El gas y la energía solar térmica se alían en el sector de la calefacción

Con el petróleo en una espiral imprevisible de subida de precios y la preocupación por el efecto invernadero y su influencia en el cambio climático, en el ámbito de las calefacciones se van abriendo paso aquellas energías menos contaminantes y dependientes del petróleo. Pero, también, las que ofrecen un mayor rendimiento en función de su coste, dado que la calefacción representa más del 60% del consumo energético total de un hogar.
Aunque las energías renovables todavía son incipientes en el campo doméstico, las ayudas solicitadas en Cantabria en el marco del programa de subvenciones gestionado por Genercan (Sociedad de Gestión Energética de Cantabria) pueden ser indicativas del creciente interés que despiertan. En la convocatoria que se cerró el pasado mes de julio, 147 solicitantes, entre ayuntamientos, empresas y particulares, se repartieron 815.000 euros de ayudas para financiar proyectos cuyo presupuesto total asciende a 2,8 millones. La mayor parte de las peticiones estaban dirigidas a instalaciones solares térmicas (100) y de biomasa doméstica (39), destinadas al calentamiento del agua de consumo y al apoyo a la calefacción, aunque también se han presentado solicitudes para equipos destinados a calentar piscinas o para el agua caliente sanitaria de pabellones deportivos y para actuaciones en centros de educación medioambiental.

El binomio gas y energía solar

Más allá del valor orientativo de estos datos sobre las tendencias en el uso de las energías alternativas, es evidente que el soporte mayoritario de los sistemas de calefacción y agua caliente va a descansar en un futuro en el binomio que forman la energía solar y el gas natural.
Además de su carácter ecológico, la energía solar térmica permite obtener de modo gratuito del 60% al 70% del agua caliente consumida, de ahí que en las ordenanzas municipales de muchas ciudades españolas se optase por fomentar este tipo de energía, una estrategia que recibió el espaldarazo definitivo con el Código Técnico de la Edificación. Esta norma obliga a instalar placas solares para obtener agua caliente sanitaria en todas las edificaciones nuevas y en aquellas que se rehabiliten. Pero, si además de producir agua caliente se desea aporte de calefacción, junto a los colectores y el tanque solar o acumulador se precisa una caldera, ya que la energía solar térmica depende de la estacionalidad y no asegura una cobertura constante de la demanda.
Por el momento, y probablemente por muchos años, el gas natural es la energía más utilizada por los españoles para calentar sus hogares. Cerca de un 40% de los sistemas domésticos de calefacción hacen uso del gas. Cantabria, con una infraestructura gasística prácticamente concluida, es una de las comunidades donde más implantación tiene esta energía. En climatologías más benévolas, el uso de la electricidad como fuente de calor supone una cierta competencia, pero la supresión de la tarifa nocturna ha penalizado a quienes, alentados por las compañías eléctricas habían optado por instalar acumuladores de calor.
El gasóleo de calefacción es otra de las energías más usadas y la que más preocupación ha generado entre sus usuarios. Entre abril de 2007 y el mismo mes de 2008, el coste de la calefacción por gasóleo creció un 35% y en lo que va de año el alza registrada en el precio de este combustible es de un 17%. Una evolución que no parece que vaya a mejorar, aunque coyunturalmente asistamos a un descenso de los precios del crudo.

La energía fósil más ecológica

Entre los combustibles fósiles, el gas natural es el que menos contribuye al efecto invernadero. En su combustión produce hasta un 45% menos dioxinas que el carbón y entre un 20% y un 30% menos que los derivados del petróleo. Otra de sus ventajas es que no emite partículas sólidas ni cenizas en su combustión y las emisiones de dióxido de azufre son prácticamente nulas.
Al contrario de las previsiones que se manejan para el petróleo, las reservas estimadas de gas natural aumentan de manera continua, dado que periódicamente se descubren nuevos yacimientos. Según el Anuario 2007/2008 de Sedigas (la Asociación Española del Gas), las reservas probadas de gas natural se sitúan alrededor de 183 billones de metros cúbicos. La cifra es un 16,5% superior a la reconocida en el 2000 y un 90% mayor que la estimada hace 20 años.
Las principales reservas de este gas están localizadas en Oriente Medio (40%) y la Europa Oriental (32,7%), con un peso determinante de la Federación Rusa, que cuenta con un 80% de todas las reservas de la zona. Tras Rusia, Irán y Qatar son los países que poseen los mayores yacimientos de gas del mundo, mientras que la Europa de la OCDE posee el 3,5% de las reservas mundiales.
Con estas cifras, Sedigas considera que las bolsas conocidas y comercialmente explotables que existen en el planeta permitirán hacer frente a la demanda de gas natural durante 63 años. Una demanda que para Europa se estima que pasará de los 343 Bcm (miles de millones de metros cúbicos) en 2002 a 489 Bcm en 2020.
En cuanto a España, el Ministerio de Economía, en su Planificación y Desarrollo de las Redes de Transporte Eléctrico y Gasista 2002-2011 prevé que la demanda de gas natural se multiplique por 2,2 para el 2011, hasta alcanzar los 44 Bcm. Se puede hablar, pues, del gas como de una energía llamada a jugar un papel muy destacado en los próximos decenios, y cuyo uso sólo se ve limitado por los costes que supone extender la infraestructura gasística a núcleos poco poblados, que no son amortizables por los consumos esperados.

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