Cuando las partes valen mucho más que el todo

En los años 80 aparecieron los tiburones financieros, una especie de toda la vida, la de los especuladores, pero que vestida con estos ropajes y un aura de triunfadores entraba a formar parte del panteón de divinidades de quienes querían ser como Mario Conde. Especializados en despieces, trataban de demostrar que los viejos elefantes empresariales valían mucho más por partes que enteros. Vendían las filiales, los inmuebles que las compañías que caían en sus manos habían acumulado a lo largo del tiempo e, incluso, unidades internas de negocio para que las gestionasen operadores externos. La estrategia estaba en centrarse en el núcleo duro del negocio, en lo que supuestamente era más eficiente la compañía y dejar todo lo demás para otros.
En los 2000 llegó otra generación y la estrategia fue exactamente la contraria, la diversificación del negocio y de las áreas de actividad, para eludir las crisis locales y de sector aprovechar las oportunidades, allí donde surgiesen. Los nuevos valores eran la creación de sinergias y la dimensión global.
Semejante vaivén en las ideas de gestión es una buena muestra de que las teorías económicas son capaces de contradecirse a cada poco para hacer de la necesidad virtud.
La realidad demuestra que en cada época es mejor hacer lo que conviene y eso está haciendo Emilio Botín al vender pequeñas participaciones de sus filiales. La salida a Bolsa de entre un 25 y un 30% de su filial azteca puede reportarle al Santander más de 3.000 millones de euros. En 2009, sacó un 15% de su filial en Brasil y eso le aportó 4.760 millones. El 7,8% de su filial chilena le produjo 800 millones y el año pasado vendió el 51% del negocio de seguros generales, de vida y pensiones de Brasil, México, Chile, Argentina y Uruguay por más de 2.000 millones. El Banco también ha optado por desprenderse de sus participaciones en países donde no alcanza el 10% de cuota de mercado, como en Colombia, una filial que le ha reportado 998 millones de euros.
Es cierto que no todo ese dinero son plusvalías, pero sí una parte muy considerable, dado que son las unidades que más se han revalorizado en los últimos años. Eso le ha permitido disponer de liquidez y de unos recursos propios muy importantes para el fortalecimiento de la entidad. De hecho, le han servido para provisionar buena parte de los riesgos inmobiliarios asumidos en España, amortiguando los efectos del país de origen, donde su beneficio ha bajado un 50%. La venta de parte de su negocio azteca debería servirle ahora para alcanzar el 30% de capital que exigen las dos reformas financieras que acumula el Gobierno de Mariano Rajoy.
Desprenderse de participaciones no supone la pérdida del control, ya que el Santander mantiene mayorías muy holgadas, pero sí hará que se resientan los beneficios. Sin embargo, al tratarse de unidades de negocio en muy rápido crecimiento este efecto no se ha notado hasta el momento. De hecho, antes de la crisis generaban un tercio de los beneficios del Grupo Santander y en estos momentos suponen prácticamente la mitad.
Sacar a Bolsa las filiales tiene dos ventajas, el que se hagan aún más autónomas de la central, algo que resulta muy útil tanto a la hora de perseguir beneficios como para evitar que los problemas de cualquiera de ellas se transmitan al resto. La segunda es el conocer su verdadero valor y en este sentido, el Santander puede confirmar lo que Botín ha tratado de transmitir al mercado sin conseguirlo: la cotización del Santander no representa el auténtico valor del grupo, unidad por unidad. De hecho, el valor que el mercado va a asignar al Santander México en su salida a Bolsa puede superar los 16.000 millones; el del Santander Brasil, a tenor de la participación vendida en 2009, ya superaba por entonces los 31.000 millones y el de Chile, sobrepasa los 12.000, al precio de la operación realizada. Es decir, que sólo estas tres filiales suman unos 60.000 millones de euros, más del valor al que cotiza todo el grupo en Bolsa. Aparentemente, según el mercado, no tiene valor todo el resto del grupo, entre ellos el Banco en España, las filiales del Reino Unido, donde es uno de los líderes del sector, de EE UU, Polonia (donde tiene 10.000 empleados), Portugal o del resto de Latinoamérica. Y no es baladí, porque este enorme área que el mercado no parece valorar produce el 54% de los beneficios del Banco.

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