El foro verde

La publicación del anterior ‘Foro’ ha servido de excusa para que un par de amigos, envidiosillos ellos del glamour que me brinda el colaborar con esta prestigiosa revista, me den collejas, cariñosas e infundadas, reprochándome cierto exceso al criticar la regulación penal para la protección ambiental.
Ellos, que admiran a Obama, comparten con nosotros, es decir, con Barack Hussein Obama II y conmigo mismo, la gran felicidad que supone ser licenciados en Derecho. Por Columbia o por Cantabria, da igual, pero por méritos propios, seguro.
Y traigo a colación al 44º presidente de los Estados Unidos de Norteamérica porque nuestro estimado colega ha cometido en directo, en la televisión, un insecticidio en toda regla, premeditado y eficaz, es decir, alevoso, para luego, a mayor inri, mofarse de la inocente víctima (o víctimo), pidiendo al cámara (o cámaro) que grabase el cadáver del insecto (o insecta, vayan ustedes a saber).
Los medios del mundo mundial se hicieron eco del estremecedor acontecimiento. En junio de 2009, a las x hora zulú, mientras entrevistaban en directo al Sr. Presidente, y después de que éste le dijese a la mosca “fuera de aquí” (normal, lógico, razonable, comprensible, yo también hablo con mi patito de goma, y eso que está hecho en Taiwan), el mandatario USA, con un golpe rápido y certero, como una estocada, mató al irreverente e inoportuno animal.
Pues bien, esa conducta, en la España de la Feliz Gobernación de lo Políticamente Correcto, estuvo tipificada en el Código Penal. Y luego me dicen que yo soy el exagerao.
Decía, en “Penoso”, la colaboración anterior, que el artículo 335 del Código Penal, en su versión 1995-2003, era aberrante. Veamos qué prescribía el famoso artículo de marras:
El que cace o pesque especies distintas a las indicadas en el artículo anterior [especies amenazadas protegidas: osos, linces, víboras, etc] no estando expresamente autorizada su caza o pesca por las normas específicas en la materia [ciervos, conejos, perdices, etc.] será castigado con la pena de multa de cuatro a ocho meses. Es decir: matar una mosca merecía en el Código Penal de la Democracia el doble reproche de cometer un delito, pues tipificado estaba, y su derivada, ser un delincuente.
El verano, con la falta de estrés, es una época muy peligrosa. A veces, para luchar contra la pertinaz modorra y su colega, el aburrimiento montaraz, me imagino a la gente haciendo cosas. Cosas cotidianas, o no. Escenifico en mi pensamiento esos momentos que la vida nos depara en su devenir. Por ejemplo, me imagino al grupo de sesudos juristas, legisladores patrios, en legítima posesión de sus correspondientes actas, libremente elegidos por el pueblo soberano, reunidos en múltiples comisiones, debatiendo el texto, la exégesis y la hermenéutica del precepto, acaloradamente, dándolo todo para salvar a tantos y tan inocentes seres vivos de sus destinos crueles e injustos… Me emociono, me estremezco y siento como brota en mi interior una gran ternura y respeto por esas personas que voluntariamente, sacrificadamente, honradamente y casi, casi, gratuitamente, dedican sus esfuerzos a salvarnos de nosotros mismos y de nuestros instintos… animales.
Perdónenme, amables lectores, si exagero un poco.

Martín J. Silván
Director de
Industria, Innovación y M. Ambiente de la Cámara de Comercio de Cantabria

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