A por los dos millones de viajeros

Para un aeropuerto, entrar en el ‘club del millón’ de pasajeros al año, supone algo así como alcanzar la mayoría de edad. El de Santander no sólo está a punto de lograrlo, impulsado por la revolución de los vuelos de bajo coste, sino que gracias a la remodelación de sus instalaciones ha sentado las bases para seguir creciendo hasta alcanzar los dos millones de usuarios, los que podrá acoger la nueva terminal. Algo inimaginable hace tan solo seis años, cuando Parayas era un pequeño aeropuerto regional que apenas movía 200.000 pasajeros al año. Pequeño por tráfico, porque no por tamaño. Las generosas dimensiones que se le dieron a la terminal cuando se construyó, hace ya tres décadas, han facilitado la tarea de convertirlo en un aeropuerto puntero en la Cornisa Cantábrica y con una capacidad asegurada para los crecimientos que se puedan producir en quince o veinte años.
Cuando en los años setenta un gobierno de UCD decidió construir en la marisma de Parayas un nuevo aeropuerto que sustituyese al viejo aeródromo que ya existía en la zona, razones estratégicas aconsejaron diseñarlo con dimensiones suficientes como para tener un doble uso, civil y militar. Esta última función nunca llegó a cumplirse, como tampoco hubo vuelos transoceánicos que justificasen el acondicionamiento de la amplia zona de la terminal que se les había reservado. El resultado fue que una tercera parte de ese espacio quedó sin uso, ya que el escaso tráfico de vuelos nacionales a los que daba servicio el aeropuerto cántabro no justificaba la habilitación de toda la terminal.
Pero todo iba a cambiar con la irrupción de los vuelos de bajo coste. Con la llegada de Ryanair, Santander se situó en el mapa de rutas europeas que hasta ese momento estaban vedadas a muchos cántabros, y Parayas también comenzó a ser un referente a tener en cuenta para viajeros de comunidades limítrofes. No tardaron en llegar los destinos locales de bajo coste y el éxito de este formato en la línea Santander-Madrid. El resultado fue un incremento del tráfico como nunca se había conocido en la historia de esta instalación aeroportuaria, que comenzó a mostrar sus limitaciones. Las previsiones del Plan Director de Parayas, redactado en 2001, habían sido ampliamente desbordadas y el cerca de medio millón de pasajeros que se calculaba para 2015, ha quedado duplicado cinco años antes de esa fecha.
De ahí la decisión de AENA, la empresa pública propietaria del aeropuerto, de proceder a una remodelación integral, desde el campo de vuelo hasta el espacio destinado a los viajeros, en la que ha invertido 37,8 millones de euros. Un objetivo facilitado por el hecho de contar con unas instalaciones sobredimensionadas en su día y que han acabado por resultar extraordinariamente útiles.

Más espacio para aviones

La primera tarea para llevar a cabo esta ampliación fue la de preparar las pistas para que pudieran acoger un mayor número de vuelos. En 2008 se iniciaba la construcción de una calle de rodadura paralela a la pista central, de 2.320 metros de longitud. Con ella, los aviones pueden dejar rápidamente libre la pista para despegues y aterrizajes mientras acceden a la cabecera o cuando se acercan a la terminal para dejar a los pasajeros. Además de incrementarse la capacidad del campo de vuelo (ahora se pueden realizar hasta 20 despegues y aterrizajes a la hora) también se aumenta la seguridad operativa. Pero no ha sido fácil. Dada la naturaleza del terreno, una zona de rellenos sobre la marisma, la tarea de cimentación de la nueva pista de rodadura y sus calles de conexión fue muy laboriosa.
También se ha ampliado notablemente el espacio para estacionamiento de aeronaves. De la antigua plataforma de 48.000 metros cuadrados en la que cabían ocho aviones, se ha pasado a 80.000 metros y doce aeronaves de capacidad. Incluso las pequeñas avionetas tendrán más espacio, hasta nueve posiciones, además de las destinadas a los dos helicópteros con base permanente en Parayas (el de Protección Civil del Gobierno cántabro y el de Salvamento Marítimo).
Resueltos los problemas que planteaba la ampliación del campo de vuelo, era el momento de atender a las necesidades de los viajeros. La vieja terminal de internacional del aeropuerto, que se había cerrado por falta de uso justo antes de la llegada de los vuelos de Ryanair, iba a aportar la solución a las limitaciones de espacio que empezaba a plantear Parayas.

Un zona de embarque duplicada

La posibilidad de utilizar todo el espacio disponible ha permitido un replanteamiento de la instalación acorde con lo que suele ser usual en los aeropuertos. De estar constreñida toda la actividad a un ala del edificio se ha pasado a una distribución por áreas, destinando la zona central a facturación, mientras que salidas pasa a estar a la derecha de la nueva terminal y llegadas a la izquierda, en el ala que hasta ahora estaba sin aprovechar. En total, de han remodelado 9.600 metros cuadrados, y se han construido otros 900 de nueva planta.
La zona más favorecida por la ampliación ha sido la de embarque, que ha duplicado el espacio del que disponía, convirtiendo en un mal recuerdo las estrecheces que el viajero se ha visto obligado a padecer mientras se acometía la obra, porque el reto de esta remodelación integral ha sido ejecutarla sin interferir en el normal funcionamiento del aeropuerto.
La terminal cuenta ahora con siete puertas de embarque, dos de ellas en el piso superior, y aspectos que mejoran mucho la calidad del servicio al viajero una vez pasado el punto de control. Es el caso de una cafetería, la multitienda comercial –lo que antes se conocía como duty free, donde el pasajero puede comprar productos líquidos que de otra forma no le dejarían subir a bordo– y, sobre todo, aseos, una carencia que anteriormente no se había podido abordar por falta de espacio.
En la zona de llegadas, muy holgada también en superficie, se han habilitado tres cintas de recogida de equipajes (sólo había una), de las cuales una se ha reservado para vuelos internacionales, con mamparas que separan el control fronterizo del área destinada a los vuelos locales o comunitarios.
Tras la remodelación, la nueva terminal de Parayas puede absorber sin dificultad un movimiento de entre 600 y 700 pasajeros a la hora, el doble del que registra a día de hoy, cuando se encuentra en el umbral del millón de pasajeros al año. Y todo ello sin perder su condición de aeropuerto accesible y cómodo para los viajeros. Aunque ahora los pasillos y las distancias dentro de la terminal son bastante más largas, las que median entre avión y la terminal siguen siendo muy cortas para lo que es usual en otros aeropuertos y es tan fácil orientarse que no existe el riesgo de confusión que suele darse en las grandes infraestructuras aeroportuarias.
A pesar del crecimiento en el número de pasajeros y vuelos, en Parayas sólo operan dos compañías, Air Nostrum, la filial de Iberia para vuelos regionales, y la irlandesa Ryanair, que no cesa de proponer nuevas líneas que pueden impulsar aún más el inusitado crecimiento del aeropuerto cántabro en estos últimos años. Y si la recién estrenada conexión con París está resultando un éxito, lo mismo cabe esperar de la que en breve unirá a Santander con las Islas Canarias. Una línea de bajo coste que puede suponer un nuevo escalón en el camino hacia esa cifra de dos millones de viajeros que nadie sabe cuándo llegará. Lo que es seguro es que el aeropuerto de Santander ya está preparado para recibirlos.

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