La II fase del saneamiento de la Bahía, a punto de concluir

En las próximas semanas estará acabado el emisario que la Consejería de Medio Ambiente ha construido frente a la Virgen del Mar para dispersar las aguas resultantes de la depuración de toda la comarca santanderina. Tres meses más tarde estará entregado el resto de la II Fase del Saneamiento de la Bahía, que ha encontrado serios contratiempos en el túnel que unirá Adarzo con el Cierro del Alisal. Con las dos obras se habrá dado un impulso sustancial al plan de saneamiento y quedará un poco más próximo el momento en que, por fin, las aguas residuales de las 240.000 personas que viven en el entorno de Santander, Camargo y Astillero se viertan al mar depuradas.
Después de canalizar todos los vertidos de la ciudad y de los municipios ribereños de la Bahía lo largo de la fachada marítima, la II fase de las obras de saneamiento debía resolver la forma de enviar estas aguas hasta el otro extremo de la ciudad, ya que el objetivo era lanzarlas al mar en un punto lo más alejado posible de la Bahía y donde el movimiento de las corrientes colaborase en la dispersión. Para eso ha sido necesaria una estación de impulsión en Nueva Montaña, con siete bombas capaces, cada una de ellas, de elevar 750 litros por segundo gracias a una potencia individual de 360 kW. Con ello se consigue salvar el desnivel de 29 metros que se produce a la altura de Peñacastillo, la cota máxima, desde donde las aguas residuales llegarán por simple gravedad hasta la depuradora de Soto de la Marina.
Estas obras, adjudicadas a Fomento de Construcciones y Contratas en 1.938 millones de pesetas, han obligado a construir un colector de 300 metros hasta la estación de bombeo, y de casi cinco kilómetros más hasta la depuradora, de los cuales 1,6 son ascendentes (zona de impulsión) y 343 metros en túnel. Son precisamente las dificultades geotécnicas surgidas en la construcción de este túnel que ahora se acomete las que han creado los mayores problemas.
Una vez llegado a la EDAR de Soto de la Marina y sometidas a tratamiento, las aguas salen al mar a través de un emisario con un difusor en su último tramo que debe asegurar la dilución requerida por los objetivos de calidad a cumplir.
Esta segunda parte de la obra, acometida por Dragados con un presupuesto de 3.152 millones de pesetas, era la más compleja, ya que requería trabajar en mar abierta, algo que sólo es posible los días de mínimo oleaje.
Aunque el emisario es de polietileno y se ha montado en tierra, para llevarlo flotando hasta el lugar de anclaje, ha sido necesario horadar previamente el lecho marino para asentarlo y, posteriormente, protegerlo con una escollera en forma de v invertida, lo suficientemente sólida para evitar que pueda ser movido por olas, corrientes o mareas. Eso ha obligado a trabajar en el fondo con una excavadora submarina manipulada por un buzo para abrir un lecho en las rocas y, a partir de los 1.300 metros de emisario, en el fondo de arena. Una vez encajada la tubería, se ha afianzado con más de 100.000 toneladas de escollera de distinta medida, por capas. La exterior está compuesta por piedras de más de tres toneladas, que son las que, en último término, defienden todo el conjunto, a excepción de la zona de rompientes, donde se ha optado por el hormigón, para mejorar la seguridad.
Además de esta estructura, habrá un aliviadero de tormentas que saldrá al mar a la altura de la depuradora, con lo que se dará salida a un caudal que en época de lluvias no será capaz de asumir el emisario principal.

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