Rocacero se lanza a los grandes prefabricados

Con el modesto terrazo para las viviendas de protección oficial que se construían en los años 50 comenzaba la andadura de Rocacero, una empresa torrelaveguense de prefabricados de construcción que hoy facilita piezas para obras públicas de todo el país y ha diseñado placas de hormigón para puentes de hasta 15 metros de luz.
Llegar a este punto ha sido obra de tres generaciones de una misma familia: José Ribao, que fundó la empresa en 1955; su yerno y actual propietario, José Agudo, y el nieto del fundador, José Angel Agudo Ribao, que se ha incorporado en los últimos años a la dirección.
La evolución de la empresa a lo largo de estos cincuenta años ilustra sobre los cambios que han experimentado las técnicas de construcción y los materiales empleados. Pero nada tan explícito como el propio aspecto de la fábrica. Coincidiendo con este aniversario, Rocacero ha finalizado la construcción de sus nuevas instalaciones en Requejada, a donde se trasladó en 2003 desde su tradicional emplazamiento de Campuzano (Torrelavega). Un espectacular edificio de oficinas y una sala de exposición y venta para materiales de construcción, diseñados por el arquitecto Luis Castillo, han completado un recinto fabril de 16.500 metros cuadrados que, a tenor de las previsiones que manejan los responsables de la firma, debería duplicar a medio plazo su tamaño para atender las necesidades de producción que ya se vislumbran, sobre todo en el campo de las grandes piezas prefabricadas.

Prefabricado pesado

Aunque el despegue de Rocacero se produjo con el boom inmobiliario de los años ochenta, el crecimiento de la obra pública en España abrió nuevos horizontes para aquellas compañías de prefabricados que se atrevieron a extender su producción más allá de las clásicas viguetas pretensadas y bovedillas para el forjado de viviendas.
De hecho, las nuevas técnicas de construcción en obra pública tiene mucho que ver con la transformación que ha experimentado el sector de los prefabricados. El diseño de los puentes o de las obras de saneamiento demandan piezas capaces de soportar grandes vanos y pesos cada vez mayores, con la finalidad de simplificar la ejecución del trabajo y, con ello, ahorrar tiempo y mano de obra. Para responder a este reto es imprescindible una infraestructura que no todas las firmas de prefabricados tienen. No sólo es necesario contar con una maquinaria adecuada y las amplias campas que requieren estas grandes piezas, sino que hay que disponer de una oficina técnica capaz de garantizar que la calidad de los materiales que salen de fábrica responden a los estrictos requerimientos exigidos tanto en edificación como en obra pública.
Las posibilidades que presentaba la obra civil para los prefabricados ya fueron atisbadas por Rocacero a comienzos de los años 80, cuando Huarte contrató con la empresa cántabra el aprovisionamiento de las traviesas de hormigón que precisaba para la renovación de la línea férrea entre Santander y Alar del Rey. El siguiente paso fue la fabricación de impostas para los puentes y las medianas de las autovías que se empezaban a construir en Cantabria. Este camino introdujo a la empresa de Torrelavega en el prefabricado pesado, un campo en el que continúa siendo la única empresa de la región. Un hito importante dentro de este recorrido fue la fabricación en 1996 de las impostas laterales de todos los puentes del tramo de autovía que discurre entre Torrelavega y Cabezón de la Sal.
A Cantabria llegaban por fin las grandes obras de infraestructura pendientes, tanto en carreteras como en saneamientos, y eso decidió a Rocacero a reforzar su dedicación a esta modalidad de prefabricados, con piezas que han aumentado ostensiblemente en peso y tamaño. Así, en el tramo de la Autovía de la Meseta que se encuentra en construcción entre Molledo y Reinosa, está suministrando impostas para los puentes que, en algunos casos, pesan 6.700 kilos y va a comenzar a fabricar las piezas de casi nueve toneladas que servirán para fondear los tubos del emisario submarino en las obras de saneamiento de Santoña.
Otro logro significativo ha sido el diseño y la fabricación de las placas prefabricadas autoportantes que se han utilizado en numerosos puentes de los planes regionales de carreteras y que en algunos casos llegan a los 15 metros de luz.
Buena parte del espacio que Rocacero tiene en Requejada se utiliza para esta fabricación de grandes placas. El objetivo futuro es hacerlas de hasta 20 metros de largo sin apoyos intermedios. Con ellas encontraría un mercado muy importante en los aparcamientos subterráneos, donde la eliminación de pilares permitirá aumentar la maniobrabilidad para los usuarios y el número de plazas.
Otro producto de gran éxito desarrollado por Rocacero es el ladrillo de hormigón. Sus cualidades de insonorización lo han convertido en una excelente alternativa para el tabicado de viviendas, evitando la necesidad de crear una cámara aislante.

Competir fuera de Cantabria

Aunque el 80% del mercado de la empresa se sitúa en Cantabria, la firma de Requejada ha logrado introducir su producto en regiones como Cataluña o Madrid, curiosamente donde se asientan sus más importantes competidores. La firma cántabra ha participado también en la construcción de la línea férrea de Alcázar de San Juan, en Ciudad Real, así como en el tramo del AVE entre Tarragona y Espluga de Francolí. En Madrid, se está utilizando para viviendas un forjado para grandes luces que ha patentado Rocacero, que combina la bovedilla de hormigón con el porexpan y las barreras de protección del circuito de automovilismo que el pasado mes de julio se delimitó en el casco urbano de Bilbao también salieron de la fábrica de Requejada, unas piezas que hubo que fabricar en tiempo récord, siguiendo las directrices de la Federación Internacional de Automovilismo.

14.000 piezas al día por trabajador

La modernidad de las instalaciones con que cuenta Rocacero en Requejada ha sido decisiva en la penetración en mercados foráneos, donde el transporte encarece el producto. La automatización de los nuevos equipos ha permitido un considerable aumento de la producción con menores costes. De las siete personas a dos relevos que se necesitaban en el pasado para fabricar dos mil bloques o bovedillas al día se ha pasado a 14.000 piezas/hombre por jornada. Y a eso hay que añadir que la maquinaria actual permite abarcar todas las fases del proceso: fabricación del hormigón, elaboración de la pieza, túnel de secado y paletización.
Rocacero tiene una plantilla de 48 personas, de las que siete forman parte de la Oficina Técnica (aparejadores, ingenieros y delineantes). Suya es la responsabilidad de los cálculos estructurales del hormigón, así como de investigar y desarrollar nuevos productos como los que han permitido a esta empresa alcanzar un momento dulce en plena madurez.

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