Editorial

Un Gobierno podría conseguir toda la liquidez que necesita con una decisión tan simple como fabricar mucho más dinero. Y podría acabar con el paro por un procedimiento semejante, el de contratar a todos los parados. Pero todo el mundo es consciente de que lo primero es inútil, sólo provocaría un estado de euforia durante algunos meses y luego la economía se hundiría entre espasmos de inflación y descrédito. La segunda fórmula es tan inútil como la primera, pero a corto plazo puede tener el mismo efecto engañoso.
Como de lo que se trata ahora es de ganar las elecciones, y para eso únicamente restan dos meses, el Gobierno cántabro ha debido pensar que puede emplear algunos de estos fuegos de artificio, por muy opuestos que sean a su teórica filiación económica liberal. En el espacio de ocho días (dos consejos de Gobierno) ha aprobado la contratación de nada menos que 800 parados para que hagan pequeñas obras por los pueblos. Por supuesto, a cargo del erario público (unos 550 millones de pesetas de nada).
Si cada semana, y con un simple acuerdo, el Gobierno puede crear tanto empleo como una gran fábrica (Solvay, por ejemplo) en un año tendremos que importar parados. No nos hará falta que venga nadie a perturbar nuestra tranquilidad con sus inversiones, porque nos bastaremos y sobraremos para colocar a todo el mundo, como pasaba en China –ahora ya no– aunque no sepamos en qué. Es la ventaja de disponer de una varita mágica que se llama presupuesto público.

Todo son ventajas. 800 familias estarán muy agradecidas y votarán al Gobierno benefactor. Los ayuntamientos beneficiarios de estos trabajos, (no será muy difícil suponer cuáles) también los podrán rentabilizar electoralmente. Los vecinos verán gentes afanándose en esos pequeños arreglos callejeros que los ayuntamientos suelen olvidar. Por fin se conseguirá que algún mes las estadísticas del paro den satisfacciones… En fin, una catarata de efectos positivos para el partido en el poder.
Todo esto resultaría perfecto de no utilizarse el dinero público. El PP que tan amargamente se quejó del PER mientras gobernaba el PSOE, no sólo lo ha mantenido sino que empieza a crear réplicas en otras regiones.
Contratar ahora a 800 parados a sabiendas de que nadie se volverá a acordar de ellos una vez que pasen las elecciones, parece propio de países tercermundistas, donde el voto se cultiva con prestaciones semejantes. Ni es propio de un país moderno, ni de un modelo liberal y baste recordar todo el énfasis que ha puesto el PP en señalar su política de privatizaciones como la filosofía de un modelo económico más eficiente.

Para llegar a esto no hacía falta concertación. Ya lo habían descubierto los políticos del siglo XIX que antes de las elecciones se lanzaban a las calles a repartir peonadas.
Si de verdad el Gobierno regional piensa que hacen falta 800 personas arreglando cunetas por los pueblos, debe un programa permanente para ello, pero esta política de contrataciones masivas a dos meses de las elecciones, para trabajos sin una partida presupuestaria que al menos hubiese indicado que no es una decisión de última hora a la vista de la evolución de los sondeos, es ridícula y rechazable. Por si fuera poco, creará un precedente y dentro de cuatro años alguien se sentirá tentado a contratar a otros mil o dos mil parados para asegurarse un puñado de votos y, además, tendrá una buena excusa para hacerlo.
Al parecer, los únicos efectos prácticos de la transferencia del INEM a la autonomía han sido la conversión de la sede del Gobierno en una oficina de contratación donde, además de la Oferta Pública de Empleo, ahora nos inventamos la Oferta Electoral de Empleo. Para que luego nos quejemos de falta de ideas en la lucha contra el paro.

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