervisó un largo proceso de saneamiento y aportó unas ayudas de 45.000 millones de pesetas que en parte fueron puestas por el resto de los grandes bancos y el Fondo de Garantía de Depósitos.
Por su parte, el Banco Central fue creado en 1919 a partir de la unión de ocho bancos pequeños. Creó empresas como Minero Siderúrgica de Ponferrada, Saltos del Sil o Cementos Cosmos y no dudó en comprar pequeños bancos hasta convertirse en la primera entidad privada de España de la mano de Alfonso Escámez, un personaje hecho a sí mismo ya que entró en 1928 como botones en el Banco Internacional de Industria y Comercio, absorbido más tarde por el Central, y se convirtió en presidente en 1973 tras recorrer todo el escalafón.
No obstante, cuando en 1988 fracasó la fusión con Banesto, el banco se resintió. Tres años después, el Central encontró pareja en el Hispano Americano, cuya situación estaba aún más debilitada, para formar el Banco Central Hispano Americano.
No era la primera vez que Central y el Hispano se acercaban. El primer movimiento lo hicieron Ignacio Villalonga y Antonio Basagoiti a mediados de los sesenta. Cuando la operación estaba prácticamente cerrada, el ministro de Hacienda Espinosa San Martín pensó que el nuevo banco iba a adquirir demasiado poder y le negó los beneficios fiscales solicitados. La fusión se encarecía tanto que Villalonga abandonó la idea. Con Luis de Usera al frente del BHA y Alfonso Escámez del BC se produjo una segunda tentativa que tampoco fructificó. El canje accionarial propuesto no satisfizo a Usera tras valorar los balances. El tercer intento ocurrió en 1989, con Claudio Boada en la presidencia, pero el resultado de las negociaciones no permitió alcanzar ningún acuerdo.
Finalmente se consumó en 1991 pero en ese momento ya no estaban en una relación de igualdad y en la práctica se produjo una absorción del Hispano por el Central.

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