Chalecos blindados hechos en Buelna

Todo comenzó de manera fortuita en 2004 cuando, en la ONG con la que colaboraban, conocieron a un rumano que había pertenecido a la brigada antiterrorista de su país. Él fue quien les propuso fabricar chalecos antibalas valiéndose de los conocimientos que tenía sobre estas prendas y de la experiencia de la pareja dentro del sector textil, ya que se dedicaban a la ropa para cazadores.
Un año y medio después, en noviembre de 2006, Juan Díaz y Olga Gómez constituyeron una empresa denominada Corrservic y decidieron salir al mercado tras haber encontrado los diseños, los materiales y los contactos más adecuados.
La producción de fibras especiales para prendas blindadas está controlada por dos grandes multinacionales, la norteamericana Dupont y la europea Teijin Twaron que, pese a depender de capital japonés, tiene la matriz en Holanda y fabrica desde Alemania– por lo que debían conseguir el suministro de una de ellas. Dupont planteaba unos requisitos demasiado exigentes y les impedía vender a los países que la Administración Bush ha definido como el Eje del Mal –Iran, Iraq y Corea del Norte–. Teijin, en cambio, aceptó servirles el material sin mayores restricciones.
Así fue como empezaron a fabricar chalecos anticuchillos, tras poner a prueba su eficacia en los laboratorios alicantinos del Instituto Tecnológico Textil, cuyas acreditaciones están reconocidas por ENAC y por el Ministerio de Defensa.
Sólo faltaba homologar los chalecos de acuerdo a las exigentes normativas que han de pasar estas prendas de seguridad para llegar al mercado. Y, como hay varias, optaron por acogerse a la deI Instituto de Justicia Norteamericano (NIJ), probablemente las que abren más puertas, ya que Estados Unidos es el líder mundial de la tecnología armamentística.
Olga López y Juan Díaz de Vargas han invertido todo su patrimonio en este proyecto y, aunque ya tienen demanda para producir entre treinta y cuarenta chalecos al mes, no podrán valorar hasta dentro de algún tiempo si su aventura ha tenido éxito. El umbral de rentabilidad está muy próximo, ya que calculan que para conseguirlo deben fabricar unos cincuenta chalecos antibalas al mes. La puesta en marcha de una plataforma para la venta de sus productos a través de Internet puede ser un buen empujón para conseguirlo.
El matrimonio cántabro sabe muy bien que el aumento de la violencia, unido a la preocupación por el terrorismo tras los atentados de Nueva York o de Madrid, ha generado una mayor demanda de equipos de protección y no sólo entre las fuerzas de seguridad, sino también entre vigilantes privados y porteros de discoteca.

Antifragmentos e ignífugos

En la modesta sede de esta empresa familiar ubicada en Barros, la propia gerente y un empleado se encargan del corte de los chalecos mientras que la confección propiamente dicha se subcontrata en talleres de Torrelavega y alrededores.
El chaleco blindado consta de una funda, cuya costura no difiere de la de otras prendas, y de una protección interior balística, mucho más compleja.
Este panel, que tiene la misión de detener la bala, se compone de fibras de aramidas especialmente tratadas –el nombre técnico de este material es Goldflex 4– que, en el caso de los chalecos anticuchillos, también se combinan con carburo de silicio –SRM–.
Los chalecos antibalas se clasifican en función de su resistencia ante las distintas municiones. Corrservic fabrica chalecos de niveles II y IIIA, capaces de detener una bala disparada a una velocidad de 450 y 500 metros por segundo. Un chaleco de nivel II podría hacer frente al disparo de una pistola Mágnum 357 o de un cartucho 9 milímetros parabellum (el más extendido entre las fuerzas de seguridad) que saliese de un arma corta; mientras que un chaleco de nivel III podría frenar una bala este mismo calibre procedente de un subfusil, o incluso el disparo de una enorme Mágnum 44, la pistola que hizo célebre Harry el Sucio.
Los precios de los chalecos antibalas que produce Corrservic oscilan entre los 450 y los 490 euros, y el de los anticuchillos, muy demandados por los porteros de discoteca, ronda los 300, un coste similar a los de otros fabricantes nacionales, pero bastante inferior al de los protectores americanos, que pueden llegar a superar los 800 euros.
La empresa corraliega también está desarrollando chalecos antifragmentos, un complemento indicado en situaciones bélicas para protegerse de las granadas de mano y otras bombas de fragmentación; y chalecos ignífugos y antiestáticos, destinados a policías que ocasionalmente pueden verse obligados a intervenir en incendios, o para trabajadores de refinerías y complejos petroquímicos, donde existe un alto riesgo de incendio. En la fabricación de este tipo de chalecos, Corrservic ha tenido la colaboración de Textil Santanderina, que le proporciona un tejido denominado conex, compuesto por aramidas que soportan una temperatura de hasta 500 grados.

Protecciones especiales

A diferencia de otros chalecos protectores que existen en el mercado, los de la empresa cántabra añaden una placa en el plexo solar (entre el ombligo y el corazón) y otra trasera, que cubre todo el largo de la columna vertebral. Ambas están fabricadas con un material ligero antitrauma, que es impenetrable por cuchillos o punzones. Estas protecciones especiales logran un doble blindaje de las zonas más sensibles del cuerpo para evitar las lesiones medulares o, incluso, la muerte que, en caso contrario, podrían provocar la violencia de algunos impactos.
Policía, Guardia Civil, escoltas y otros cuerpos de seguridad son los principales destinatarios de estos equipos, si bien empiezan a generalizarse entre otros colectivos como vigilantes de seguridad, joyeros, taxistas, corresponsales de guerra, médicos y personal de ONGs desplazados a zonas de conflicto.
Corrservic ha recibido asesoramiento por miembros la Guardia Civil de la Comandancia de Santander, algo que agradece, así como el apoyo del segundo sindicato mayoritario de Policía, la UFP que agrupa a unos treinta mil agentes y que les ha escogido como proveedor, ya que parte del equipamiento de los policías han de sufragárselo ellos mismos.

Ropa de caza

A pesar de las posibilidades de mercado que les ha abierto la ropa blindada, la pequeña empresa corraliega no va a abandonar la fabricación de ropa de caza, que vende en armerías y tiendas especializadas del Norte de España, con la ayuda de un distribuidor.
Para diferenciarse de su competencia que, como ocurre con el resto del textil, son los fabricantes asiáticos, ofrece ropa de gama media alta, con diseño y materiales más novedosos. De momento, la producción es muy modesta –unos 400 pantalones y alrededor de 200 chaquetas al año– pero esperan que pronto vaya a más porque, según Díaz de Vargas, también la caza es un sector en auge y mueve miles de millones de euros: “La temporada cuesta un mínimo de 6.000 euros y hace poco estuve en una subasta donde llegaron a pagarse 35.000 por matar a una cabra montesa”.
Ambas actividades se complementan bien, ya que pueden aplicar ciertas innovaciones de las prendas antibalas a las de caza, cuyos pedidos se concentran durante la temporada, de septiembre a febrero, y dejan libre el resto del año.
Sólo con la ropa de cacería les hubiera bastado para vivir. Pero, citando la filosofía empresarial de Henry Ford: “Coches pequeños beneficios pequeños, coches grandes beneficios grandes”, Díaz de Vargas explica que la ropa de protección balística, además de suponerles un reto técnico, les puede reportar muchos más beneficios. El tiempo lo dirá.

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