Editorial

Como es obvio, las posibilidades de que este u otro comentario lleguen a mover la voluntad de quienes toman las decisiones políticas o económicas son escasísimas. Sin embargo, en esta ocasión ha ocurrido con una sorprendente exactitud y probablemente haya sido por la coincidencia de otras circunstancias. El Banco decidió exponer su colección de arte en Santander para conmemorar su 150 aniversario, aunque no en la sede, que no reúne las condiciones suficientes, sino en la Fundación Botín, y de forma temporal, pero ya es algo.
La segunda parte, la posibilidad de crear un gran centro informático parecía ya un deseo imposible cuando Botín ha sorprendido anunciando su construcción y, aunque no haya dicho dónde, se levantará frente al Parque Tecnológico, de lo cual tampoco cabe deducir una especial capacidad predictiva de quien firma esta columna, porque, una vez tomada la decisión, el resto es de pura lógica.

Que la realidad vaya a hacer bueno lo que era solo un deseo resulta más satisfactorio aún por el convencimiento de que este proyecto representará un antes y un después en el modelo de crecimiento de Cantabria. El Parque Tecnológico es una buena idea, pero sólo podía aspirar a reunir pequeñas empresas, que probablemente vivirán mejor juntas que separadas, pero sin reunir una masa crítica suficiente como para arrastrar hacia Santander a compañías punteras, esas que marcan la diferencia. El Parque estaba a falta de un líder y ese va a ser el centro de proceso de datos del Santander, que reunirá a 200 personas trabajando en la tecnología más avanzada del sector financiero, sobre el que pivota gran parte de la economía mundial, por no decir toda. Pero ese enorme cajón infranqueable no será suficiente si no atrae consigo a proveedores de software de primer nivel, las compañías que a todos nos suenan. Y eso, para nuestra fortuna, también va a ocurrir, aunque no sea público.

El Banco tiene mucha prisa y dentro de dos años, cuando ya esté funcionando el centro de proceso de datos, empezaremos a comprender cómo van a ser las fábricas del siglo XXI. Será el primer hito de un nuevo modelo económico que hasta ahora no hemos logrado implantar y nuestra primera –y quizá única– oportunidad de engancharnos a la tecnología más avanzada. En el mejor de los casos tendremos otra más, porque poco después surgirá el Instituto de Hidráulica, donde 300 investigadores deberán hacer buena la tesis de que podemos ser una potencia en esta ingeniería, decisiva para muchos desarrollos industriales.
Serán los dos motores de una nueva época y necesitamos que empiecen a empujar sobre la economía cántabra lo antes posible. Siendo tan animosos como el presidente Revilla podemos imaginar que, gracias a ellos, lo mejor está por llegar. Siendo, simplemente, realistas hay que reconocer que no todas las décadas encontramos un clavo tan sólido al que agarranos y, en estos tiempos de desánimo, eso es impagable. La historia tendrá tiempo para valorar lo importante que es contar con un Emilio Botín en la recámara para salir de situaciones de apuro como esta.

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