La rebelión que nadie intuyó

España vive una situación de desconcierto ante la pérdida de todos los referentes. No se han salvado ni la Corona, ni los sindicatos, ni los partidos ni la Iglesia. Y nadie sabe muy bien por qué. Supuestamente, por la crisis económica, pero ha llegado la hora de hurgar un poco más. ¿Y si estuviera produciendo una rebelión de todos aquellos a los que nuestra generación ha dejado sin derecho a decidir por el mero hecho de seguir copando los puestos de poder en las empresas y en las instituciones? ¿Y si hubiesen descubierto que les hemos estafado, al establecer un modelo económico que preserva los derechos laborales y económicos de los trabajadores de siempre y se desentiende absolutamente de las condiciones en las que tienen que contratarse los jóvenes?

Gobierne quien gobierne, la realidad es que existen dos españas. Como en la mili, los veteranos tenemos unas condiciones consolidadas, que supuestamente son invulnerables: trabajo fijo, derecho a un despido remunerado, puestos de decisión… Los recién llegados, en cambio, tienen sueldos de miseria, contratos temporales, cotizaciones insignificantes y empleos de porteadores callejeros que nunca hubiésemos imaginado en el primer mundo. Para los primeros, el Estatuto de los Trabajadores, la defensa de los sindicatos, las prejubilaciones remuneradas, como un derecho adquirido, por supuesto. Para los segundos, ningún derecho adquirido ni por adquirir: trabajos precarios con una remuneración ridícula o directamente indignante y decenas de contratos al año, a veces, uno por día. Y si no encuentran otra cosa que dedicarse a repartir puerta a puerta, además tienen que poner la bici. Salvo algún programa de televisión de denuncia y el malestar sordo de los padres, que no pueden entender cómo fracasa una generación que debería haber conseguido mejores condiciones de vida que ellos mismos, no suscitan ninguna atención, ni siquiera de los sindicatos, quizá porque no sean afiliados suyos.

Hay una generación en España que ha sido estafada. Les hemos robado su ventana de oportunidad y se rebela, aunque no sepa por qué

De ahí que no sea de extrañar la rebelión. En todos los partidos, de derecha a izquierda, se ha producido una sublevación interna para echar a los que estaban. No es ideología, no es eficacia, es el reflujo interno de una sociedad que no sabe qué le ocurre pero protesta. Se rebela contra quienes hemos bloqueado durante cuarenta años el ascenso de quienes ya debieran estar gobernando las empresas y el país. Aquellos jóvenes se quedaron esperando para siempre, y la cadencia de una generación cada veinte años se ha roto. Como al Príncipe de Gales, a muchos se les está pasando el arroz, porque los que estamos no acabamos de irnos y los a los que por edad les tocaba decidir, se van a quedar con las ganas. No son conscientes de ello, pero se están rebelando. Tampoco lo somos nosotros, que creemos que estamos haciendo un servicio a la sociedad, ni los presidentes de empresas del Ibex que siguen aplazando su salid con sucesivas modificaciones estatutarias para seguir mucho más de los 70 años.

Les estamos estafando, y quizá no se han dado cuenta, pero en el malestar que hoy se palpa en cualquier lugar del país hay mucho de eso, la rebelión de los que no encuentran hueco porque nos hemos adueñado del tiempo en el que ellos hubiesen tenido que decidir y brillar. El problema es que no tiene solución.

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