Piscinas, el gran negocio que no pudo atender la demanda

Las empresas locales no han podido atender la fortísima demanda suscitada por el Covid

Al saber que habría restricciones en el uso de las playas como consecuencia del Covid-19, fueron muchos los que decidieron comprar piscinas desmontables para su vivienda o comunidad. También se dispararon los encargos de piscinas de obra, pero las empresas especializadas no han podido digerir la fuerte demanda. Ni quedan stocks de piscinas móviles ni es posible conseguir fecha para la construcción de una piscina fija.


El coronavirus ha cambiado muchas cosas. No solo ha afectado a las interacciones sociales de la población, también ha repercutido sobre sus costumbres más arraigadas y una parte ha decidido cambiar la playa por la piscina, a ser posible, privada.

La inesperada demanda no ha dejado margen de actuación a los constructores de piscinas, pero tampoco a las grandes superficies que venden las piscinas móviles, que han agotado rápidamente sus existencias y no tienen margen para reponerlas, sobre todo las que importan este producto de China.

Las grandes superficies compran los productos de temporada con mucho adelanto y algunas de ellas hicieron los pedidos de las piscinas antes de la crisis sanitaria y han tenido suerte, porque se los sirvieron en plazo y precio, pero no preveían una demanda tan fuerte. Ha habido otras que han tenido menos fortuna y sufrieron la interrupción de los transporte marítimos entre China y España durante la cuarentena y, cuando se reemprendieron, comprobaron que su proveedor había llegado a acuerdos con otros clientes que pagaban más (como ocurrió con las mascarillas) o que no había barcos ni contenedores suficientes para canalizar todo el tráfico comercial retenido durante meses entre China y Occidente y se vivía una auténtica subasta por estos portes, que en muchos casos ganaban las multinacionales norteamericanas, dispuestas a quedárselos a cualquier precio para no sufrir una rotura de stocks.

Los constructores locales de piscinas, que también venden este tipo de piscinas portátiles han vivido con cierta impotencia esta demanda desatada. El coordinador de Servicios Rocu, Román Cuesta, lo reconoce. “Como los fabricantes van con retraso, nos están sirviendo lo que habíamos pedido hace un mes. No hay stock ni manera de conseguirlo”, lamenta.

Las compañías especializadas en piscinas de obra se dirigen a un perfil de cliente de capacidad adquisitiva medio-alta, pero no desdeñan este mercado complementario y lamentan no poder atender a tantos potenciales compradores de piscinas hinchables y desmontables.

Alfonso Villegas, responsable de Piscinor, equipara lo que está pasando en ese segmento con los que ocurrió en los inicios del estado de alarma con el papel higiénico, las mascarillas o la harina. Ramón Cuesta, que asumirá la gerencia de Rocu el próximo año, asegura que “todos los días tenemos 150 llamadas”.

Varios niños disfrutan de una piscina pública después de que se decretase el fin del estado de alarma. FOTOS: DAVID S. BUSTAMANTE

Una pandemia inesperada

La compañía Rocu, situada en Maliaño, instala las piscinas desmontables de Manufacturas Gre, uno de los principales fabricantes españoles, pero este año solo ha podido disponer de las unidades que pidió en febrero, cuando no podía ni imaginar la irrupción de la pandemia ni sus consecuencias sobre la demanda.

Aunque tradicionalmente la mayor parte de la clientela de Gre procede del sur de Europa, los ciudadanos de los países del norte, que suelen planear su ocio mucho más metódicamente, lanzaron una gran oleada de pedidos durante el confinamiento, y prácticamente acabaron con las existencias del mercado internacional. “Nos han quedado las migajas”, reconoce Cuesta.

Los fabricantes nacionales tampoco disponen de componentes que provienen de China para mantener activas sus cadenas de montaje este verano, por lo que no puede hacer otra cosa que lamentar el no haber aprovechado mejor una oportunidad histórica.

Obras que requieren tiempo

Las piscinas de obra se hacen con materiales del país, pero eso no impide que también se haya producido un colapso. La clientela española solo ha lanzado a pedir presupuesto para construir piscinas cuando prácticamente estaba encima el verano y ya no era posible atenderlos.

José Ángel Cruz, propietario de la empresa del mismo nombre, explica que construir una piscina lleva entre tres y cinco semanas y advierte de que los encargos en estas fechas no son asumibles para su compañía ni para el resto del sector. Sobre su mesa hay en estos momentos 46 peticiones de presupuestos que probablemente no podrá atender, al menos para este verano, y recomienda a quien tenga intención de hacerse una piscina que “la fecha ideal para encargarla es a finales de año o principios del próximo”.

Son obras que requieren  atención y tiempo antes del replanteo. “Tenemos que visitar el lugar donde se va a instalar la piscina e inspeccionar el terreno y los accesos, entre otras cosas”, recuerda Cruz.

José Ángel Cruz y Piscinor suman casi medio siglo de experiencia en la construcción de piscinas, y los proyectos programados ya les ocupan prácticamente el año, por lo que no pueden digerir la entrada en tropel de otros nuevos que pretenden una ejecución inmediata. “A veces hay que saber decir que no”, expresa José Ángel Cruz.

Alfonso Villegas explica que Piscinor ya se encontraba “desbordada” por el volumen de pedidos acumulado y aconseja a los futuros clientes anticiparse a la llegada del verano: “La gente piensa que esto es un poco como Amazon. Levanto el teléfono, llamo, lo pido y lo tengo, pero no es así”.

Según Villegas, las compañías cántabras de piscinas no están dimensionadas para afrontar la demanda inesperada que les ha venido encima, pero está seguro que este fenómeno se desinflará significativamente al concluir la temporada de verano, aunque las expectativas para el año que viene sigan siendo buenas.           

David Pérez

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