Santander desplaza a Camargo y Castro como motor inmobiliario

En el primer semestre del año, Santander ha superado ya ampliamente el número de viviendas visadas en todo el ejercicio anterior y previsiblemente va a alcanzar un récord histórico, con más de 2.000 viviendas iniciadas en un solo ejercicio. Podría llegar a superar, incluso, las 2.300 que se acometieron en Camargo el año pasado, una cifra insólita para un solo municipio, si se tiene en cuenta que hubo años en que para sumar una cifra semejante de construcciones era necesario computar todos los municipios de la región. La ejecución de las 10.611 viviendas que se visaron en Cantabria en el 2001 supuso un gasto de 81.765 millones de pesetas, con un precio medio de ejecución de 65.900 pesetas por metro.
El fortísimo tirón de Santander, con la urbanización de toda la vertiente sur de Cueto y Monte, ha compensado la notoria caída de la vivienda costera en el último semestre, en parte afectada por la paralización de licencias a que ha obligado el Plan del Litoral. Santander, que durante décadas mantuvo una política enfermiza de escasez de suelo urbano, ha explotado como estalla una botella de cava para dar rienda suelta a la presión contenida. La ciudad ha roto las costuras por el noroeste y después de que el año pasado superase por fin el ritmo de construcción de Castro Urdiales, puede llegar a duplicarlo este año. A 30 de junio, se habían visado en la capital proyectos por valor de 64 millones de euros, de los que resultarán 1.318 viviendas.
De continuar el mismo ritmo de actividad, a finales de año Santander podría rebasar, incluso, el récord histórico de Camargo, donde el pasado año se visaron proyectos para nada menos que 2.068 viviendas, una cifra que difícilmente podrá volver a repetirse, ya que necesita unas condiciones de mercado tan favorables como las que se dieron y una disponibilidad de suelo inhabitual.
Pocos argumentos pueden resultar más representativos de la dualidad económica y sociodemográfica que vive Cantabria como el hecho de que mientras en Camargo se superaban las 2.000 viviendas, en Reinosa, con una población poco inferior, sólo se visaba una y en el primer semestre del 2002, no se ha solicitado visa para ninguna. Una comparación tan preocupante como el abismo que separa las 953 viviendas que se acometieron en Castro Urdiales de las cuatro que sumaron Soba y Polaciones, dos ayuntamientos del sur de la región que suman tanto territorio como toda la franja costera.

Se mantiene la velocidad de crucero

El sector de la vivienda tardó en despegar en Cantabria tras el hundimiento de los primeros años 90. Hasta 1997 no se produjo una recuperación significativa, dos años más tarde que en el resto del país, pero fue a partir de 1998 cuando alcanzó la velocidad de crucero, con una punta histórica en el segundo trimestre del año 2000, en que se simultanearon más de 12.000 viviendas en construcción.
A mediados del 2001 parecía inevitable un cambio de ciclo, al reducirse a 9.000 las viviendas en marcha, pero la entrada con fuerza de Santander en el mercado residencial ha conseguido recuperar la tendencia y volver a situarla en tasas superiores a las 10.000 viviendas, a pesar del notorio descenso de Camargo, una vez agotado buena parte del suelo urbanizable, especialmente el de los antiguos terrenos de Cros.
En cualquier caso, los crecimientos de dos dígitos que se dieron a finales de la pasada década forman ya parte de la historia y el sector se conforma en los últimos tres años con mantener la cota alcanzada.
El presupuesto medio de ejecución de una vivienda era el pasado año de 46.400 euros (7,7 millones de pesetas), y en lo que va de 2002 el coste por metro cuadrado ha aumentado un 6,4%, un porcentaje bastante superior al IPC pero inferior al incremento que se ha producido en el precio final de la vivienda, donde hay que añadirle la repercusión de suelo, los impuestos, y el beneficio del promotor.
Los elevados precios están provocando una reducción de los tamaños de las viviendas, para hacerlas más accesibles a la capacidad de compra de la clientela. Sólo así puede entenderse que en el último año, los metros cuadrados construidos hayan crecido ocho puntos menos que el número de viviendas.

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