Partidos franquicia

Una de las ventajas que encuentra el empresario que asocia su negocio a una franquicia es que se lo dan todo pensado. No puede decidir ni siquiera donde poner los sobres de ketchup. A su vez, es una restricción muy incómoda: desearía hacer mil cosas que no le están permitidas por la marca. Pero sabe que el rebufo de esa enseña para atraer público es mucho más poderoso que su cartel particular, así que se pliega sin condiciones a lo que le digan mientras eso le garantice el resultado: Ellos sabrán como potenciar la marca y cómo llevarle gente.

Ese sistema pensado para las tiendas de ropa, las hamburgueserías o los bares de tapas ha saltado, inesperadamente, a la política. Quien sea un poco observador lo habrá visto en la última campaña electoral, en la que solo han participado los cinco líderes nacionales. Todo lo demás han sido comparsas, figurantes a los que, en el mejor de los casos, se les ha dejado un papel de teloneros en los mítines que hacían los cabezas de lista nacionales que, como los superhéroes de la Marvel, estaban en todos los sitios a la vez, cruzándose en sus aviones por los cielos de España más veces que en el Congreso.

Hay partidos, como Vox, que ni siquiera han permitido a sus candidatos locales ir a los programas de radio. No ha habido margen posible para la metedura de pata, que era lo único que importaba, porque desde Madrid se daba por hecho que prácticamente ninguno aportaba nada a la marca. La evidencia es que casi nadie recuerda los nombres (ni siquiera los partidos) de los cinco diputados que Cantabria envió al Congreso en la última legislatura ni el de los cuatro senadores (cinco con el autonómico). Son tan perfectos desconocidos como los que hemos elegido ahora y lo seguirán siendo en los cuatro próximos años, porque su papel individual dejó de existir hace mucho. Esa nueva política que se pedía no solo ha traído más proximidad a los votantes sino que ha aumentado las distancias. Al menos, a los líderes locales de antes les conocíamos todos.

A pesar de que se votaban candidatos locales, sus caras casi han desaparecido de los carteles. Ya solo importa la marca

Las marcas se han convertido en auténticas franquicias hasta el punto de que en estas últimas elecciones nacionales, los candidatos locales han desaparecido hasta de la cartelería, con pocas excepciones, porque los partidos han considerado que es un gasto inútil o incluso contraproducente. Sin embargo, en nuestro sistema parlamentario los electores no votan al presidente de la nación sino a los diputados de su circunscripción, lo que no ha impedido que el sistema se haya vuelto tan presidencialista. Todos los partidos han conseguido que en la mente de los electores no haya más que cinco caras, cinco siglas y cinco colores, un esquema tan básico como el de las hamburgueserías.

Que el marketing comercial le haya ganado la partida a la política no deja en buen lugar a casi nadie de los que propugnaban una regeneración del sistema partidista español. La única ventaja apreciable es para los candidatos locales, que antes corrían como locos de pueblo en pueblo, megáfono en mano y dando varios mítines en un día. Ahora no han tenido nada que hacer. Dejarse ver por algún mercado o algún evento y esperar. ¡Que trabaje Madrid!

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