El tesoro mejor guardado de los Picos

Para encontrar el principio de esta historia hay que dar marcha atrás en el tiempo cerca de 4.000 años. Ya el hombre de la Edad del Bronce aprovechaba los minerales de cobre que afloraban en la Mina Milagro, ubicada en la localidad asturiana de Onís. Las siguientes huellas de esta actividad minera las encontramos en época romana. No existen rastros claros de extracción minera en este tiempo, tan sólo algunos indicios de romanización en Cabrales y Onís, pero esta actividad aparece reseñada en las crónicas de algunos historiadores romanos como Plinio o Marcial, en las que aluden a la extracción de galena y calaminas en zonas limítrofes de Cantabria, una región que consideraban “fértil en bermellón”, haciendo referencia a la presencia de mercurio.
Las primeras licencias para explotar minas en las zonas de Áliva, Tresviso y Cabrales datan del siglo XVI, pero el auge de la minería en los Picos de Europa no llegó hasta mediados del XIX.
Curiosamente, el tirón de la minería en esta cadena montañosa coincidió con una época de enorme desconfianza hacia todo lo relacionado con esa actividad. Tal y como relatan Luque y Gutiérrez en su obra, a mediados del siglo XIX, la minería despertaba todo tipo de recelos dentro de los círculos mercantiles de Cantabria, a pesar de los buenos resultados que cosechaban por aquel entonces dos empresas implantadas en esta región, La Real Compañía Asturiana de Minas y La Providencia. A pesar del escepticismo reinante, fue en el ámbito cántabro de los Picos donde se desarrollaron las mejores explotaciones mineras y donde se impulsó en mayor medida el aprovechamiento de menas de zinc.
Estas circunstancias no sirvieron para convencer a la Real Compañía Asturiana de Minas, que eligió el suelo asturiano para emplazar una planta de tratamiento de minerales de zinc, la fábrica metalúrgica más importante del país por entonces. Precisamente para abastecer a esta industria, la sociedad minera realizó la primera prospección de los Picos de Europa. Una búsqueda que obtuvo sus frutos en 1854 al hallar importantes mineralizaciones de zinc-plomo en la zona de Áliva.

Minería de cinc en Cantabria

En los años siguientes a este descubrimiento, la producción de zinc en Cantabria alcanzó cifras importantes. Entre 1856 y 1889 en territorio cántabro se extrajeron, según recogen Luque y Gutiérrez en su libro La Minería en los Picos de Europa, casi 1.700.000 toneladas de ese mineral. El 9% de esa producción procedía de los yacimientos de los Picos, una cantidad más que destacable teniendo en cuenta las adversidades a las que debían hacer frente los mineros que acudían a trabajar a la gran montaña. José Antonio del Río en su obra “La Provincia de Santander” recogía en los siguientes términos, esta situación: “si en las minas de Picos de Europa pudiera trabajarse todo el año, es indudable que serían, a pesar de lo escabroso del terreno, las que ocuparían con las de Reocín el primer lugar por su cantidad y calidad, pero la circunstancia de estar cubiertos de nieve los terrenos sobre los que se hallan, no permite que se exploten más que durante un tercio del año y los ricos minerales que produce no se exportan en cantidad tan grande como los de Reocín”.
La provincia cántabra fue la primera exportadora de zinc a Europa, especialmente a Bélgica, donde la Real Compañía Asturiana de Minas tenía su sede.

Los otros minerales

En la zona asturiana de los Picos de Europa se extraía también cobalto, que a mediados del siglo XIX sólo se explotaba en Asturias. Las explotaciones de este metal sufrieron varios avatares hasta 1873, año en que los yacimientos de las dos Peñamelleras y Cabrales pasaron a manos del santanderino Antonio Diestro, quien se encargó de potenciarlas.
El yacimiento principal de manganeso estaba localizado en Buferrera, registrado en 1844 bajo el nombre de Nuestra Señora de Covadonga y desde 1893 era propiedad de la empresa inglesa Asturiana Limited, más tarde conocida como The Asturiana Mines Limited. También la minería del cobre en esta cadena montañesa estuvo marcada en el cambio de siglo por el desembarco de numerosos empresarios de procedencia inglesa.

El agitado siglo XX

El estallido de la Primera Guerra Mundial trajo consigo un considerable aumento de la demanda de minerales metálicos, y especialmente de zinc. Esto supuso que se intensificara el laboreo en las minas de La Providencia y Mazarrasa en los Picos de Europa y que la producción de zinc en Cantabria aumentara en 1915 en más de 11.000 toneladas con respecto al año anterior.
Los vientos de bonanza no iban a durar mucho tiempo. El crack del 29 desató una fuerte crisis del precio del zinc en los mercados internacionales que supuso la paralización de las minas tanto en la vertiente cántabra como en la asturiana.
El aislamiento de España en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial abrió una etapa de autoabastecimiento de materia prima que favoreció la reapertura de algunas minas, pero pasado este período, la minería de los Picos de Europa entró en decadencia. Sólo permanecieron las explotaciones de zinc que en los años sesenta y setenta vivieron otra época de esplendor, hasta que un nuevo ciclo acabó con su rentabilidad. Con el cierre en 1989 de la mina de Las Manforas, en Áliva, la gran montaña escribió el último capítulo de su apasionante historia minera.

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