‘En el sector europeo del acero nos enfrentamos a la tormenta perfecta’

Roberto González, presidente de la Unión de Almacenistas de Hierro de España

La patronal española de los almacenistas de hierros, que preside el cántabro Roberto González, pasa días de gran incertidumbre por la negociación de los aranceles que EE UU va a imponer a las importaciones de acero, tanto por el posible cierre de aquel mercado para nuestros exportadores como por la deriva del acero chino a Europa. “Estamos afrontando un enorme desafío”, dice, “con una sobreproducción mundial de 721 millones de toneladas y con China eludiendo nuestros aranceles de forma desleal. Es imperativo que instituciones, fabricantes, almacenistas, transformadores y distribuidores trabajemos conjuntamente para minimizar el impacto”.


La Unión de Almacenistas de Hierros de España (UAHE) es una asociación profesional con más de 115 años de historia que representa a 170 de las principales distribuidoras y transformadoras de acero del país. Su actividad, la defensa de los intereses del sector, brinda a su presidente, el empresario cántabro Roberto González, CEO del Grupo Tirso, la posibilidad de analizar con rigor un escenario complejo donde toda la cadena de valor del acero se juega su supervivencia. La entrevista se realiza a pocos días de que EE UU defina los aranceles que aplicará a la UE.

 ¿A qué desafíos enfrenta el sector en un momento tan confuso para los mercados?

Roberto González. –Los desafíos que enfrenta toda la cadena de valor del acero se pueden abordar desde varias perspectivas. En primer lugar, las amenazas comerciales y competencia desleal: El desafío más inmediato es la amenaza de EE  UU de imponer un arancel del 50% a los productos europeos, lo que tendría un doble efecto devastador: por un lado, el cierre de un mercado al que exportamos; por otro, el desvío de millones de toneladas de acero hacia Europa, que ya sufre los efectos de una sobrecapacidad mundial estimada en 721 millones de toneladas, en gran parte originada en China. A esto se suma la competencia desleal de actores que introducen acero con ligeras modificaciones (derivatives) para eludir nuestros códigos arancelarios y medidas de salvaguardia.

El segundo desafío son los costes estructurales y regulatorios en Europa. Competimos con un lastre importante, el alto coste de la energía en Europa, que necesita ser estable y competitivo. Además, afrontamos el reto de la descarbonización; si bien es un objetivo deseable, la transición debe ser justa, viable y apoyada por inversiones reales. Instrumentos como el CBAM (Mecanismo de Ajuste en Frontera por Carbono) son un paso, pero se necesita una política industrial europea mucho más sólida, una disminución de los costes regulatorios y una posición firme y unitaria de la Comisión Europea en todas las negociaciones comerciales.

En resumen, nos enfrentamos a una tormenta perfecta de presiones internas sobre los precios, competencia exterior desleal y unos costes operativos y regulatorios que nos restan competitividad a nivel global.

¿Qué efectos tendría sobre el mercado interno una represalia europea a los aranceles de EEUU?

R. G. –Cualquier represalia europea, aunque necesaria para defender nuestros intereses, no mitigará el impacto principal de esta situación, que es una doble amenaza para nuestro mercado. La imposición de aranceles por parte de EE UU supone, en la práctica, el cierre de un mercado al que solo España exportó 250.000 toneladas en 2024. Por otro lado, y este es el efecto más peligroso, se producirá un desvío de flujos comerciales. Parte de los 27 millones de toneladas que importaba EE UU, incluyendo la producción china, buscarán nuevos mercados, y Europa es el destino más evidente.

El efecto sobre nuestro mercado interno será el de una saturación y una tensión de precios insostenible. Este mayor volumen de acero llegará en un momento en el que el consumo europeo lleva varios años descendiendo y donde las importaciones extracomunitarias ya crecieron un 20,4% en 2024.

La sobreoferta golpeará a toda la cadena de valor, desde las acerías hasta la distribución, erosionando aún más unos márgenes de rentabilidad que ya están bajo una fuerte presión interna y acelerando la descapitalización de nuestras empresas si no se toman medidas de defensa comercial eficaces y unitarias.

¿El despegue de la construcción y las obras públicas no tira de la demanda interna?

R. G. –Por supuesto, cualquier despegue de la construcción y la obra pública es una noticia positiva. Somos un sector estratégico para las infraestructuras, y un aumento en la actividad de nuestros principales clientes es un motor fundamental para toda la cadena de valor. Este impulso es necesario y bienvenido, especialmente en un contexto europeo donde el consumo general de acero ha descendido.

Sin embargo, debemos ser cautos y no caer en una euforia simplista. El verdadero desafío para nosotros no es tanto el volumen de la demanda, sino quién la satisface y en qué condiciones de rentabilidad. El riesgo que corremos es que este incremento de la demanda sea absorbido en gran medida por las importaciones de acero extracomunitario, que ya crecen a un ritmo alarmante y que a menudo compiten en condiciones desleales.

Si no contamos con instrumentos de defensa comercial eficaces y con una política industrial europea sólida, este crecimiento de la construcción podría acabar beneficiando a productores de fuera de la UE, mientras que aquí intensificaría la guerra de precios y la erosión de los márgenes.

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