Puente Viesgo emerge con el agua
Benito Pérez Galdós, Menéndez Pelayo o el Marqués de Comillas son algunos ilustres bañistas que han disfrutado de las aguas del Balneario de Puente Viesgo, que abrió sus puertas a principios del siglo XX. Pero no han sido los únicos. Por allí han pasado en épocas más recientes artistas como Teresa Berganza, políticos como Odón Elorza, actrices como Julia Gutiérrez Caba, docenas de futbolistas de la selección española o cocineros mediáticos como Karlos Arguiñano… Y es que, Puente Viesgo ha sabido combinar los beneficios de unas aguas termales, cuyas cualidades terapéuticas se conocen desde hace siglos, con un hotel de cuatro estrellas y un restaurante de cuidada gastronomía situados en un entorno muy atractivo.
La oferta conjunta de hotel, restaurante y balneario, impulsada por la imagen que le ha reportado el hecho de que distintas selecciones nacionales de fútbol, baloncesto y balonmano hayan utilizado este complejo como sede de sus concentraciones deportivas, han dado al complejo termal de Puente Viesgo una notoria popularidad fuera de la región, especialmente en provincias limítrofes, en Madrid y, curiosamente, en Valencia, donde cuenta con un público muy fiel.
Quedaba una asignatura pendiente, la de ampliar su capacidad balnearia con un complejo termal más vinculado al ocio que sirviera de reclamo para atraer al público local no alojado en el hotel que, en la actualidad, sólo representa una mínima parte de su clientela.
En 1989 el empresario Manuel Pérez Mazo se hizo con la propiedad del histórico balneario para impulsarlo con un hotel dotado de un centenar de habitaciones. Un proyecto que ha continuado su hija, María Ángeles Pérez, que supo aprovechar su experiencia hostelera dentro del grupo Rhin para ponerse al frente de Puente Viesgo, en el año 2003. Fue entonces cuando se fijó dos objetivos: la construcción de un segundo edificio en el parque anejo que permitiera alcanzar las 142 habitaciones actuales y acoger distintos eventos; y la creación del circuito termolúdico que acaba de inaugurar, cuatro años después de haber puesto en marcha el segundo hotel.
Ambas dependencias eran necesarias para seguir creciendo ya que los clientes alojados en el hotel, por sí solos, suponen una ocupación de las instalaciones termales del 70% y era necesario separar más las zonas de descanso del bullicio de las celebraciones para respetar el deseo del cliente que llega en busca de tranquilidad.
Tras once meses de obras, que se han prolongado desde enero hasta diciembre del año pasado, y una inversión superior a los dos millones de euros, la ampliación hidrotermal ha salido airosa de la primera prueba de fuego a la que se enfrentó, el pasado puente de La Inmaculada.
Una solución compleja
Tratando de encontrar la mejor ubicación, la propietaria optó por levantar el jardín que separa los dos hoteles y profundizar unos nueve metros en la tierra para poder construir dos plantas subterráneas de 2.000 m2 que pudieran albergar el circuito termal. De esta forma, las instalaciones balnearias eran fácilmente accesibles desde cualquiera de los dos establecimientos que así quedan unidos bajo el suelo.
Javier de Diego, autor del proyecto, junto a Esther Tejerina y Mario Holanda, encargados de la dirección técnica, reconoce que ha sido una obra técnicamente muy complicada debido a la orografía del terreno, contiguo con el río Pas, y la ha realizado la constructora Cenavi. La solución adoptada no fue barata, aunque están satisfechos. Y es que, en lugar de recurrir a conexiones laberínticas entre los dos hoteles, se optó por unirlos a través del patio interior que se encuentra entre ambos y que, una vez vaciado, ha servido para albergar las piscinas. Después, lo han cubierto con una terraza ajardinada al mismo nivel de la piscina exterior que, además, actúa como fuente de luz natural gracias a cuatro grandes lucernarios.
Tanto las jardineras perimetrales que rodean el edificio como la central que alberga los lucernarios son, según el paisajista David Añíbarro, que las ha diseñado, una representación simbólica del nacimiento del río al que mira el Balneario. Las orillas están formadas por una vegetación homogénea en distintas alturas que dan volumen a los tramos y se intercalan con flores de temporada y arces japoneses que aportan color. “Es como si el agua que nace en el propio jardín llenase las piscinas”, describe Añíbarro.
Y es que, bajo el jardín, se esconden dos plantas de 1.000 m2 cada una. La superior está ocupada por el circuito de piscinas y saunas y en la inferior se sitúan las cabinas para tratamientos individuales, las salas de masaje y, en los próximos meses, una piscina de flotación. El gerente del Balneario, Carlos Otí, cree que esta piscina será, con el tiempo ,el ‘producto estrella’, ya que se trata de una novedad nacional, apenas ensayada en Europa, y sirve tanto para combatir el estrés como para otros fines terapéuticos. Su técnica consiste en aumentar la densidad del agua como ocurre en el Mar Muerto, de forma que el bañista flote sin ninguna ayuda externa y deje de sentir la presión del cuerpo. Según los expertos, veinte minutos en el interior de una piscina de flotación equivalen a ocho horas de sueño nocturno.
El ‘Templo del Agua’
La decoración del nuevo complejo termal es sencilla y tanto los materiales de paredes y suelos (azulejos, mármoles y rosetones) como las columnas y la combinación de colores se inspiran en las antiguas termas romanas. También su nombre, el ‘Templo del Agua’. La idea era dotar al circuito de un aire clásico pero, al mismo tiempo, distinto del que se respira en la parte balnearia, que recuerda más a las casas de baño de principios de siglo XX y que sigue siendo la auténtica razón de ser de todo el complejo.
Las técnicas utilizadas por uno y otro centro termal tampoco son las mismas, porque el balneario se centra en las propiedades curativas del agua, aprovechadas para tratamientos específicos de belleza, bienestar o relax que pueden durar hasta una semana, mientras que el circuito incorpora técnicas termolúdicas para que el bañista consiga relajarse en un tiempo reducido.
Ambas instalaciones, no obstante, se surten del agua termal de Puente Viesgo y de sus probados beneficios para el aparato circulatorio y reumatológico, lo que les ha llevado a especializarse en procesos de rehabilitación y recuperación de la movilidad tras operaciones quirúrgicas o accidentes de tráfico, un terreno donde llevan años cosechando grandes resultados.
Entre otros atractivos, el nuevo circuito cuenta con una gran piscina de chorros de la que hasta ahora carecían, un río para nadar contracorriente, cascadas, jacuzzis, camas de agua, chorros y cascadas cuello de cisne. El agua está a una temperatura estable de 32 grados excepto en el jacuzzi, donde sube a 38, y en el pozo frío, que baja a 14.
Al fondo, otra piscina de relax dispone de una gran cascada y un puente que conduce al bañista hacia la sauna finlandesa, el baño de vapor, las duchas de contraste, la cabina de hielo y el caldarium, que también proponen tratamientos a diferentes niveles de humedad y temperatura.
Las instalaciones se completan con una sala de relajación, un jacuzzi al aire libre y otras salas de masaje junto a la futura piscina de flotación.
El equipo médico ha escogido esta distribución para atender desde los pies hasta las cervicales en el mismo orden que seguiría el aparato circulatorio. Incluidos los periodos de reposo, la duración del circuito es de aproximadamente dos horas y media y tiene un coste para el cliente de unos 36 euros, si bien, existen bonos y precios especiales para grupos.
Evolución
La empresa ha encarado este proyecto tras haber obtenido la certificación de calidad para el balneario en 2005 y, un año después, la ‘Q’ de Calidad Turística tanto en la parte termal como en el hotel, lo que implica su compromiso con el servicio. El restaurante tampoco se ha quedado atrás y se ha convertido en un lugar de referencia para la celebración de banquetes y congresos en salones equipados para recibir desde seis hasta 600 comensales.
Para la directora médica del Balneario, Irene del Hoyo, el éxito tiene mucho que ver con la constante formación que reciben los empleados así como con el buen trato, la ilusión y la profesionalidad de la que hacen gala.
Cuando se reabrió el Hotel Balneario, completamente reconstruido, hace 16 años, eran 54 las personas que trabajaban en él. Hoy, la plantilla supera los 120 empleados. Desde entonces ha cambiado todo menos la fidelidad de muchos clientes, algunos de los cuales repiten su estancia desde hace décadas. Para compensar esta lealtad el establecimiento va a seguir avanzando en técnicas y tratamientos novedosos, como la vinoterapia y los de deshabituación del tabaco. El objetivo es que cada vez más cántabros visiten las instalaciones y poder ser, también, profetas en la tierra propia.