El AVE que no volaba

En 2007, en plena euforia de los Aves, aventuramos en esta revista que el de Cantabria no se haría nunca. Parecía una boutade porque hay que recordar que entonces algunos creían que tendríamos dos, uno por Bilbao y otro por Palencia. La nuestra era una mera sospecha asentada en una sencilla regla de tres: bastaba dividir los alrededor de 5.000 millones de euros que podría suponer la construcción del tramo Palencia-Santander por el número de viajeros (incluso en la hipótesis de que se duplicasen) para concluir que salía más barato ponerles un piso en Madrid, o casi. Para hacernos una idea más clara del dispendio que supone, el coste es parecido al del Ave entre La Meca y Medina, internacionalmente reconocido como una obra histórica, y superior al que tendría el puente para conectar la Italia continental con la isla de Sicilia, un proyecto que el país transalpino lleva décadas intentando abordar y que, si algún día se hace, será noticia mundial. Lo que en otros lugares es una actuación homérica, aquí lo exigíamos solo para ahorrarnos una hora en el viaje a Madrid.

Traer el AVE a Santander costaría lo mismo que el Ave de La Meca y más que el puente que uniría la Italia peninsular con Sicilia

Nadie se entretuvo, siquiera, en hacer un estudio de demanda (¿para qué?), quizá porque era consciente de que las previsiones de uso resultarían muy bajas: la Unión Europea acaba de decirnos que los aves españoles son ruinosos e injustificados. Solo una línea, la de Madrid-Barcelona, tiene visos de poder empatar los ingresos con los gastos (por supuesto, sin incluir las amortizaciones de la inversión), y tenemos uno de los ratios de ocupación por kilómetro más bajos de todas las líneas de alta velocidad que existen en el mundo. Por si fuera poco, la velocidad media está lejos de la esperada y todas las obras han salido bastante más caras de lo presupuestado. El único asidero al que pueden acogerse sus defensores es que el Tribunal de Cuentas de la UE denuncia problemas parecidos (excepto la baja ocupación) en la mayoría de tramos que se han construido en Europa.

Todo esto lo sabe perfectamente el exministro De la Serna, pero lo sabe también Revilla. Y si no lo sabían, que lo lean en el informe de la UE, aunque nadie se va a dar por aludido. Lo curioso en este asunto es que se han cambiado los papeles. De la Serna estaba dispuesto a llegar con el AVE hasta Reinosa, gastando 1.400 millones de euros, después de que se diese por sentado que es imposible traerlo hasta Santander (también han tenido que pasar diez años para que los técnicos y los políticos lo hayan reconocido). Y ahora es el PRC el que ya parece no tener mayor interés en el último tramo de Ave ofrecido por De la Serna (Aguilar-Reinosa), porque prefiere que esos 450 millones de euros se empleen en el enlace ferroviario con Bilbao, que garantizaría muchos más pasajeros y la conexión con toda Europa (también han tardado diez años en sacar una conclusión tan obvia).

Afortunadamente, las crisis dan tiempo a pensar y no solo a los políticos, porque hay que recordar que el Colegio de Ingenieros de Caminos se pronunció en su día exigiendo el AVE sin dar más razón que el hecho de que lo fueran a tener otros. Cabía esperar más de este colectivo.

El PP quiere aprovechar el cambio de opinión de los regionalistas para arrinconar a Revilla y está tratando de levantar una polémica con la contradicción de su partido, a sabiendas de que el AVE ha sido siempre un magnífico banderín de enganche para mover a la ciudadanía, pero da la impresión de que ese momento de fiebre reivindicativa ha pasado, quizá porque el AVE a Cantabria lleva ya muchos intento de vuelo y nunca despega.

La opinión pública amortiza algunos asuntos y ahora está interesada por otras cosas bastante más urgentes. El AVE a Cantabria era una exigencia cuando todos nos creíamos ricos, pero ahora volamos más bajo. Si se construye un tren de altas prestaciones con Bilbao para conectar a la red nacional e internacional será bienvenido, y si no se hace, la opinión pública no va a salir a la calle a linchar a nadie.

Lo que cuesta entender es que la CEOE y otros empresarios que estaban empujando al PRC para que cambiase de opinión y apostase por la conexión por Bilbao no salgan ahora a defenderla, quizá para no contrariar a De la Serna, que tan interesado estaba en apoyar su Plan Estratégico, otra batalla que en seis meses se ha quedado vieja, porque ahora Cantabria ya no crece menos que la media nacional sino más y en Madrid ha pasado a gobernar otro partido. En un mundo donde todo es tan efímero y cambiante, no parece muy creíble que se pueda aventurar cómo va a ser la Cantabria de 2030.

Por lo pronto, lo probable es que ya no haya el AVE Palencia-Reinosa que hace dos meses dábamos por seguro, aunque Revilla ha entrado en un bucle en el que ya no sabemos muy bien si está de acuerdo o no con lo que ha apoyado su partido en el Parlamento.

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