‘Si el puente no se eleva para faenar, que tampoco lo haga para la procesión’

La avería del puente levadizo cambia por completo las condiciones de trabajo de los pescadores de Santander

Apenas un kilómetro y medio separan los Muelles del Pesquero de los Muelles de Maliaño, donde se encuentran realojados desde hace meses los pescadores de Santander, tras la avería del puente levadizo que enlaza la zona norte y sur del Puerto. Lo que a primera vista puede parecer un trayecto corto se convierte en muchas horas extra de trabajo, y tareas que solían demorar no más de una, llevan a ahora cuatro o cinco. Carlos Valle, patrón de un barco de cerco y costalero de la Virgen del Carmen, muestra las condiciones en las que se encuentran y por las cuáles se niegan a sacar en procesión a la patrona de los marineros por el mismo puente que no se eleva para que ellos puedan trabajar.


«Si el puente no se eleva para faenar, tampoco para la procesión». Carlos Valle, marinero, patrón y costalero de la Virgen, con catorce hombres a su cargo, se lamenta en el Pesquero, donde ya no puede atracar su barco desde que el puente levadizo empezó a fallar. En agosto dejó de funcionar una hoja y en febrero de este año, la otra. Su enojosa situación ha tenido mayor eco al decidir la Cofradía de Pescadores de Santander no sacar a la Virgen en procesión marítima el próximo 16 de julio, Fiesta del Carmen. Rara vez se ha suspendido esta histórica tradición que homenajea a la Patrona desde el Barrio Pesquero hasta la Isla de Mouro, rodeada de decenas de embarcaciones engalanadas para la ocasión.

Carlos Valle junto a uno de los barcos de cerco atracados en los Muelles de Maliaño del Puerto de Santander, área donde les han reubicado. FOTO: RAMIRO SILVESTRE.

Marineros, patrones, familias y vecinos de la zona, celebran esta liturgia cada año portando a la Virgen por tierra y mar. Solo así puede entenderse el perjuicio que supone para ellos la decisión de no procesionar este año. Pero ha sido el detonante para que las autoridades reaccionen. Las autoridades se ofrecen ahora a levantar una de las dos hojas del puente el día del Carmen, con la salida de un barco vendido como excusa, después de negar varias veces esta apertura a los pescadores o advertirles de que recaería sobre ellos la responsabilidad de lo que ocurriese, incluyendo accidentes.

«Hace meses veníamos dos barcos de una reparación en Galicia y pedimos que nos abrieran el puente para arbolar los barcos, y pertrecharlos -montar las redes utilizando grúas-. Yo tenía el barco completamente vacío y pensando que en medio día podía meterlo todo. Pero me dijeron que no abrían o que si abrían y luego el barco se quedaba dentro, era mi problema.

Hace unos meses, al volver de Galicia, pedí que me abrieran para pertrechar, y me dijeron que no»

 

Eso me hubiera destrozado la costera de bocarte, así que tuve que tener tres días a la gente de ocho de la mañana a nueve de la noche trayendo todos los pertrechos desde el almacén del Barrio Pesquero al muelle de la Margen Norte, ida y vuelta», se lamenta Carlos.

Unos pocos metros, pero a un alto coste

Es solo uno de los muchos inconvenientes que han tenido que capear durante meses. El día a día de estos pescadores en tierra ha cambiado por completo. Al duro trabajo de la mar, se suman ahora horas extras de trabajo y una infinitud de problemas logísticos. La APS prometió, en un primer momento, reubicarles en una zona acondicionada y sufragar todos los gastos extra, algo que no ha ocurrido.

Ahora se encuentran reubicados en los Muelles de Maliaño (Raos Norte), a unos pocos metros del nuevo atraque de los ferris. Allí no disponen de naves (en su base tradicional cada barco cuenta con un almacenillo donde se guardan los pertrechos de pesca de las distintas campañas y repuestos), ni instalaciones, más allá de dos carpas de plástico, similares a las casetas de feria. Una, para pesar el pescado; la otra, para que las mujeres reparen las redes.

Las mujeres cosiendo las redes para los barcos de cerco en un día de calor, labor que hacían antes en las naves de los pescadores. FOTO: RAMIRO SILVESTRE.

Ambas están al aire libre y sin ninguna habilitación para su cometido, por lo que tanto las mujeres como el pescado se ven expuestos a las altas temperaturas del verano.

Ellas se llevan sombrillas y procuran instalarse lo más cerca del cantil del muelle que pueden, para aprovechar la brisa. Cuando llueve, tampoco es mejor, porque el suelo de la carpa se inunda.

“Al principio pusieron las carpas tal cual, y luego las tuvieron que anclar, porque salían volando. Las mujeres que estaban dentro tuvieron que salir por miedo”, relata Carlos mientras señala unos remaches de dudosa fiabilidad.

Interior de la carpa donde cosen ahora las redes, una de las dos cedidas como ‘instalaciones’ temporales.

Pero ellas no son las únicas afectadas. Las redes están en el suelo, los barcos atracan como pueden en un muelle pensado para grandes embarcaciones con puente propio, el firme está deteriorado y los trabajadores tienen que hacer esfuerzos extras por mover los carros y las traspaletas. Algo tan esencial como realizar una venta se ha convertido en un sinfín de idas y venidas desde estos muelles al Pesquero, donde están la lonja y la fábrica de hielo, además de sus naves y aparejos.

Para hacer una venta ahora tengo que coger una muestra y llevarla a la lonja. Allí hacen la venta y hay que volver aquí con el comprador. Cuando llegan, sacamos el pescado a esta carpa y se lo llevan. Un proceso larguísimo”, describe Carlos apesadumbrado.

Señala a otro barco de bonito, que entró la semana anterior “y tuvo que llevar el bonito a la lonja en un barquito pequeño, de los que sí pasan por debajo del puente. Para eso tuvo que bajar bonito a bonito al barco y hacer luego el mismo proceso del barco a la lonja. ¡Después de diez o doce días de pesca, llegas aquí y te encuentras esto!”, apostilla molesto.

A ello se añade que son los pescadores los que han de correr con todos los gastos, además del tiempo y esfuerzo empleados. “El pescado lo tengo que llevar yo desde aquí a la lonja, pero me veo obligado a estar alquilando un furgón isotérmico. Se comprometieron a cubrir los costes, a ayudarnos, pero nada”, prosigue el patrón del pesquero.

«Rompí la red y las mujeres no podían coserla donde estamos ahora, la tenían que coser en el almacén. Además, para recoger la otra y traerla hasta el barco me hacía falta un camión. Llamé a la APS y me dijeron que camiones ya no había, y que buscase yo otra solución», cuenta Carlos. “¿Qué me supone a mí todo eso?”, se pregunta en voz alta, y se responde: “Cuando estamos allí, amarro, descargo, estoy en la lonja y ya está. Ahora tengo hombres haciendo viajes de ocho de la mañana a nueve de la noche, y hasta tres días, para pertrechar el barco, trayendo todo del almacén, ida y vuelta. Todo lo que haríamos en una o dos horas se ha convertido en cuatro o cinco. Y luego, los problemas añadidos, como la falta de instalaciones de refrigeración”, comparte preocupado.

Carpa habilitada para descargar el pescado, pesarlo y cerrar las ventas. FOTO: RAMIRO SILVESTRE.

El del hielo es otro tema peliagudo. La fábrica está en el Pesquero, junto a la lonja, y es imprescindible para su trabajo.

“De ahí tenemos que cogerlo en tinas de plástico, cargarlo y llevarlo. Alquilamos una furgoneta isotérmica –no podemos permitirnos más–, y tenemos que llevar los cajones de tres en tres. Así estamos”, se lamenta al reflejar los obstáculos que encuentra en su día a día. Para evitarlos, ha acabado por atracar en Santoña donde puede disponer, sin problemas, de las instalaciones de ese puerto, aunque esto le supone otros trastornos y gastos.

“Tengo que pagar el gasoil hasta allí, dormir en el barco con el calor que hace, casi a 40 grados, y estar lejos de casa, algo que no le gusta a nadie”, comenta resignado.

Un puerto pesquero sin pescadores

Y es que el cierre del puente levadizo ha dejado el Puerto de Santander prácticamente inutilizado para la pesca. En el Pesquero solo permanecen las pequeñas embarcaciones que pueden navegar por debajo, aunque se ven obligadas a plegar las antenas cada vez que entran o salen, y en los Muelles de Raos quedan dos barcos de cerco y el bonitero foráneo. Carlos relata lo que supone para cada uno: “Los cuatro barcos de cerco somos los más afectados, pero hay muchos más. Dentro del gremio de la mar está la pesca de arrastre, que tienen por aquí los aparejos. Algunos tienen sus camiones y otros han tenido que comprar un camión frigorífico, así que también están damnificados. Pero también los cuatro barcos de cerco, dos barcos de bonito, e incluso los barquitos pequeños, que han adaptado los barcos y en el puente bajan las antenas”.

Todo lo que hacíamos en una o dos horas se ha convertido en cuatro o cinco»

Aunque el problema pueda no parecer muy grave en número, tiene repercusiones para un sector económico vital para mantener la oferta gastronómica local. Los patrones, además de afrontar la hostilidad de la mar y el descenso de las capturas, se ven obligados ahora a resolver esta infinitud de problemas añadidos o elegir otro puerto, con lo que eso implica para las tripulaciones, unos catorce hombres en cada barco de cerco y alrededor de media docena en los de bonito. Un personal que, una vez en tierra, ha de hacer viajes extra o cargar en lugares inadecuados. Todo ello a cuenta del armador, que casi siempre es el patrón.

La Procesión del Carmen, un altavoz

Así han transcurrido los últimos meses, en los que han tratado de hacer ruido sin conseguirlo, hasta que a finales de junio empezó a rumorearse la cancelación de la procesión marítima de la Virgen del Carmen. Cuando los pescadores hicieron saber que no sacarían a la Virgen si no encontraban respuesta sus peticiones y se ponía fecha a la reparación del puente, fue cuando la alcaldesa de Santander se reunió con ellos para tratar de evitar que el conflicto afectase a la procesión. Una reunión sin resultados, porque ellos mantienen que, si renuncian a esta medida de presión, su problema volverá a quedar en el limbo.

Otras autoridades ya lo intentaron antes. María Jesús Susinos, consejera de Pesca, se reunió con ellos y con las autoridades del Puerto cuando se produjo el traslado y prometió que no saldrían perjudicados, algo que no ha ocurrido.

Por su parte, la APS, les ha ido dando distintas fechas para la reparación. “Primero fue diciembre, luego enero, después mayo y ahora agosto, pero nada”, comenta Carlos desesperado, porque parece inevitable un nuevo retraso, y quizá muy sustancial, dado que el Puerto ha comenzado a valorar la sustitución de este puente por otro nuevo convencional.

A falta de un horizonte claro para la vuelta al Barrio Pesquero, mantienen la presión para que su situación no siga pasando desapercibida. Son ellos, quienes portan a la Virgen y a ella se han encomendado para poder retornar a su muelle tradicional. “Nadie está más triste que nosotros, yo soy costalero y llevo a la Virgen en los hombros. Gracias a la Virgen nos escuchan y ella nos va a ayudar ahora, igual que nos guarda en la mar”, concluye confiado Carlos.

Saquen o no a la Virgen a procesionar el 16 de julio, ese día será un punto de inflexión en este conflicto que ya le ha costado a los pescadores santanderinos un año de inconvenientes y sobrecostes económicos y personales.

Por Begoña Cueli


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