Vivienda, el problema y la solución

El ejemplo heroico que están dando los accionistas de Liberbank con una nueva ampliación de capital no acaba de tener el reconocimiento del mercado pero tampoco el de algunos analistas que parecen empeñados en que el sistema bancario español quede reducido a tres contendientes. Y no es nuevo ese afán de remar a favor de corriente, aunque en cada momento exija cambiar de dirección: los mismos que en su momento jaleaban los resultados de cajas y bancos por crecer a un ritmo disparatadamente alto son los que ahora les acusan de haberse metido en una irracional locura inmobiliaria, de falta de profesionalidad y de haber pretendido engañar a la clientela con productos vinculados al ladrillo.

Invitaría a dar un repaso a los periódicos especializados de la época (en los otros también, pero se supone que estaban menos profesionalizados para analizar el asunto) para tratar de encontrar entonces juicios tan severos. Ni uno solo. Tampoco aparecen las críticas a los presidentes que ahora son tachados de ineptos o de robaperas. Por entonces, todos participábamos de la fiesta y es curioso que, cuando hay que pagarla, nadie recuerde haberla contratado. Al parecer, todo el mundo estaba poniendo velas para la salvación de los que ya podían anticipar que se quemarían en el fuego de infierno inmobiliario en cuanto viniesen mal dadas.

Pues no, ni estaban en esa actitud crítica entonces ni hay motivos para creerles ahora. Si de verdad hubiesen tenido esa capacidad de análisis de la que presumen hubiesen descubierto la endeblez de las cuentas de Bankia como la consultora estadounidense Gotham City Research descubrió la falsedad de las que mostraba otra compañía española de éxito fulgurante, Gowex, al salir a bolsa. Como años antes tampoco ninguna publicación española percibió el enorme agujero que estaba creando Conde en Banesto, a pesar de las más que sospechosas ventas de empresas. Les bastaba con jalearlo.

Ahora advierten que aunque las entidades españolas salgan del bache volverán a contaminarse con el sector inmobiliario, sin entender que la construcción de viviendas es el problema y es la solución. Si por fin sube el valor del suelo y de la vivienda, los ratios de las entidades financieras españolas mejorarán muy sensiblemente porque lo que ahora es un pesado lastre puede pasar a ser una fuente de beneficios, ya que una parte muy significativa está provisionado. Pero no solo es su mejor oportunidad. Es casi la única. La sociedad española no genera suficiente demanda de crédito y los bancos no encuentran demasiadas fuentes de negocio y encontrarán menos cuando muchos créditos personales y al consumo se concedan en supermercados e hipermercados.

Cantabria siempre fue un buen ejemplo de cómo los depósitos superaban las demandas de crédito, porque la iniciativa privada local es muy pequeña y eso obligaba a enviar dinero al interbancario para poderlo rentabilizar en otros lugares. Solo el sector inmobiliario es capaz de absorber grandes cantidades de inversión bancaria, por lo que siempre será el amante y, a la vez, el enemigo de las entidades financieras. Es mucho más fácil decir que los bancos se alejen para siempre del ladrillo que hacerlo. Además, sería irracional, porque el problema no está en la condición intrínseca de las viviendas sino en la cantidad. En la historia ha habido burbujas incluso de bulbos de tulipanes, que hicieron quebrar la economía holandesa en el siglo XVII, y eso no significa que sean unas flores perversas.

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