Lo que aún tiene que cambiar en la manera de cuidar la salud de los trabajadores

La Ley de Prevención de Riesgos Laborales cumple 30 años y se trabaja en su reforma

Treinta años después de la aprobación de la ley que trataba de impulsar la prevención de la salud laboral en España, la seguridad en el trabajo ha mejorado notablemente. Sin embargo, ni la accidentalidad laboral ni la duración de sus bajas han descendido a la velocidad que cabía esperar en un entorno profesional cada vez más protegido. La salud mental, el teletrabajo, la exposición a las pantallas o los nanomateriales son algunas de las nuevas amenazas a las que se enfrentan los trabajadores y tanto la normativa como los propios empleadores y empleados no parecen estar preparados para afrontarlos.


Hace 125 años que se aprobó en España la Ley de Accidentes de Trabajo, la primera norma que abordaba la accidentalidad laboral. También fue pionera en conferir la responsabilidad al empleador. Su heredera, la actual Ley de Prevención de Riesgos Laborales, fue aprobada en 1995, y el próximo 8 de noviembre cumplirá 30 años. Mucho ha llovido desde entonces, y aunque es indudable que la seguridad de los trabajadores ha mejorado mucho, la accidentalidad y las enfermedades laborales siguen siendo un problema de  primer orden para trabajadores, empresas y Estado.

En los últimos doce meses, los accidentes profesionales que causan baja se han reducido en Cantabria un 4%, según los últimos datos publicados por el Instituto Cántabro de Seguridad en el Trabajo. Sin embargo, esta mejora es irregular y demasiado lenta. En muchas ocasiones se retrocede tanto o más de lo que se avanza. En 2024, se contabilizaron en Cantabria 7.075 accidentes, la cifra más alta de los últimos catorce años, según revela un estudio de UGT.

En once años, los accidentes laborales han aumentado un 42% en Cantabria

Según este informe, entre 2013 y 2023, las bajas por accidente laboral han aumentado un 42%, por encima del incremento de la población trabajadora, que ha sido de un 39%. Además, la duración de estas bajas ronda ya el mes y medio, 12 días más que la media española.

No obstante, la evolución no es muy distinta en todo el país. En España, en ese mismo periodo, las bajas laborales por accidentes de trabajo se han elevado un 39%, solo un poco menos que en Cantabria.

“El número de accidentes laborales de 2024 ha sido prácticamente el mismo que teníamos hace 30 años”, constata Enrique Rodríguez Pachón, presidente de la Asociación de Técnicos Superiores en Prevención de Riesgos Laborales de Cantabria.

Tampoco se ha rebajado significativamente la gravedad. Once trabajadores cántabros fallecieron en accidentes de trabajo en 2024, solo dos menos que en 2023, según los datos del Ministerio de Trabajo. En lo que va de año, Cantabria contabiliza dos fallecidos: un trabajador que arreglaba el tejado de una nave de Cartes y otro que participaba en las obras de La Pasiega.

Una norma efectiva pero insuficiente

La Ley vigente de riesgos laborales de 1995 introdujo más obligaciones para las empresas, las mutuas y para los propios trabajadores. Por ejemplo, que las compañías de mayor tamaño —de más de 500 empleados, y de 250 si su actividad se considera de riesgo—, tuvieran su propio técnico en prevención; revalorizó figuras como los delegados de prevención, y exigió que las empresas evaluasen los riesgos de cada puesto de trabajo y ofrecieran una formación específica a sus ocupantes.

Las mejoras tecnológicas también han contribuido a crear un entorno más seguro. La automatización de los procesos más repetitivos y lesivos para el ser humano, la regulación de determinadas sustancias químicas, el incremento del material preventivo (EPIs) como gafas o calzado y vestimenta adecuados; y una maquinaria más segura, que mejora a pasos agigantados gracias a desarrollos como la capacidad predictiva de la IA, han dado lugar a los avances más significativos.

También existe mayor control por parte de las instituciones. En 2024, la Inspección de Trabajo y Seguridad Social de Cantabria realizó más de 6.000 actuaciones en materia de prevención de riesgos laborales, casi 1.800 requerimientos, y 269 denuncias, con sanciones que rozaron los 1,9 millones de euros. En solo un año, las infracciones detectadas crecieron en un 62%, los importes de las multas en un 52% y los requerimientos en un 24%.

Integrar la prevención en la cultura empresarial

La Ley de 1995 introducía  otra novedad, el concepto de cultura preventiva, que impulsaba la proactividad de las empresas en la prevención y detección de los riesgos laborales de su actividad diaria. Sin embargo, es en esta área donde los expertos creen que queda más por hacer.

“Tenemos algo clarísimo y es que la prevención no es cuestión solo de legislación. La normativa es bastante buena desde hace 30 años, y las administraciones también muestran voluntad, pero tenemos que mejorar el nivel de implicación y atención de cada uno de los agentes concernidos y crear una cultura preventiva real en las empresas”, afirma Rodríguez.

Las sanciones vinculadas a los riesgos laborales rozaron los 1,9 millones en 2024

“En España hay una falta de tradición. La mayoría de  las empresas aplican el reglamento por ‘cumplir’, para no ser sancionadas, no porque haya calado su importancia”, agrega el representante de los técnicos en riesgos laborales en Cantabria.

Este distanciamiento resulta especialmente alarmante para las empresas, tanto por el coste que representa para ellas sustituir al empleado, como por los efectos colaterales, desde una mala reputación hasta ver afectado el flujo de trabajo. Pero el ‘prevenir en vez de curar’ no acaba de cuajar en el tejido empresarial.

“Las grandes compañías, de más de 500 trabajadores, o las multinacionales, comienzan a ver la cultura preventiva como lo que es: una inversión. En cambio, las pequeñas y medianas, que constituyen el 80 o 90% del ecosistema empresarial español, siguen concibiendo la prevención como un gasto, no como algo que les va a ahorrar costes futuros y muchos problemas”, comparte Enrique Rodríguez.

La Seguridad Social llevó a cabo en Cantabria más de 6.000 intervenciones en materia de riesgos laborales en 2024.

Las compañías más pequeñas delegan la prevención en terceros y eso crea un cierto distanciamiento del problema. “Externalizan la prevención de riesgos y, como no la desarrollan en el día a día, no la interiorizan”, reflexiona este experto en prevención.

“Es perfectamente aceptable recurrir a agentes externos”, dice “pero, aunque las pymes necesiten de ese soporte exterior, la prevención debe recaer más sobre las empresas. Se supone que la nueva normativa va a abordar este asunto”, añade Rodríguez.

Las gestión de la  prevención de riesgos laborales también ha ido cambiando. Antes eran servicios que prestaban las mutuas, ahora lo hacen empresas conocidas como SPA (Servicios de prevención ajenos) y eso también tiene consecuencias. Al formar parte del libre mercado, han de tener precios competitivos, algo que limita el tipo de actividad que pueden llevar a cabo.

Nuevas amenazas: el teletrabajo o el burn-out

Muchos son los cambios que se han producido en el mundo del trabajo a lo largo de estos 30 años.

“Aparte de los accidentes convencionales como cortes, golpes o traumatismos por sobreesfuerzo, están aflorando nuevos tipos de daños, como las enfermedades psicosociales”, explica Rodríguez.

No son circunstancias puntuales. En Cantabria, el 15% de las 11.502 bajas laborales registradas entre enero y abril de este año encuentran su causa en afecciones vinculadas a la salud mental. Hasta hace poco tiempo, este tipo de dolencias se consideraban ajenas al mundo del trabajo y se atribuían a factores personales, algo que ahora está cambiando.

“Los riesgos psicosociales aumentan en todas las estadísticas y ya están teniendo un papel muy importante en la salud de los trabajadores. Y van a ir a más. Algunas empresas empiezan a percibirlo y a elaborar programas de prevención específicos. Aún queda mucho por hacer”, comparte Óscar Díaz Gracia, director autonómico en Cantabria y Asturias de la mutua Asepeyo.

Rodríguez: ‘Están aflorando otro tipo de daños laborales, como los psicosociales’

“A la salud mental no se le prestaba suficiente atención, porque se veía como algo extralaboral. Hoy hay mayor conciencia, porque, desgraciadamente, va en aumento, y es algo que hay que atajar”, confirma Rodríguez, presidente de los técnicos, quien también señala otros riesgos que quedaban fuera de la órbita laboral. “Antes un infarto de miocardio en el puesto de trabajo no se relacionaba con la actividad del trabajador, ahora sí”. Y con la irrupción de las nuevas tecnologías “están apareciendo otros factores de riesgo que antes se desconocían, como los nanomateriales que se emplean en la electrónica”, añade.

El trabajo en remoto o la digitalización también conllevan la aparición de nuevas amenazas para la salud de los trabajadores, como la exposición prolongada a pantallas o el derecho a la desconexión digital.

Pese a que las modificaciones a la Ley de Riesgos Laborales aún no se han concretado, del diálogo entre el Gobierno estatal, los sindicatos y la patronal puede inferirse que se recogerán estas nuevas casuísticas.

Las empresas estarían obligadas a realizar evaluaciones para detectar problemas psicosociales e identificar factores de riesgo, sobre todo, en puestos de trabajo que conlleven altos niveles de estrés y que puedan derivar en dolencias como el agotamiento extremo, ahora conocido como burn-out.

Además, se incorpora la perspectiva de género, incluyendo las problemáticas de la salud propias de las mujeres.

Profesionalizar la prevención

Una de las propuestas en la que más enfatizan los sindicatos va dirigida a mitigar los efectos de la externalización, aumentando la implicación de las empresas. Se ha planteado que incluso las pymes tengan que designar a uno de sus trabajadores como  responsable interno de prevención de riesgos, además de asumir los costes de formación de los empleados y de los delegados de prevención.

Aunque muchos de estos cambios son necesarios, algunos de los agentes involucrados se muestran escépticos con la reforma, pues temen que no llegue a tener una aplicación práctica en muchas empresas. Además, reclaman que se avance en la profesionalización de su sector.

“Hoy en día tanto los técnicos  profesionales de SPA (Servicios Preventivos Ajenos) como los que trabajan en las propias empresas pueden provenir de cualquier área. Puedes ser un arquitecto o haber hecho cualquier carrera, solo se requiere un máster específico para poder ejercer. Con un curso de especialización no es suficiente, se necesita ir profesionalizando la prevención”, reclama Enrique Rodríguez.

Mayor coordinación en el engranaje preventivo

Otra de las incógnitas que plantea esta remodelación legislativa es cómo mejorará la escasa coordinación entre los agentes implicados.

“Desde que las mutuas dejamos de hacer actividad preventiva, ha pasado a los servicios ajenos. Algunos de ellos surgieron porque los creamos nosotros, pero ya estamos totalmente desligados. Ahora nos limitamos a sensibilizar y asesorar sobre los riesgos laborales a nuestros mutualistas de forma gratuita, especialmente en los sectores con mayor índice de riesgo o con una tasa de accidentalidad más alta, pero es algo voluntario. Nosotros concienciamos a las empresas sobre su importancia y luego ellos tienen que contratar a las compañías especializadas. Si la Inspección de Trabajo visita un centro empresarial, nuestra figura no sirve”, afirma Óscar Díaz, de Asepeyo.

Además de las lesiones más comunes, como los traumatismos, han surgido otras vinculadas al trabajo en remoto o una excesiva conectividad.

“El problema es que, una vez que se produce una baja, hay un entramado normativo y de competencias que hace muy difícil agilizar los procesos”, destaca Díaz, quien hace énfasis en la importancia de la acción preventiva.

“En los casos de incapacidad temporal por motivos laborales, el alta depende de nosotros; pero en otros procesos —como la contingencia común— nuestra evaluación es solo orientativa, la opinión final depende del servicio público de salud”, recuerda Óscar Díaz.

“Recientemente, comunidades autónomas como Asturias y Baleares han firmado  convenios de colaboración entre mutuas, el INSS, y los servicios públicos de salud para tratar de acelerar los procesos traumatológicos, y para que las mutuas tengan un mayor protagonismo en cuestiones como las pruebas diagnósticas o los tratamientos y la rehabilitación. Pero, aunque el propósito de agilizar los procesos es bueno, está por ver cómo se desarrolla para saber si finalmente será efectivo. En temas como la gestión digital, la coordinación entre entidades aún resulta muy compleja”, añade Díaz.

Simuladores y gafas 3D, la prevención por venir

Los simuladores permiten recrear entornos laborales y emular los posibles peligros a los que tendría que enfrentarse un trabajador.

No obstante, las mutuas disponen de más recursos que la mayoría de empresas externas y, por ello, algunas ya se han movilizado para adaptar la prevención de riesgos al siglo XXI, a fin de conseguir un mayor grado de implicación de los trabajadores, que son, al final, los más afectados.

“Creemos que tener a un empleado en una charla teórica, mirando un pase de diapositivas durante una hora no es efectivo. El sector está muy acostumbrado a esto, pero tenemos que ayudarnos de las nuevas tecnologías para impactar de una forma diferente. Hay otras vías, como hacerlo a través del juego, interactivo y ameno, y ese es el futuro”, defiende Díaz. “Los trabajadores no tienen que ver la formación en prevención como aburrida u obligatoria, sino como algo que les toca muy de cerca y esto lo podemos hacer, incluso, divertido”, agrega.

“Nosotros usamos simuladores de conducción, lo que nos permite someter al empleado a situaciones de peligro que no se podrían recrear en la vida real. Por ejemplo, le hacemos reaccionar a que aparezca un ciervo de repente, a que se atraviese una persona o empiece a nevar. Ensayar eso sería muy peligroso pero la tecnología nos permite hacerlo de una forma controlada”, explica el director de Asepeyo en la región. “También usamos gafas 3D y podemos emular una planta industrial para que el trabajador sepa, antes de incorporarse, donde están las salidas de emergencia o dónde tiene las máquinas. Se puede simular, igualmente, cómo sería conducir bajo el efecto del alcohol o un trabajo en altura. Yo he visto gritar a gente con las gafas por la sensación de verse ante un precipicio, o al sentir cómo barandilla se rompe y cae al vacío. Esto cala en los empleados  de una forma más profunda y lo interiorizan”, concluye.

Aunque estas innovaciones aún no se han extendido a todo el sector preventivo, buscan implicar a los trabajadores en el cuidado de su propia salud, ya que al igual que los puestos de trabajo y los riesgos asociados, los especialistas en prevención también se han transformado en estos treinta años.

Begoña Cueli

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