Japón se sube al ‘ABE’
El camino de recuperación económica que ha iniciado Japón en 2013 se debe a las nuevas políticas de estímulo económico de Shinzo Abe, que ha impulsado un fuerte crecimiento de la economía en el primer trimestre del año. Las reformas parecen haber dado con la clave para sacar a Japón del atolladero en el que lleva metido nada menos que veinte años.
Aunque el FMI cree que, efectivamente, la recuperación se debe a esas políticas, también ha subrayado que debe haber más reformas para que el crecimiento sea sostenible. Ahora bien, Japón habrá de tener mucho cuidado si tiene que acabar recurriendo a la financiación del Fondo, cuyo abrazo es asfixiante, como saben por experiencia propia los estados rescatados de la UE y España.
Abenomics
La prensa económica de habla inglesa ya ha calificado esa política como Abenomics, haciendo un paralelismo no muy exacto con el término Reaganomics, aquella famosa expresión sobre el modelo económico de Reagan, basado en las teorías de Milton Friedman, y que tuvo como objetivo dar protagonismo a la iniciativa privada. Sus cuatro pilares fueron reducción del gasto público y de los impuestos, regulación de la economía y control de la oferta monetaria y de la inflación.
El marco del plan Abe no tiene mucho que ver con el plan de Reagan en los 80 y basta ver que el Banco de Japón anunció en abril un programa de compra de activos para duplicar la base monetaria en dos años, cuando espera acabar por fin con el fenómeno de la deflación que ha afectado tan negativamente al país durante dos décadas.
Más impuestos
La estrategia de Abe cuenta con el apoyo del FMI, una entidad a la que le preocupa, sobre, todo la política monetaria, y que augura que la economía japonesa, que creció un 2% en 2012, mantendrá esa tendencia en 2013, en que crecerá un 1,6%, y en 2014 tendrá una expansión del 1,4%. El desempleo se mantendrá estabilizado en el 4,1%.
La reciente depreciación del yen como consecuencia de estas nuevas políticas de estímulo no se considera un problema y debe ser entendida en el contexto de los esfuerzos por combatir la deflación. No obstante, el FMI advierte de que Japón debe poner en marcha profundas reformas estructurales y fiscales, incluyendo una drástica subida del IVA, recortes en las partidas destinadas al gasto social y un retraso en la edad de jubilación. En otras palabras, que le espera un futuro a la europea y ya tenemos otro espejo en el que mirarnos.
Subir el IVA desde el 5% actual al 10% en 2015 es mucho aumento pero supone un primer paso esencial en opinión del FMI, que incluso recomienda llevarlo hasta el 15% o más, puesto que es la fuente de recaudación más eficiente. Además, propone ampliar la base del impuesto de la renta y reducir los incentivos fiscales, además de recortar el gasto en seguridad social, retrasar hasta los 67 años la edad de jubilación y ampliar el copago sanitario.
Con respecto a la inflación, el Banco de Japón espera que llegue el 3% en 2014, mientras que la deuda pública sólo bajará un punto del terrorífico 245,5% del PIB en que ahora se encuentra.
La mezcla de ingredientes
¿Cuál es la clave particular del éxito de Japón? La fórmula Abenomics tiene tres ingredientes: el estímulo económico público, la política monetaria y la reforma estructural. Todo ello mezclado ha dado lugar en el primer trimestre a un crecimiento del 3,5%, además de conseguir un aumento de las exportaciones y del consumo. La novedad no es la fórmula sino la dosis en la mezcla de cada uno de los ingredientes y el combate simultáneo en los tres frentes.
Abe anunció, a poco de iniciar su mandato en diciembre de 2012, una inyección adicional de un billón de yenes –104.000 millones de dólares– en inversiones públicas en infraestructuras para animar la economía.
El primer ministro también tuvo una polémica intervención cuando forzó al Banco Central de Japón a embarcarse en un programa de emisión electrónica de dinero, que está ampliando el circulante en la economía, y ha elevado la inflación al 2%.
El yen, por su parte, ha experimentado una devaluación del 30%, lo que ha ayudado al sector exportador y ha encarecido las importaciones. Esa medida también ha contribuido a elevar la tasa de inflación que, a su vez, estimula a los consumidores a gastar ahora y no postergar las compras a la espera de que bajen los precios, que es la trampa de la deflación.
El consumo, que constituye un 60% del PIB japonés, creció un 0,9% en este primer trimestre, mientras que las exportaciones aumentaron un 3,8% gracias a la devaluación.
Quedan por hacer las reformas internas y Abe está estimulando el aumento salarial, la flexibilización del mercado laboral y la regulación para estimular la inversión extranjera. A corto plazo, esto podría afianzar la recuperación.
Récord mundial de déficit
Pero todo tiene un precio y en este caso es el gigantesco déficit fiscal. En veinte años de estancamiento económico, Japón se ha convertido en el país con la deuda pública más abultada del mundo, hasta el punto que ha alcanzado el 245,5% del PIB. Si por el momento la prioridad es salir del laberinto de la deflación, a largo plazo inevitablemente tendrá que ponerse manos a la obra para solucionar este gigantesco problema.
Colateralmente, la caída del yen ha generado una disminución de competitividad en otras naciones exportadoras, como sus vecinos de Corea del Sur o incluso Alemania, que se ha opuesto hasta el momento a una devaluación del euro, aunque eso hubiese podido reducir los problemas de los países periféricos de la eurozona, como Portugal o Grecia. De hecho, la devaluación del yen puede obligarle a Merkel a cambiar esta estrategia por el impacto que tiene sobre las exportaciones germanas. Si también se devaluase el euro, se estimularían las exportaciones de Alemania y Francia y eso vendría bien a la eurozona en su conjunto.
Mientras tanto, las bajas tasas de interés de los países desarrollados y la política de flexibilización monetaria hace que los inversores especulen con el dinero generado y busquen ganancias más altas en los países en desarrollo.
Uno de los problemas más difíciles de abordar para Japón es el sociodemográfico. En 1989 sólo el 11,6% de la población tenía más de 65 años y ahora la proporción se ha duplicado. Japón es uno de los países con mayor expectativa de vida del planeta y eso tiene un coste muy difícil de abordar cuando la economía no crece.
La población económicamente activa no hace más que disminuir, con lo que la recaudación de los impuestos lógicamente va a la baja, pero si, para solucionarlo, se aumenta la fiscalidad se pone en peligro el incipiente crecimiento económico y, si Abe no lo hace, lo que pondrá en peligro es la contención de la desaforada deuda pública. Ese es el dilema que tendrá que resolver Japón en los próximos años.