Un día negro

Los cántabros somos poco más del 1% de los habitantes de este país, pero hay días que parecemos muchos más, a la vista de nuestra presencia en los medios, y ese exceso de protagonismo no siempre es positivo. Ocurrió el 18 de septiembre, cuando tres noticias vinculadas con la región copaban uno de los digitales de más renombre y eran recogidas por numerosos medios internacionales. En cabecera, los problemas que está teniendo la ministra de Justicia para justificar sus reuniones con el excomisario Villarejo, que según un sumario de la Audiencia Nacional podrían estar vinculados con el intento de evitar que el empresario cántabro Ángel Pérez Maura fuese extraditado a Colombia, país que le reclamaba por, supuestamente, haber pagado una comisión de 20 millones de euros a su expresidente a cambio de poder establecer una terminal de contenedores en uno de sus puertos.

A la derecha, la tristísima noticia del asesinato de la joven golfista cántabra Celia Barquín en EE UU y, más abajo, la primera condena por amaño de partidos en el fútbol español, la del exresponsable del Racing Ángel Lavín, Harry, que trató de que el Girona se autoinculpase de una alineación indebida en un partido jugado con el Racing, lo que le hubiese servido al equipo cántabro para evitar el descenso a Segunda B. Harry parecía dispuesto a algunas compensaciones, que no quedan claras en las grabaciones que le hizo subrepticiamente el presidente del Girona cuando empezó a darse cuenta de los derroteros de la conversación.

Ninguna de las tres es una buena noticia para la región ni, mucho menos, para los directamente implicados, y cabría analizar qué nos está pasando, para acumular tantos motivos de desánimo. El portavoz regional de Ciudadanos ha pedido la comparecencia de Revilla para que explique por qué va mal Cantabria, un juicio de valor que debería matizarse con una comparación, si vamos peor que otros. Quizá el problema sea general, y habría que preguntarse por qué el mundo va mal, después de varios años de crecimiento económico, y por qué se acumulan las noticias negativas. El siglo XXI ha quebrado las certidumbres de la segunda mitad del XX y no parece que nadie tenga las recetas para evitarlo, y mucho menos en España.

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