Grandes yates a la carta
A lo largo de los canales holandeses hay astilleros de muy diversas dimensiones que producen cada año centenares de barcos de recreo con cascos de acero. Cantabria no cuenta con esa red de canales tan propicios para iniciativas de ese tipo, aunque sí con una gran afición a la náutica, la que ha llevado a la familia Martínez Viaña, propietaria de Marla Industrial, a embarcarse en un proyecto de construcción de barcos deportivos en acero y en aluminio. Barcos para un nicho de mercado muy concreto, el de quienes quieren una embarcación a la medida.
A pesar de que la crisis ha hecho mella en todos los sectores, hay una parte de la náutica deportiva que no solo resiste, sino que ha experimentado un auge en la demanda de embarcaciones. Se trata de los llamados barcos ‘de viaje’, una opción para navegantes experimentados que, jubilados o cercanos a la edad de retiro, deciden convertir el barco en su hogar e iniciar singladuras de largo alcance.
Pensando en ese tipo de navegantes y en todos aquellos que buscan en un barco de recreo detalles que no es posible encontrar en las embarcaciones de serie, la empresa de Maliaño ha puesto en marcha un proyecto para fabricar seis modelos de yates de lujo, de hasta 16 metros de eslora, con el casco fabricado en un material con el que viene trabajando desde hace tres generaciones, el acero.
Nuevas técnicas de construcción
Hacerse un hueco en la náutica deportiva con cascos metálicos no es fácil. Sin embargo, la hegemonía que ejerce el poliéster en la construcción de barcos de recreo, gracias a su moldeabilidad y menores costes, no impide que se empiece a abrir paso la fabricación en acero o aluminio. En ello han tenido mucho que ver el abaratamiento de las técnicas de construcción con estos materiales y la posibilidades que brindan a la hora de adaptar el barco a los deseos de quien va a navegar en él.
Mientras que en la fabricación con poliéster la resistencia del casco no suele admitir variaciones en su estructura, los cascos construidos en acero o en aluminio, además de ser mucho más fuertes, permiten adecuar el interior del barco a las necesidades o los gustos del comprador. Por otro lado, el secreto de que una embarcación construida en poliéster tenga un precio más asequible no es otro que el de la facilidad para su fabricación en serie a partir de un mismo molde. Sin embargo, en barcos de un cierto tamaño, en los que la demanda es siempre escasa, resulta más costoso amortizar el utillaje, por lo que su precio ya no dista tanto de los construidos en metal.
Los cambios en las técnicas de construcción también han favorecido la difusión de los cascos metálicos, al abaratar los costes. Ya no es necesario trazar el barco y hacer la plantilla para efectuar el molde de las piezas. Basta un programa informático para obtener el despiezado. Los trozos de chapa se cortan por plasma y se ensamblan después con toda precisión. Este notorio avance y el abaratamiento de las materias primas han convertido a los barcos de casco metálico en una opción competitiva en precio, tanto los realizados en aluminio, que son los preferidos por quienes buscan las embarcaciones más veloces, como los de acero, donde se prima la resistencia y la duración.
Un ría con pedigrí naval
Aunque su especialidad es la construcción metálica, Marla no se va a limitar a fabricar el casco. Su propósito es hacer el barco completo, apoyándose en las empresas especializadas en construcción naval que siguen existiendo en Camargo y Astillero. La cercanía de Astander ha permitido la subsistencia en esa zona de firmas capaces de aportar todo lo que la fabricación de un barco precisa, desde la motorización a la carpintería de interiores, la instalaciones de aire acondicionado o electricidad, las hélices o la pintura.
La existencia de estos gremios atrajo a la Ría de Boo –muy cercana a la ubicación de Marla, en el polígono de La Cerrada– a firmas como Oliver Desing, una ingeniería especializada en la rehabilitación de buques. Esta empresa vasca, en colaboración con Astilleros Ruiz, fabricó hace dos años un yate de madera con la intención de que sirviera de modelo para una línea de buques de recreo.
También en esa ría se encuentra Astilleros Solana, el único que queda en Cantabria con licencia para construir buques –a excepción de Astander– aunque en su caso sean de menos de 500 toneladas. Cerrado desde hace más de un año, sus instalaciones han suscitado el interés de varias empresas, entre ellas la propia Marla, que contaría así con un lugar perfecto para la botadura de los barcos que va a construir, o el de Talleres Besaya. Sin embargo, en ninguno de los dos casos ha sido posible llegar a un acuerdo.
Para las pruebas de mar, que son necesarias para entregar el barco con todas la certificaciones de navegabilidad, Marla prevé utilizar el cercano puerto deportivo de Marina del Cantábrico.
El objetivo de la empresa en su aventura naval es ofrecer dos líneas de barcos, con tres modelos cada una, que se podrán personalizar, y con esloras que irán desde los diez hasta los 16 metros. Los precios oscilarán entre los 240.000 euros de los más pequeños y los 900.000 que pueden alcanzar los barcos de viaje, en los que se puede vivir en permanente travesía, aunque el precio final dependerá lógicamente del equipamiento y de los acabados que elija el comprador.
Tres generaciones dedicadas al metal
La relación de Marla con la industria naval no es nueva, aunque no haya sido directa hasta ahora. La empresa de Maliaño fabricó tiempo atrás los herrajes, púlpitos y barandillas para los yates que fabricaba Taylor en Pontejos. La línea de barcos que ahora inicia será un complemento de su actividad principal, centrada en la fabricación e instalación de cubiertas, fachadas, muros cortina y carpintería en toda clase de metales, especialmente para edificios singulares, como museos, polideportivos o sedes institucionales. Suyas son la cúpula de cobre de la Escuela de Marina, la cubierta del Palacio de Festivales y el muro cortina del Palacio de los Deportes, tres de los edificios más llamativos e innovadores de Santander.
Su participación en la Expo del 92, en la que colaboró en el Pabellón de Puerto Rico –la actual sede sevillana de Correos–, suscitó el interés de muchos estudios de arquitectura y propició que sus trabajos se extendiesen por muchos puntos del país. Recientemente ha participado en la construcción del edificio oficial de las Juntas Generales de Guipúzcoa y ahora trabaja en la sede de la Autoridad Portuaria bilbaína.
Con la construcción de barcos, Marla da un paso más en una larga trayectoria que se remonta a la antigua Metalaria, situada en la calle Vía Cornelia, de Santander, aunque la firma de Maliaño fue creada como tal en 1965 por José Luis Martínez Laguna. Si las previsiones se cumplen, dentro de cinco meses se botará el primero de los barcos con casco de acero con los que aspira a abrirse un hueco en la náutica de recreo, un sector en el que, por tradición y capacidad industrial, Cantabria debería jugar un papel más destacado.
Jesús Polvorinos