Dream Sea Surf: El camping con glamour oriental

Los emprendedores alicantinos que crearon el campamento de El Helguero ya tienen una red mundial

La pandemia ha cambiado por completo las prioridades de los turistas. Ahora, prefieren pasar sus vacaciones en un ambiente seguro antes que en otro con gran afluencia de personas, y son cada vez más los que se decantan por alternativas como el glamping, una acampada en plena naturaleza que no renuncia al confort ni al glamour. La empresa alicantina Dream Sea Surf tiene uno de estos campamentos en El Helguero, Ruiloba, con tiendas de estilo tipi y una gran cantidad de actividades para evadirse de la crisis sanitaria.


El coronavirus ha marcado un antes y un después en la demanda turística. Los visitantes, ahora más nacionales que nunca, prefieren disfrutar de sus vacaciones en lugares ajenos a las grandes multitudes, donde haya menor riesgo de infectarse, y apuestan por un mayor contacto con la naturaleza. Una de las alternativas que reúne estas condiciones es el glamping (algo así como un camping glamouroso) o, lo que es lo mismo, acampar al aire libre con las comodidades de un hotel.

En 2015, la empresa alicantina Dream Sea Surf, dirigida por Daniel Oliver, Ángel Oliver y Julián Eric Brandt, aterrizó en el camping El Helguero, en Ruiloba, para implantar un modelo de camping nada convencional.

Para desmarcarse de los que solo ofrecen  alojamiento, Dream Sea optó por unas tiendas de campaña de estilo tipi, las que conocemos por las películas de indios y vaqueros, y una amplia variedad de actividades para mantener entretenidos a sus clientes, al tiempo que conocen a fondo la naturaleza de Cantabria.

Una de las más significativas es el surf. Los socios, además de compartir vínculos familiares y de amistad, tenían esta afición en común, de ahí que hayan puesto buena parte de sus esfuerzos en ofrecer clases de surf, con instructores acreditados por la ISA (Asociación Internacional de Surf, por sus siglas en inglés).

Interior de una de las tiendas, que son del modelo tipi, como se puede ver en la foto de más abajo a la derecha.

Daniel, licenciado en Ciencias del Deporte, solía subirse a las olas en la costa francesa de Las Landas, y convenció a sus futuros socios para crear allí un campamento distinto, en concreto, en la localidad de Moliets, cercana a Arcachon. En muy poco tiempo su concepto de camping con tiendas glamourosas y actividades no solo se había consolidado sino que lo habían extendido a Alicante, Indonesia, Maldivas, Portugal, Nicaragua y Sri Lanka.

Los responsables de la compañía también se fijaron en Cantabria y decidieron abrir uno en la región, después de hacer un estudio de viabilidad en el que comprobaron que nadie ofrecía algo parecido.

Aseguran que no fue únicamente la oportunidad de negocio lo que les atrajo. “Sinceramente, nos enamoramos de Cantabria. Tiene las playas más bonitas que puede haber”, afirma Manuel Vázquez, director del campamento cántabro.

Mayoría de extranjeros

Lo que tienen en común todas las tiendas glamping es que son de estilo tipi, están levantadas a partir de telas ignífugas, antihongos e impermeables, están amuebladas y cuentan con iluminación y electricidad. Pese a su vistosidad, están construidas con materiales reciclados y su estructura es de madera, por lo que pueden retirarse en cualquier momento. “No hay ningún impacto ambiental”, sostiene Vázquez.

Como prueba del compromiso adquirido con la naturaleza, Dream Sea Surf realiza  varias limpiezas en las playas donde trabaja con la ayuda de una empresa extranjera e incluso de los propios clientes. «La playa es nuestra casa y hay que mantenerla limpia», subraya.

El campamento ha reabierto esta temporada con un claro estilo oriental, en el que predominan el mimbre, el color blanco y las palmeras. “Hemos traído muchos elementos decorativos de Bali”, señala Vázquez.

El comedor del campamento del Dream Sea Surf en El Helguero.

Uno de los objetivos de los empresarios alicantinos es que los acampados creen lazos emocionales entre sí nada más llegar, sin importar la edad y el idioma, ya que el rango de edad de los clientes suele oscilar entre los 20 y 50 años, y la mayoría de ellos proceden de países europeos, como Bélgica, Alemania u Holanda, aunque también acuden de Madrid, Barcelona o Valencia. “Lo bonito es que, cuando se mezclan familias, jóvenes y parejas. Se crea un ambiente muy familiar”, comenta Vázquez.

De hecho, las amistades que se forjan durante la estancia se consolidan y en muchos casos quedan para verse de nuevo en otros campamentos de Dream Sea Surf. “Al final, cuando se van, no se van teniendo unas simples vacaciones, sino toda una experiencia. No dejan desconocidos, sino amigos”.

Una temporada incierta

El glamping no ha conseguido escapar de los efectos provocados por la pandemia. Aunque los clientes de Estados Unidos no fueran tan abundantes como los de otros países europeos, sí eran significativos y este año, con la crisis sanitaria, los dan por perdidos. Incluso parte de los europeos tiene reticencias a la hora de salir de su país.

El campamento ha reanudado su actividad este verano con diez empleados, la mitad que otros años, y solo un 35% de ocupación, cuando al inicio de otras temporadas se ha llegado al 70%.

El interior de una de las tiendas, con cama matrimonial.

El año pasado, casi 900 personas acudieron al Dream Sea cántabro, una cifra que, sin ser comparable a las que mueven hoteles y otros tipos de alojamiento, representa un turismo de calidad para la comunidad. “La mayoría de nuestros clientes nunca había venido a Cantabria y muchos vuelven aquí tras su estancia”, explica su director.

Sin descuidar el mercado nacional, Dream Sea Surf siempre se centró en explorar territorios en los que el turismo del surf ya estuviese desarrollado. En ese proceso, Daniel, Ángel y Julián se encontraron con otras culturas, de las que fueron rescatando todo aquello que pudiera aportar más valor a la empresa.

Actividades permanentes

Campeonatos de ping pong, clases de yoga, noches de películas, conciertos en vivo de bandas musicales, tours en bicicleta o kayak y visitas culturales para conocer Cantabria al detalle son algunas de las actividades con las que la empresa mantiene permanentemente activos a sus alojados. Una programación que se repite cada siete días, porque la mayor parte de sus clientes suele decantarse por el paquete de estancias que va de sábado a sábado.

Una de las actividades es una caminata desde el campamento de Ruiloba hasta Comillas. “Pasamos por los grandes monumentos, les contamos la historia de Comillas y terminamos con una cena en un restaurante de la zona”, detalla Manuel.

Carpas glamping

El glamping del Dream Sea solo está abierto durante la temporada de verano, que comienza la última semana de mayo y concluye el penúltimo sábado de septiembre, aunque en esta ocasión, la reapertura tuvo que aplazarse al 4 de julio por las restricciones del estado de alarma.

En opinión de Manuel Vázquez, desestacionalizar la actividad en Cantabria es “inviable”, por el tipo de alojamiento con el que opera y porque es en verano cuando sus clientes están de vacaciones.

Una sesión matinal de yoga en el campamento en el campamento de Moliets.

Eso no impide que campamentos que tienen repartidos por otros países, como Nicaragua, Bali o Sri Lanka, funcionan durante todo el año.

La campaña del glamping de Ruiloba ha comenzado con la puesta en marcha de 16 tiendas, de las cuales diez son para parejas y seis para familias. Asimismo, disponen de seis carpas con dos camas individuales en su interior y  de cuatro compartidas, con tres camas. Antes de la crisis sanitaria, estas últimas se dedicaban a personas que venían solas y querían conocer gente. Este año, la pandemia lo hace imposible y, para evitar posibles contagios, solo pueden ser compartidas por grupos de tres amigos.

El precio semanal de las tiendas glamping es, a lo largo de este verano, de 529 euros por persona.

           

David Pérez

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